Mar 04, 2022 / 06:00

📜Efemérides del Periodismo Mexicano: José Joaquín Fernández de Lizardi

José Joaquín Fernández de Lizardi, El pensador mexicano publicó el 4 de marzo de 1813 un escrito de despedida “Al Excmo., Señor Francisco Xavier Venegas”, quien dejaba de ser virrey: le decía: “Vaya V.E. con Dios a España a respirar con libertad, el aire saludable que corre en aquél suelo de los héroes, pues el que corre en éste está algo infectado con los pútridos miasmas que exhala la ignorancia de aquellos que se han emborrachado con las magníficas promesas que hace Satanás a los que tienta”.

Nacido en la Ciudad de México, el 15 de noviembre de 1776, Fernández de Lizardi pasó parte de su infancia e Tepotzotlán, del hoy Estado de México. Se tituló de bachiller y dejó sin terminar los estudios de teología en la Real y Pontificia Universidad de México. Colaboró ocasionalmente en El Noticioso General. Se ganó la vida como autor de folletos en los que se publicaba su poesía o comentaba cuestiones de actualidad.

Publicó entre 1812 y 1827 nueve periódicos, todos ellos de vida corta. El primero fue el Pensador Mexicano cuyo título adoptó como seudónimo. Su labor periodística es completada por cerca de trescientos folletos, más colaboraciones aisladas en otras publicaciones periódicas. Cree Don Luis González Obregón que acaso escribiera en el Diario de México cuando este su fundó. La primera producción suya de que hay noticia es un himno titulado Polaca en honor de Nuestro Católico Monarca el Señor Don Fernando Séptimo, impreso en el número 12 de la Colección de poesías publicadas en forma periodística en 1808, en honra del rey. Los primeros folletos suyos que se conocen datan de 1811.

En Antología del centenario Pedro Henríquez Ureña anota:

Todo indica que desde los comienzos de la guerra de Independencia, Fernández de Lizardi la vio con interés. Según Altamirano, el Lic. José Emilio Durán, nieto de doña Josefa Ortiz de Domínguez, contaba que El Pensador había sido amigo en México de la insigne corregidora de Querétaro. Ha corrido también, muy discutida, la idea que formó parte de la insurrección cuando ésta fue dirigida por Morelos; pero sólo se sabe como cierto que siendo teniente de justicia en Taxco, entregó el lugar y sus armas al propio Morelos, por lo cual le trajo preso a México el jefe realista Nicolás Cosío; quedó libre, sin embargo, logró convencer al gobierno virreinal de que se había visto forzado a hacer la entrega.

Establecido en la Ciudad de México, fundó Fernández de Lizardi, El Pensador Mexicano en 1812, cuando la Constitución de Cádiz permitió la libertad de imprenta, y se lanzó a discutir toda clase de asuntos. Junto con este periódico publicaba, a modo de suplemento, los “Pensamientos extraordinarios”. Sus peticiones y censuras dirigidas al virrey Venegas fueron causa de que se le encarcelara el 7 de diciembre de 1812, al tiempo que se suprimía la libertad de imprenta en México. Logró ser absuelto siete meses después, mientras tanto desde la cárcel había seguido publicando algunos números de su periódico (desde el 10 hasta el 13, con aprobación del censor Beristaín: fechas del 21 de diciembre de 1812 al 10 de enero de 1813), y lo continuó una vez libre.

Sin embargo, sus periódicos no le eran suficientes a Fernández de Lizardi: Desde antes de la fundación de El Pensador Mexicano, había lanzado buen número de folletos (se conocen hasta veintiséis con fecha de 1811) y en adelante escribió folletos, periódicos y libros. A El Pensador que terminó en 1814, siguieron la miscelánea Alacena de Friolerías (1815), Los ratos entretenidos (1819) y El conductor eléctrico (1820). Entre tanto aparecieron sus libros: El periquillo Sarniento (cuyo tomo cuarto no fue publicado sino hasta después de la muerte del autor, pues el gobierno virreinal lo prohibió porque contenía una defensa de abolición de la esclavitud), Las Fábulas (1817), La Quijotita y su prima (1818,1819), Noches tristes y día alegre.

En 1820 estableció en la calle de la Cadena una Sociedad Pública de lectura que facilitaba, por su suscripción, libros y periódicos.

En 1821, el Diálogo Chamorro y Dominiquín fue causa de que lo encarcelaran unos días. Consumada la Independencia, prosiguió su actividad; en 1822 tomó la defensa de los francmasones, contra la cual predicó un sermón en la Catedral un fraile carmelita, motivando la excomunión que contra Fernández de Lizardi lanzó el provisor Félix Flores Alatorre, mediante calificación dada por la Junta de Censura Eclesiástica. Aunque la excomunión le causó molestias, Fernández de Lizardi no se arredró: Emprendió de nuevo la defensa de la masonería, hizo la crítica de la Junta de la Censura Eclesiástica, y hasta entró en cuestiones de dogma, llegando a desafiar a sus enemigos a acto público en la Universidad, para discutir su excomunión; el reto no fue aceptado por nadie. Todas sus gestiones y sus publicaciones tuvieron como resultado exacerbar el odio de sus enemigos, y al parecer tuvo que ausentarse de la capital. Muy pronto regresó, pues en 1823 publicó el Periódico El Hermano del Perico, y en 1824 Las Conversaciones del Payo y el Sacristán.

La junta que se integró para premiar a los que habían prestado sus servicios a la Independencia le asignó sueldo de capitán retirado ($5.00 mensuales); se le nombró además redactor de la Gaceta del Gobierno y todavía publicó otro periódico; El Correo Semanario de México (veinticuatro números; del 22 de noviembre de 1826 al 2 de mayo de 1827).

Enfermo de tisis en sus últimos años, murió el 21 de junio de 1827.

La casa en que murió El Pensador – dice Jacobo M. Barquera en apuntes que cita el Sr. González Obregón – fue la número 27 de la calle de Puente Quebrado. Su cadáver fue exhibido públicamente para desmentir la absurda conseja de que había muerto endemoniado. Fue velado su cuerpo por D. Pablo de Villavicencio  (El Payo del Rosario), por D. José Guillén, por un español, Aza, que había sido su encarnizado enemigo, y por D. Anastasio Zerecero, quien fue encargado del entierro y presidió los funerales. Acompañaron el cadáver del pensador a su última morada multitud de curiosos y muchos de sus partidarios, siendo sepultado el 22 de junio del propio año de 1827 con todos los honores de ordenanza que se consagran a un capitán retirado.

Fue sepultado en el atrio de la iglesia de San Lázaro pero la lápida que indicaba el lugar de su descanso desapareció. Se sabe –dice González Obregón—que Fernández de Lizardi “Fue un hombre muy caritativo, aunque siempre vivió estrecho de recursos”.

CD/YC

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