Jun 25, 2025 / 03:00

”Que mi sangre selle las desgracias de mi nueva patria” ¿Cuáles fueron las últimas palabras de Maximiliano?

Maximiliano de Habsburgo era de tendencia liberal a pesar de ser monarca, a tal punto que ratificó las leyes que despojaban de sus bienes a la iglesia impulsadas por Juárez

Maximiliano de Habsburgo se ha convertido en una figura histórica compleja, pues mientras unos lo ven como un imperialista extranjero (lo fue), otros deciden ver las cosas positivas que dejó su breve y atropellado imperio que terminó con su muerte en el Cerro de las Campanas, donde sus últimas palabras fueron dedicadas a su nueva patria: México.

El siglo XIX fue uno bastante complejo y doloroso para México, la joven y problemática nación emergió entre crisis económicas agudas, inestabilidad política protagonizada por liberales y conservadores, falta de cohesión nacional y las constantes y devastadoras intervenciones extranjeras.

La Segunda Intervención Francesa, que abrió las puertas al Segundo Imperio Mexicano liderado por el austriaco Maximiliano de Habsburgo, es considerada una de las etapas que marcaron un antes y un después en la historia de México.

Francia invade México en 1864

Como solía ser normal para México en el siglo XIX, tras concluir la guerra de Reforma, el gobierno de Benito Juárez se encontraba en la ruina, un territorio dividido y en conflicto con los remanentes del ejército conservador esparcidos en todo el territorio nacional.

Por ello, Juárez se vio orillado a suspender el pago de la deuda externa, la que ocasionó la excusa perfecta para una intervención extranjera tripartita. Pues Francia, Inglaterra y España firmaron el tratado de la Convención de Londres; en el cual se acordó que las tres naciones enviaron fuerzas militares a México para cobrar las deudas.

Buques de los tres países bloquearon el puerto de Veracruz, no obstante, tanto Inglaterra como España se fueron conformes con las negociaciones del Tratado de la Soledad, el cual no convenció a Francia, quien estaba decidido a invadir México para instaurar un “gobierno títere” con el fin de apoyar a los confederados en la Guerra de Secesión estadounidense y así disminuir el poder de Estados Unidos en la región.

Las tropas de Napoleón III invadieron territorio nacional en marzo de 1862, tras avanzar de forma sencilla por el Paso de Cortés en Veracruz, la confianza sobre una victoria de las tropas imperialistas era tal que días previos a la batalla, el general Lorencez escribió al ministro de Guerra de Francia que los franceses tenían “superioridad de raza, de organización, de disciplina, moralidad y elevación de sentimientos”.

En dicho escrito el general francés informó a Napoleón III, que con 6 mil soldados ya era el “dueño de México”.

El Ejército de Oriente, con muy bajas expectativas de vencer, tuvo como única motivación detener a los franceses sin importar el precio, con el apoyo fundamental de distintas comunidades indígenas de la región, apuntalaron una resistencia que logró ser victoriosa contra todo pronóstico.

No obstante, tras la Batalla de Puebla, el ejército francés logró reponerse y logró tomar Puebla y posteriormente la Ciudad de México, provocando el exilio del gobierno de Benito Juárez e la instauración del Segundo Imperio Mexicano encabezado por Maximiliano de Habsburgo.

Las aportaciones de Maximiliano de Habsburgo
El gobierno imperialista e intervencionista de Maximiliano de Habsburgo, tuvo sus contribuciones, pues además de remodelar el castigado Castillo de Chapultepec, que sufrió daños por la Invasión Estadounidense de 1846-1848, mandó a construir el origen de lo que hoy conocemos como Paseo de la Reforma, en ese entonces nombrado como el Paseo de la Emperatriz. Incluso el austriaco trató de conservar y respetar la cultura mexicana.

Maximiliano siempre estuvo apegado a la postura liberal a pesar de ser un emperador, lo que le trajo conflictos con los conservadores mexicanos.

El segundo emperador de México reconoció la legislación juarista e incluso invitó a Benito Juárez a formar parte de su gobierno como Ministro de Justicia, el cual Juárez claramente no aceptó, integró en su gabinete a liberales distinguidos e incluso ratificó las leyes que despojaban de sus bienes a la iglesia a pesar de las presiones recibidas por parte del Vaticano y del obispo de México.

También creó la Academia Imperial de Ciencias y Literatura, no obstante, dictó una ley sobre educación pública eliminando la gratuidad de la enseñanza que fue muy criticada. Incluso se dice que le dio imagen a Miguel Hidalgo, de quien “no se tenía” un retrato o imagen que lo ilustrara.

Maximiliano muere como mexicano
La caída del Segundo Imperio Mexicano tuvo diversos factores locales y extranjeros, como el hecho de que Maximiliano comenzó a perder el apoyo de los conservadores mexicanos, la reagrupación liberal liderada por Benito Juárez y Porfirio Díaz, la victoria de la Unión (Lincoln) en la Guerra de Sucesión y la Guerra Franco-Prusiana que redujo considerablemente las fuerzas francesas en México y el apoyo de Napoleón III. A pesar de que Carlota suplicó por ayuda europea, fue ignorada y fueron abandonados en un país donde no eran queridos por ningún bando en esas instancias.

Porfirio Díaz fue un personaje vital en el desenlace del Segundo Imperio Mexicano, pues protagonizó la resistencia mexicana a través de guerrillas republicanas.

Las victorias para el Ejército Republicano de Oriente no dejaron de llegar, una tras otra. Tras vencer en Nochixtlán, siguieron las victorias en Miahuatlán, La Carbonera, San Francisco Telixtlahuaca y los Valles Centrales.

Posteriormente las victorias republicanas siguieron llegando, siendo la del 2 de abril de 1867, una fundamental. Porfirio Díaz se llevó la conocida Tercera Batalla de Puebla, recuperando el estado poblano y estando en la antesala de recuperar la Ciudad de México.

Con esto Maximiliano tuvo que llevar su gobierno a Querétaro, lugar del que ya no saldría. Así, el 15 de mayo de 1867 las tropas de Mariano Escobedo tomaron la ciudad de Querétaro, quienes apresaron a Maximiliano y lo fusilaron junto a Tomás Mejía y Miguel Miramón.

Así, el 19 de junio de 1867, Maximiliano, Miramón y Mejía se encaminaron hacia el sitio de la ejecución en el Cerro de las Campanas, donde los esperaban cuatro mil soldados republicanos.

Maximiliano dejó a Miramón la posición de honor en el centro y dijo: “Voy a morir por una causa justa, la de la independencia y libertad de México. ¡Que mi sangre selle las desgracias de mi nueva patria! ¡Viva México!”

A pesar de que todo tipo de personalidades extranjeras, incluidas Víctor Hugo, le pidieron a Benito Juárez que le perdonara la vida a Maximiliano, el oaxaqueño hizo caso omiso con la intención de fijar un precedente ejemplar.

Con información de: El Sol de México

CD/AT

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