Dic 21, 2025 / 10:19

Rosa María Hernández Espejo: ideas, convicciones y una visión transformadora para Veracruz

La presidenta municipal electa de Veracruz por Morena, Rosa María Hernández Espejo, comparte parte de su historia personal, sus valores y la visión que guiará su gobierno, marcada por la cercanía con el pueblo, la constancia y la transformación social.

Desde los 11 años, Rosa María trabajó para pagar sus estudios. Esa frase, repetida con serenidad, encierra más de lo que aparenta. Habla de carencias, pero también de carácter. Ella misma lo resume con una imagen contundente. Dos tipos de hambre, la de comer y la de triunfar. Ambas moldearon su personalidad y su manera de entender la política: no como un privilegio, sino como una responsabilidad.

Criada bajo los valores de la honradez y el trabajo, aprendidos en casa como el único patrimonio posible de una familia humilde, Rosa María no romantiza el sacrificio. Lo reconoce como una escuela. De ahí surge su firmeza, su resistencia ante la adversidad y una voluntad que, según quienes la conocen, rara vez se doblega. No suele hundirse ante las dificultades; las enfrenta con calma, enfoque y determinación.

En un país donde durante décadas la política fue territorio mayoritariamente masculino, Hernández Espejo reconoce que abrirse paso como mujer no fue sencillo. “Antes era más complicado que una mujer entrara a la política”, afirma sin rencor, pero con memoria. Hoy, en cambio, asume el momento histórico con claridad. Es tiempo de mujeres transformadoras. No como consigna de moda, sino como exigencia ética y política.

Su visión de gobierno parte de una premisa central. La transformación no se impone desde arriba, se construye desde abajo. Por eso insiste en el contacto directo, en el recorrido casa por casa, en el diálogo permanente con la ciudadanía. Gobernar desde el territorio no es un gesto simbólico; es, para ella, una forma de ejercer el poder con los pies en la calle y la mirada puesta en la gente.

Rosa María habla de un Veracruz distinto dentro de cuatro años. Iluminado, limpio, sin basura en las esquinas y con ciudadanos contentos. Suena simple, pero no lo es. Lograr lo básico con dignidad implica orden, planeación y una administración honesta. Implica entender que los pequeños detalles cotidianos son, en realidad, los grandes indicadores del buen gobierno.

En lo personal, se define como una mujer reflexiva, con gran sentido de la justicia, leal a sus convicciones y profundamente comprometida con quienes la rodean. Amante del arte, la música, la paz y la armonía, combina esa faceta con un carácter competitivo e impulsivo que la empuja a no detenerse. “Nada nos para… el chiste es no parar”, repite como consigna de vida.

Su fe también forma parte de su equilibrio. Encomendarse cada día a la Virgen de Guadalupe, al Espíritu Santo y a Dios Padre no es un acto de exhibición, sino de introspección. Desde ahí encuentra estabilidad, serenidad y fuerza para asumir los retos del servicio público.

Respaldada por su esposo, a quien reconoce como un apoyo constante, Rosa María también se permite la autocrítica. Acepta errores, aprende de ellos y mantiene la convicción de que aún le falta mucho por hacer. Incluso sueña con ser cronista de la ciudad, como quien entiende que gobernar también es contar, preservar y respetar la memoria colectiva.

En el plano político, se asume como parte de un proyecto más amplio. Con el impulso de la presidenta Claudia Sheinbaum, el respaldo de la gobernadora de Veracruz Rocío Nahle y los principios de la Cuarta Transformación, sostiene que los programas sociales ya no son dádivas, sino derechos constitucionales que fortalecen la prosperidad social.

Rosa María Hernández no se presenta como una figura distante ni infalible. Se presenta como una mujer de territorio, de palabra directa y voluntad firme. Al final, su filosofía cabe en una sola frase. “El que no vive para servir, no sirve para vivir”. En Veracruz, esa idea no solo se pronuncia; está a punto de ponerse a prueba.