Jun 18, 2025 / 11:08

Y al final, Alfred Brendel nos dejó el eco de un coro de hadas en medio del bosque

Polonia.-Alfred Brendel, uno de los grandes pianistas de la historia, expiró ayer a los 94 años. El austriaco de origen checo, considerado uno de los máximos intérpretes de Beethoven, Mozart y Schubert, falleció en su casa en Londres, donde residía hace más de medio siglo, rodeado de su esposa, hijos y nietos, quienes describieron la paz de sus últimos minutos.

Además de pianista, ejerció otras disciplinas: compositor, poeta, pintor, lector.

Siendo autodidacta, aprendí a desconfiar de todo lo que no había descubierto yo mismo, solía decir. Su sentido del humor se completaba con un carácter sencillo. Nunca cobró ínfulas.

Su biografía es de novela. Nacido checo, emigró con su familia a Polonia, donde padeció los horrores de la guerra y estuvo a punto de morir por congelamiento.

Una vez iniciada su vertiginosa carrera internacional como pianista, contrastaba sus placeres: viajar y ser sedentario. De manera semejante a Glenn Gould, su par, pasó buena parte de su vida encerrado en los estudios de grabación. Su discografía es descomunal.

La grabación de las obras completas para piano de Mozart le pertenece. Su repertorio giró alrededor de Bach, Haydn, Weber, Schumann, Liszt, Brahms, Mussorgsky y Schoenberg, aunque concentró su energía en tres autores en los que se hizo la máxima autoridad: Beethoven, Mozart y Schubert.

Fue el primer pianista en la historia que grabó toda la obra de Beethoven y Mozart. Sus discos póstumos incluyen una grabación en vivo de sonatas de Schubert, los cinco conciertos de Beethoven con la Filarmónica de Viena (la cuarta serie de grabaciones que hizo de este ciclo) y sonatas de Mozart.

Recientemente se publicó un disco con todas las sonatas de Beethoven para violonchelo y piano, con su hijo, Adrian Brendel.

Fue muy versado en los campos de la literatura, el lenguaje, la arquitectura y el cine. Entre sus libros destaca el volumen titulado Ausgerechnet Ich (Yo de todos los pueblos). Fue colaborador frecuente de The New York Times Review of Books, con artículos sobre Mozart, Liszt y Schoenberg.

Sus libros de poesía incluyen One finger too many, publicado en Estados Unidos por Random House, y tema del documental de la BBC titulado Alfred Brendel – Man and Mask.

El número de premios internacionales que recibió resulta incontable. Apreciaba en particular ser el tercer pianista en la historia en ser nombrado miembro honorario de la Filarmónica de Viena, una distinción que comparte con sus ilustres predecesores Emil von Sauer y Wilhelm Backhaus.

Su concierto de despedida fue un acontecimiento sumamente emotivo, similar a los adioses que en su momento protagonizaron en escena sus colegas directores de orquesta Leonard Bernstein y Nikolaus Harnoncourt.

Ocurrió el 18 de diciembre de 2008, cuando interpretó por última vez en público sus obras más queridas, de la autoría de Mozart, por supuesto, de quien eligió de manera simbólica su Concierto Número 9 para piano y orquesta, denominado Concierto Jeunehomme, una obra que escribió Mozart a los 21 años, llena de innovaciones formales sorprendentes y exuberancia melódica.

Estuvo acompañado por la Filarmónica de Viena, dirigida por su amigo Charles Mackerras.

De su primer matrimonio, con Iris Heymann-Gonzala, tuvo una hija, Doris, quien es una notable intérprete de rock progresivo. En 1975, Brendel contrajo segundas nupcias con Irene Semler y tuvieron tres hijos: el ya mencionado violonchelista Adrian Brendel, además de Katharina y Sophie.

El poder de Alfred Brendel como pianista cautivó a varias generaciones de melómanos. Sus conciertos en vivo eran cada uno de ellos todo un acontecimiento y sus discos son tesoros preciados.

Adrenalina y paz

Si cuando suena un disco uno percibe un aroma exquisito, un vientecillo fragante venido de muy lejos, es inevitable cerrar los ojos mientras una corriente eléctrica nos recorre de la nuca a los talones. Dejan de existir espacio y tiempo y uno siente que se eleva. Si sucede todo eso, es porque Alfred Brendel está al piano y cuando la aguja del tornamesa llega al final del vinilo, el scratch que oímos es como el eco de un coro de hadas en medio del bosque.

Una combinación de adrenalina y paz. El impacto de lo sublime. He ahí el arte del pianista que ayer abandonó el cuerpo físico en paz.

Reporta la agencia Afp: Cuando se retiró de los escenarios en un concierto en Viena en diciembre de 2008, le preguntaron qué echaría de menos. La adrenalina, respondió. Y sonriendo ironizó: y eso a pesar de todos esos tosedores molestos y los teléfonos móviles sonando. También echaré de menos al público, finalizó.

Con información de: La Jornada

CD/AT

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