Ene 17, 2024 / 19:46

Plantar un árbol y otros 6 gestos que nos aportan grandes beneficios

Madrid, España - En los últimos dos siglos los humanos hemos alcanzado logros asombrosos. Un desarrollo tecnológico jamás visto. El lado negativo es que, en algunas ocasiones, se ha hecho desde una interpretación lineal, es decir, desde el consumir como si los recursos fueran ilimitados. El planeta sufre ahora las consecuencias en forma de cambio climático, desequilibrios en la biodiversidad y escasez de algunos recursos materiales.

Estamos en el Atropoceno. Este es el término con el que la Unesco ha designado esta época geológica en la que algunos de los cambios son consecuencia de las importantes modificaciones que ha provocado el Homo sapiens. Pero ese mismo sapiens, bastante más comprometido con el entorno, también es capaz de darle la vuelta a la tortilla y desarrollar estrategias circulares para proteger el medioambiente, recuperar los espacios verdes perdidos en las décadas precedentes y gestionar los recursos naturales de forma más consciente.

Plantar árboles es una de las alternativas que más y mejor atenúan las emisiones de gases de efecto invernadero. Pero hay muchos más gestos que podemos incorporar en nuestro día a día para atenuar nuestra huella de carbono sin apenas darnos cuenta.

  1. Más árboles, más vida
    Sin oxígeno no hay vida. Ni humana, ni animal, ni plantas, a lo sumo, algunos microorganismos anaerobios que tampoco dejarían un planeta como para entrar a vivir. Cada español produce de media unas 8 toneladas de CO₂ al año al montarse en el coche, poner la calefacción, dar la luz, vestirse o comprar un aspirador, por poner algunos ejemplos de acciones cotidianas.

A cambio, un solo árbol absorbe entre 10 y 30 kilogramos de CO₂ al año para realizar la fotosíntesis, que es su forma diaria de comer. En unos 20 años absorbe el equivalente al CO₂ emitido por un vehículo que recorra de 10.000 a 20.000 kilómetros. Obviamente, con un árbol poco se puede lograr, pero si pensamos en un bosque las cosas cambian. Para hacerlo posible hay que tener en el radar iniciativas como la de Cofidis, que planta un árbol por cada préstamo contratado.

Gracias a este proyecto de reforestación en el último año y medio han plantado 142.772 árboles a través de Tree-Nation, una compañía especializada en proyectos de reforestación. Con esta iniciativa, quienes han solicitado un préstamo para pintar el salón, renovar su ordenador o pagar un curso de inglés a sus hijos han logrado neutralizar 5.711,02 toneladas de CO₂.

Los bosques, además, son el hábitat natural de millones de especies de cuya biodiversidad depende el equilibrio biológico del planeta. Cuando faltan bosques, muchas especies mueren. Otras emigran en busca de cobijo y alimento y se convierten en invasoras en otros ecosistemas, obligando a su vez a otras especies a emigrar y creando un círculo vicioso de deterioro natural.

  1. Vestir más sostenible
    La ropa de usar y tirar es una auténtica trituradora de recursos materiales y una importante fuente de CO₂. Por ponerlo en cifras, fabricar cinco camisetas genera 13 kilos de CO₂. Para compensarlo haría falta plantar un árbol, o dos, si hablamos de tres vestidos o tres pantalones vaqueros (46 kilogramos). Un buen argumento para repensar si realmente es necesario acumular ropa que no nos ponemos en el armario o comprar de forma compulsiva prendas baratas para usar solo una vez y dejarlas languidecer al fondo del vestidor.

La industria textil genera el 10% de las emisiones totales de CO₂, más de lo que emiten la industria aeronáutica y la naviera juntas. Esta situación, sin embargo, empieza a cambiar. Muchos de los gigantes de la moda ya están implementando modos de producción más sostenibles, racionalizando el uso de agua e incorporando cada vez más materiales reciclados. Es decir, empiezan a reducir su huella de carbono. Una forma sencilla de reducir nuestra huella de carbono es apostar por aquellas marcas con una hoja de ruta de sostenibilidad marcada. Mucho mejor si, además, esa ropa se fabrica en España, con lo que reducimos el impacto ambiental del transporte.

  1. Sí a la segunda mano
    La mayor parte de los objetos que nos rodean tienen una vida más larga de la que solemos darles. Es esa freidora de aire que compramos con muchas ganas y nunca usamos, la tabla de paddle surf con la que nunca salimos a navegar o esa barbacoa que jamás encendemos porque nos da pereza prepararla. El auge de las aplicaciones de compraventa de artículos de segunda mano cumple tres funciones: deshacernos de esas compras desafortunadas, que encontremos artículos más baratos y evitar que acaben en la basura antes de tiempo. Ahorramos euros y, sin darnos cuenta, muchas emisiones de gases de efecto invernadero.

  1. Buscar artículos de ‘segunda vida’
    La futura Directiva de Ecodiseño traerá medidas para asegurar la reparabilidad de todo lo que se pone en el mercado para 2030 y la prohibición de destruir los artículos no vendidos, las devoluciones con embalajes deteriorados o los artículos de exposición con desperfectos. Muchos de estos hasta hace poco acababan en vertederos o incinerados.

Ahora se reacondicionan, término que hace referencia a una puesta a punto de todos los sistemas del producto para volver a ponerlo a la venta, pero a menor precio. Puede tener daños en el embalaje, algún desconchón en la parte exterior, pero funciona y cuenta con la misma garantía que uno nuevo. Así podemos estrenar desde el último modelo de smartphone a bicicletas de montaña o abrigos de lana de alta calidad, pero a precio de algo de segunda mano.

Otra forma de reducir la huella de carbono que ya usan algunas empresas de moda es reutilizar retales no usados para crear ropa nueva. El resultado son prendas únicas, nuevas, de temporada y bastante más ecofriendly.

Sin olvidar algo que ya hacían las generaciones anteriores: remendar, reparar y poner parches en ese pantalón con un agujero que aún está en buen estado. Muchas compañías ya venden parches y adhesivos en distintos colores y tejidos para reparar desde sillones a chaquetas de montaña.

  1. Revisar el confort en casa
    Una ventana mal sellada, una persiana mal aislada o una puerta de entrada por la que se cuela frío complican lo de mantener una temperatura confortable en casa. La reacción inmediata suele ser ponernos un jersey más grueso, calcetines mullidos, subir el termostato y que la calefacción compense ese frío.

Ese simple gesto nos hace parecer estufas humanas acurrucadas bajo la manta en el salón. Pero también aumenta un 7-9% el consumo de la caldera por cada grado extra, con sus correspondientes emisiones de CO₂ si la caldera es de gas y un salto considerable en la factura a fin de mes. Poner silicona en los marcos de las ventanas, burletes en las puertas y aislar convenientemente las persianas nos ayudará a no pasar frío en casa sin gastar de más.

Si el problema es estructural, es un buen momento para considerar la rehabilitación de la fachada para incorporar un sistema de aislamiento térmico exterior o SATE. También para valorar el autoconsumo con paneles fotovoltaicos. Se trata de grandes inversiones que contribuyen a reducir el consumo energético y cuentan con ayudas para financiarlas a cargo de los Fondos Europeos.

De hecho, el objetivo de la UE es rehabilitar un 3% del parque de viviendas viejas cada año por lo que, previsiblemente, seguirá habiendo ayudas en los próximos años. Estas obras, además, se pueden beneficiar de descuentos en el Impuesto de Bienes Inmuebles (IBI) y en el Impuesto de la Renta de las Personas Físicas (IRPF). Estos tres incentivos son compatibles, por lo que el precio final de la obra se reduce cuantiosamente.

  1. Movilidad sostenible
    Los humos de los motores de combustión son una de las causas del efecto invernadero, muy evidente en la ‘boina’ de contaminación de algunas grandes ciudades como Madrid o Barcelona. Por eso, cada vez hay más alternativas de movilidad ecoamigable: car sharing, alquiler de coches eléctricos para pequeños desplazamientos, motos, bicicletas y patinetes eléctricos para pequeños tramos urbanos… Y, por supuesto, usar más el transporte público y caminar hasta nuestro lugar de destino.

  1. Reducir, reciclar y compostar
    Muchos de los objetos que usamos a diario se diseñan pensando en el reciclaje. Pero ningún objeto se recicla solo, hay que depositarlo en su contendor correspondiente. Cada vez estamos más concienciados sobre separar nuestra basura y dejar los vidrios en el contenedor verde, los papeles en el azul y los envases en el amarillo.

Los residuos orgánicos pueden ir al marrón o, por qué no, podemos compostarlos en la terraza de casa. Pasados unos meses tendremos abono para los geranios. Todo lo demás lo podemos dejar en los puntos limpios, donde ya se encargan de separar los equipos electrónicos, el aceite de freír usado, las radiografías… y reciclarlo convenientemente.

Podemos reducir aún más nuestra huella sin tener que modificar nuestra cesta de la compra, adquiriendo más a granel, llevando nuestra bolsa o un carrito de la compra y, siempre que sea posible, comprando producto de proximidad, orgánico y sostenible. Da igual que sea una lechuga, que una toalla o unos zapatos. Son pequeñas restas en nuestra huella de carbono diaria que suman a la hora de hacer que este Antropoceno no acabe siendo un desastre.

Con información de: La Vanguardia

CD/NR

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