Dic 24, 2025 / 09:09

En Navidad, no todo es positivo

La delgada línea entre mi opinión y la tuya

Julio Vallejo

La Navidad es una de las celebraciones más importantes del mundo. Recuerdo hace muchos años que en casa no había chimenea, pero sí una gran fiesta navideña. La mayoría de mi familia tenía un estilo "Santa Claus"; no lo digo por la barba blanca ni por el traje, sino por la silueta, todos gorditos y bonitos. ¿Sería acaso porque eran de buen comer?

El olor de la tradicional cena navideña era inconfundible: la famosa pierna enchilada, el espagueti, el pan y, de postre, la ensalada de manzana. Todos estaban alegres y dándose abrazos de recibimiento, por verse después de muchos días. En aquel entonces, la alegría se multiplicaba con la llegada del “Tío Pancho”, un personaje que solía ser como el cometa Halley (tardaba muchos años en volver), pero su presencia siempre era grata para la familia.

La Navidad ha pasado por varias re significaciones a lo largo del tiempo, pero al final, sigue siendo un hito importante para todos nosotros. El anuncio oficial de un año más —o un año menos— en la vida del ser humano debe llegar acompañado de momentos de reflexión y de una renovación social, junto al ideal de paz, armonía, fraternidad y solidaridad.

Sin embargo, a medida que pasa el tiempo, este fenómeno cultural global no deja de ser más que un simple deseo a Santa Claus. Un Santa que, después de dejar los regalos navideños, siempre sale tiznado de la casa por no cumplir el deseo fundamental de cada uno, sin importar que este deseo sea tan importante a nivel individual como colectivo, ya que no depende solo de él.

La Navidad puede ocasionar en algunas personas un torrente emocional que será positivo o negativo, dependiendo de las circunstancias que vive cada uno. A veces genera sentimientos encontrados, especialmente cuando pasamos por momentos difíciles. No obstante, el espíritu navideño sí existe; es un sentimiento real que habita en algún lugar de nuestro cerebro y nos despierta nostalgia, euforia y alegría.

De hecho, las personas que celebran estas fiestas suelen tener mayor actividad en la corteza motora sensorial, la corteza motora primaria y premotora, y el lóbulo parietal. También se liberan hormonas como la serotonina y la dopamina, que generan felicidad, sentimientos de pertenencia y unión.

La Navidad, también activa la conocida "hormona del amor" (oxitocina), que se encarga de despertar nuestra parte más sentimental y material. Los regalos, al darlos o recibirlos, estimulan la aparición de endorfinas y dopamina, fomentando nuestro bienestar general.

Claro, también hay aspectos que pueden afectarte físicamente, sobre todo en relación con la cena navideña. En medio del convivio, las pláticas y la alegría, es fácil perder la medida de lo que consumes. Se cometen excesos porque todo quieres probar y de nada te quieres privar. Al día siguiente, es probable que te sientas inflamado por tantas grasas y azúcares que, en exceso, son perjudiciales para la salud, ya ni hablemos de la cruda.

No soy quién para dar consejos, pero te invito a disfrutar de este día al máximo, con tus seres más cercanos, aquellos que realmente se preocupan por ti, que están moralmente en las buenas y en las malas. Concéntrate en el hoy y en lo que vendrá. Y no olvides que la Navidad es, fundamentalmente, reflexión, paz y armonía.
¡Felices fiestas para todos!.

CD/AT

* Las opiniones y puntos de vista expresadas son responsabilidad exclusiva del autor y no necesariamente reflejan la línea editorial de Cambio Digital.

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