Oct 30, 2021 / 22:54

Todos Santos y Fieles Difuntos

EL 1 DE NOVIEMBRE celebramos en la liturgia Católica a TODOS LOS SANTOS. Ese día invocamos no solo a los santos canonizados que aparecen en la lista del calendario litúrgico, sino también a todos aquellos que no conocemos o que no se mencionan, pero que también han alcanzado la santidad. Seguramente será un grupo numeroso.

La santidad se construye todos los días haciendo la voluntad de Dios en el ejercicio de nuestras responsabilidades. Muchas personas, en el silencio de su hogar, en sus tareas cotidianas, en su oficina, desde su empresa, entre sus familiares y amigos, son testimonios vivientes de los valores del evangelio.

Los santos que veneramos vivieron en grado heroico las virtudes cristianas; la Iglesia nos los propone como modelos seguros para llegar a Dios y por otra parte como nuestros firmes intercesores ya que siendo amigos de Dios, gozando de su cercanía y participando de la comunión con él permanentemente, nos pueden alcanzar gracias abundantes.

Ciertamente la idea de santidad sólo se comprende desde Dios. Dios es el único santo, y porque él es santo a él se le debe todo el honor y la gloria; a él la alabanza y la adoración. La Palabra de Dios nos hace esta hermosa exhortación: “sean santos, porque yo Yahvé su Dios soy Santo” (Lv 19, 2) Y cuando nos relata la vocación del profeta Isaías los querubines repiten Santo, Santo, Santo (Is 6, 3). Por medio de Jesucristo su hijo, Dios el Padre celestial nos ha participado su santidad; Dios es el que nos santifica.

Dios no se resigna con nuestra condición humana muchas veces penosa y humillada; Él desea salvar a toda la humanidad. Él nos quiere dichosos y felices y por eso nos llama a la Santidad. En el sermón de la montaña, con las bienaventuranzas (Mt 5, 1-12) Jesucristo nos ha enseñado cómo uno puede construir el camino justo para llegar al cielo, pero también cómo puede construir en este mundo una ciudad terrena digna de la persona. Las bienaventuranzas nos muestran el camino que ha recorrido Jesús y todos los santos para llegar al cielo. Ellas nos muestran el ideal de la vida cristiana.

El día 2 DE NOVIEMBRE, recordamos a TODOS LOS DIFUNTOS. La comunidad cristiana lo llama Día de muertos y lo vive de muchas maneras. Ese día en la Iglesia hacemos oración por nuestros hermanos difuntos porque delante de Dios, ellos están vivos. A eso se debe que el lugar donde ordinariamente reposan los restos de los que ya murieron, se le llama “cementerio” (esta palabra de origen griego significa dormitorio). La oración que

hacemos por los difuntos, es para suplicar la misericordia divina por ellos; para que Dios perdone todas sus culpas y los pecados que en vida no hayan podido reconciliar como lo recomienda también la Palabra de Dios (Cfr 2 Mac 12, 45).

En el día de muertos, recordamos a todos los difuntos, de manera especial a todas las víctimas de la violencia y del COVID-19, que en nuestro país lamentablemente han sido numerosos. Sea por que la violencia sigue siendo un problema incontrolado o porque por una mala estrategia de salud muchas personas han fallecido. La muerte ha traído luto y dolor en los hogares, ha sembrado desconfianza en las personas y en las instituciones.

Junto con toda la Iglesia, el día de los difuntos pedimos para que Dios tenga misericordia de ellos y los lleve a gozar del cielo; estas oraciones nos recuerdan además que somos mortales y que estamos de paso por este mundo y que un día también nosotros hemos de morir y por lo tanto necesitaremos que otros oren por nosotros para que también alcancemos la misericordia y contemplemos con gozo el rostro de Dios.Por todo esto junto con toda la Iglesia decimos esta jaculatoria: “Que las almas de nuestros fieles difuntos, por la misericordia de Dios, descansen en paz”.

CD/JV

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