Dona parte de su herencia: “Hay familias que se pelean hasta por una cucharita”

Norma Arenas no tiene herederos forzosos: perdió a su única hija hace ocho años y se divorció del padre cuando esta era todavía un bebé. Aquí, repasa los motivos de su decisión y afirma: “No es generosidad lo que estoy haciendo. Lo bueno es dar cuando estás vivo, aunque eso implique pasar hasta pobreza”
Ciudad de México.- Norma Arenas nació en Las Heras, Mendoza, hace 91 años, pero su vida nunca conoció fronteras. Cantante lírica formada en el Conservatorio de Música de su provincia, viajó por Europa y América con su voz como pasaporte. Cantó en teatros, en programas de televisión y hasta en países árabes. "Vivía del canto. Pero no me hice millonaria porque hay que ser muy famoso para ganar mucho dinero".
Para afrontar los altibajos de la profesión, se animó a hacer de todo: Desde manejar un auto como chofer hasta vender libros puerta a puerta junto a su hija Gioconda pasando por cuidar ancianos. “Fue un poco egoísta de mi parte, como de todos los artistas que no pensamos más que en nosotros, y nuestros hijos pagan por la inestabilidad económica”, agrega.
Astróloga y tarotista autodidacta, Norma afirma que esas herramientas la ayudaron a tomar una de las decisiones más importantes de su vida: instalarse en Chile en 1996. “Las cartas me dijeron que Argentina no”, recuerda. Está convencida de que, si hubiera regresado al país, el corralito de 2001 la habría dejado sin nada. “Nos hubiéramos quedado sin ahorros y yo, como dicen los chilenos, ‘en calzones’”, sostiene.

Esa mezcla de intuición y determinación la acompañó siempre. “Soy afortunada”, repite Norma. Sin embargo, desde hace ocho años, convive con un dolor irreparable: la muerte de Gioconda, su única hija. “Perder un hijo es lo peor que te puede pasar. Yo sigo adelante porque es un deber de vivir”, confiesa. Fue Gioconda quien, en una conversación íntima, dejó planteada la idea de donar los bienes familiares. “Me dijo: ‘La que se vaya última, esa va a donar a los niños’. Y yo cumplo su voluntad”, cuenta.
Esa decisión se concretó como un legado solidario. Con el apoyo del resto de su familia, Norma destinó un departamento y otros bienes a una reconocida ONG. “Estoy orgullosa de mi familia. Hay algunas que se pelean por una cucharita, pero ellos me entendieron. Nosotros no somos ricos, pero vivimos bien. Por eso decidí donar”, explica. Si bien conserva la vieja casa familiar de Mendoza y el departamento en el que vive en Santiago, su testamento ya está firmado: “Lo que doy es de mi hija. Estoy cumpliendo con su voluntad. Hay tantos niños y niñas que nos necesitan”.
Una infancia humilde
“Vengo de una familia de buen corazón. Mi padre era obrero y mi madre, una mujer generosa. Si veía algún albañil en la calle le daba café o le hacía un sándwich”, recuerda Norma. En su casa de Las Heras, la misma que construyó su padre con esfuerzo y que todavía sigue en pie, creció con lo justo: “Tenía solo un par de zapatos. Un día, mientras esperaba que me llevaran al médico, vi pasar una niña descalza y se los di. Yo tenía seis años. Mi mamá casi se muere”.
Ya de adulta, esa pulsión por ayudar reapareció en distintos momentos, incluso durante su carrera como cantante. “Siempre que pude, ayudé. En Brasil ganaba bien, mucho más que un trabajador en veinte días o en un mes”, cuenta. Fue allí donde protagonizó un gesto que aun la emociona: “Había una chica que lloraba porque no tenía dinero para ir a ver a su hijito. Queda feo que lo cuente, pero esa noche le di todo mi sueldo, no lo pensé dos veces”.
Con la misma naturalidad con la que relata esas anécdotas, Norma reflexiona sobre su presente y la decisión de donar parte de su patrimonio: “No es generosidad lo que estoy haciendo. Lo bueno es dar cuando estás vivo, aunque eso implique pasar hasta pobreza”, sostiene. Y agrega: “Tengo interés por todo lo que pasa en el planeta. Una vez tuve una vecina de la cual no quise hacerme amiga porque decía que de la puerta para afuera no le importaba nada. ¿Cómo no puede importarte el prójimo? ¿Cómo se puede ser indiferente?”, dice.

Dar es dar
La decisión de dejar parte de su patrimonio en manos de una organización social no fue improvisada ni solitaria. Norma no tiene herederos forzosos: perdió a su única hija y se divorció del padre cuando ella todavía era un bebé. Por eso sintió la libertad de elegir el destino de sus bienes. Habló el tema con su familia y encontró en UNICEF —tanto en Chile como en la Argentina— un lugar que le dio tranquilidad. En esa elección fue clave su cuñada, la esposa de su hermano veinte años menor: “Ella me sugirió esa ONG y todos estuvieron de acuerdo en que donara. Por supuesto, si no estuvieran bien económicamente, no lo hubiera hecho. La familia primero”.
Al principio —recuerda— pensó en donar a una fundación de Mendoza: “Tenía la idea de hacer una escuela para los niños pobres del campo”. Pero finalmente optó por UNICEF. Hoy su testamento ya está firmado: Un departamento en Providencia quedará para la organización y un garaje en la Argentina ya fue vendido y el dinero donado. El departamento en el que vive lo dejará a su hermano y a sus sobrinos.
En Argentina, estas decisiones se conocen como legados solidarios. La figura permite incluir a una ONG en el testamento sin afectar a los herederos forzosos (NdR.: hijos, padres y cónyuges). Puede revocarse en cualquier momento y se concreta con el acompañamiento de un escribano. Aunque la práctica todavía es poco conocida en nuestro país, cada vez son más las personas que eligen dejar huella en causas que trascienden a la propia familia.

Chile, el destino elegido
El regreso de Norma Sudamérica tampoco fue casual. “Estábamos muy bien en Europa. Yo no hubiera vuelto. Pero mi hija insistió. Entonces estudié los países de Centroamérica para abajo, me hice una tirada de Tarot y las cartas me dijeron: ‘Argentina no. Argentina fue, es y será corrupta. Chile, sí’. Y nos vinimos a Santiago”, recuerda.
Hoy, tras casi 25 años en Chile, describe con franqueza sus impresiones del país vecino. “Aquí todo es muy diplomático y muy clasista, como en España: tanto tienes, tanto vales”, dice. “Puedo opinar porque soy una ciudadana del mundo. He conocido muchos países y en este, puntualmente, he pasado muchas cosas. El último terremoto fue lo más espantoso que viví en mi vida. Pensé que era el fin del mundo”, cuenta.
“Más allá de eso, Chile me impresiona por su solidaridad. Todos ayudan. En la calle, si voy a tomar el autobús, siempre hay una mano que me levanta y otra que me da el asiento. También veo mucha sed de aprender. Es un país muy culto”, agrega.
El próximo 31 de octubre Norma celebrará su cumpleaños número 92. Con el testamento firmado, asegura que no piensa en la muerte e intenta mantenerse siempre ocupada. El recuerdo de Gioconda la acompaña a diario. “Era muy bonita y no lo digo porque fuera hija. Hablaba cinco idiomas y se dedicaba a enseñar inglés. No tuvo hijos porque no quiso. Siempre decía que los deseaba, pero que este mundo estaba muy terrible”, señala.
Con información de: INFOBae.com
CD/YC
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