
Regaña Ariadna a Cazarín
Crónicas del Poder
José Luis Pérez Cruz
* Secretaria de Bienestar reprocha protagonismo y desorden del delegado
* Juan Javier se quedó calladito
* El Gallo y Cazarín
El reciente desastre natural en la zona norte del estado de Veracruz ha desnudado, una vez más, las miserias humanas de muchos de aquellos que ostentan el poder.
Desde el amparo de un partido político, algunos se han aprovechado del escenario catastrófico para fabricar historias de protagonismo y promover sus presuntas habilidades “en bien de la comunidad”.
Basta mirar las entregas de despensas envueltas en bolsas con colores partidistas, o los videos en redes sociales donde se exalta la imagen pública sin importar el dolor y la pesadumbre de quienes lo perdieron todo, especialmente en Poza Rica y Álamo.
Desde distintos órdenes de gobierno se ha hecho un llamado a anteponer el bien común sobre las ambiciones personales. Sin embargo, más de uno, con ese halo de autosuficiencia que les hace sentirse omnipotentes —como si los demás les debieran pleitesía— ha intentado rebasar por la derecha, incluso a las autoridades federales que verdaderamente tienen el mando de la rehabilitación en la zona siniestrada.
Así ocurrió días atrás, cuando la secretaria de Bienestar, Ariadna Montiel, reunió a los responsables de las direcciones y delegaciones que operan en la región.

Frente a todos, les lanzó un regaño que retumbó entre las paredes del recinto como trueno en plena tormenta durante una reunión en el sitio donde se concentran las operaciones de los gobiernos federal y estatal.
Allí, la titular de Bienestar reprendió con vehemencia al delegado de la dependencia en Veracruz, Juan Javier Gómez Cazarín.
Primero, le dejaron en claro que, durante esta contingencia, él no coordinaría ninguna labor, ya que toda la responsabilidad recaía en la Federación. Le preguntaron quién le había autorizado a instruir a los “Servidores de la Nación” para realizar trabajos de limpieza, cuando esa tarea corresponde a la Marina, la Sedena y otras áreas operativas.
LA VERDADERA RESPONSABILIDAD
La instrucción de la Presidencia, le recordaron, era precisa: la Secretaría de Bienestar debía concentrarse únicamente en el censo de viviendas afectadas y en la activación de recursos para la pronta rehabilitación de lo dañado.
El regaño transcurría mientras Gómez Cazarín guardaba silencio, como niño que acaba de ser sorprendido quedándose con el cambio del mandado cuando la mamá lo envía a la tienda.
De acuerdo con miembros de la delegación de Bienestar en Veracruz, el funcionario había dado instrucciones de enviar brigadas a realizar labores de limpieza. Incluso él mismo se grabó en redes sociales, con escoba en mano, “barriendo” simbólicamente la tragedia o como si con cada palazo de lodo que daba pudiera limpiar su imagen.
Parecía más bien un actor de telenovela improvisando su propio “reality de redención”, o —para decirlo con sarcasmo— un colibrí político batiendo sus alas frente a las cámaras para chupar el néctar de la autopromoción.
Ariadna Montiel fue clara y directa: “A mí no me gusta que se aprovechen las tragedias con tintes políticos”, le dijo al delegado veracruzano. Y esa fue, precisamente, la advertencia que retumbó entre todos los presentes.
No sólo lo escuchó Gómez Cazarín, sino también los directores regionales que se encontraban en la reunión.
EL GALLO Y CAZARÍN
La secretaria de Bienestar añadió, tajante: “A quien no le guste trabajar de esta manera, puede retirarse”. No sin antes sentenciar que lo que había en Veracruz era un desastre de coordinación, producto de la intervención indebida del delegado.
Después del regaño, y ante la mirada de todos, Gómez Cazarín no tuvo más remedio que guardar silencio y suspender la producción de sus videos de protagonismo personal, que —según dicen— ya iban por la octava o novena entrega de su serie “Yo, el héroe de la desgracia”.
Seguramente, como ya es costumbre, Gómez Cazarín saldrá a desmentirlo todo.
Dirá que se trata de “rumores malintencionados” o de “ataques políticos”, igual que cada vez que su nombre aparece ligado a actos de corrupción o abusos de poder.
Pero la negación, en su caso, ya es un libreto aprendido: un acto reflejo, casi mecánico, como el del gallo que canta al amanecer aunque el sol aún no despunte.
La diferencia es que al gallo lo guía el instinto; a Cazarín, la urgencia de limpiar con palabras lo que los hechos ensucian.
joluperezcruz@hotmail.com
CD/YC
* Las opiniones y puntos de vista expresadas son responsabilidad exclusiva del autor y no necesariamente reflejan la línea editorial de Cambio Digital.
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