Feb 21, 2022 / 08:09

Terminó un régimen y comenzaron los jaloneos

Va con peras y manzanas. La frase es conocida: “Poca política y mucha administración”. Se dice que Porfirio Díaz quiso sintetizar así lo logrado o lo deseado en su régimen. La política la ejerzo yo y por ello debe haber poca. La administración la realiza mi régimen y debe haber mucha. El ideal es magnífico para quien desee convertirse en el supremo. Yo mando, preveo y determino. Mis subordinados planean y realizan. La decisión es mía. La ejecución de ellos. Todo parte de mí y regresa a mí. El acto creador es el todo. Su cumplimiento, un producto subordinado. Díaz mantuvo ese hacer durante años. El orden de las cosas descansaba en ello. ¿Qué posibilidad tenía un régimen que suponía que el meneo de las hojas individuales y sociales provenía de un hombre? Ser y estar en un mundo previsible y demarcado debió resultar satisfactorio para quienes eran parte de la maquinaria que colaboraba en las decisiones, ejecutaba lo decidido y se beneficiaba del funcionamiento.

El eslogan porfirista se agotó en sus dos extremos. La política terminó por excluir. Los beneficios no alcanzaron para todos, ni para todas las ambiciones. La estructura tenía que romperse para recomponer, no sólo para reordenar las derramas. La administración terminó siendo insuficiente. Centrada en sí misma, supuso que sus bienes alcanzaban a todos o que sus salpicones bañaban a muchos. Quiso sustituir a la política. Pensó que sus parciales distribuciones o sus extendidas corrupciones, generaban legitimidad, orden y progreso. Los sueños de quienes se pensaron élites, removieron los supuestos. Las urgencias diarias, las que desde lejos parecen irrelevantes, se hicieron presentes no como súplicas o demandas, sino como reivindicaciones. Terminó un régimen y comenzaron los jaloneos para establecer otro. ¿Algo habrá querido decir José Ramón Cossío Díaz?

CD/JV

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