Oct 28, 2021 / 13:47

Machimbre

Ficciones

Marcela Lucía Casagrande

Como los métodos de diagnóstico no eran los actuales, nunca supe bien de qué enfermedad murió mi tía. Tampoco Ángel nos aclaró las cosas. Él es nuestro tío y pese a su nombre, de ángel no tiene nada.

De ella recuerdo poco. Una vez me compró una guitarra y Ángel no le habló por una semana. A partir de entonces, el instrumento quedó prohibido en el ropero. Otra vez, la tía se compró un vestido y terminó en el hospital.

Ángel procuraba hacer todo lo necesario para instalar el terror. Su especialidad eran los golpes en la cabeza y patadas en las piernas, las mismas patadas que le daba al pobre perro que había sido de nuestra mamá. Aunque corriéramos, Ángel nos pescaba de las trenzas y nos golpeaba contra las paredes. Llorábamos durante horas bajo la cama, abrazando a algún roñoso peluche y sintiendo cómo los chichones se iban inflando. Después seguían días de silencio, en los que no nos dirigía la palabra. Y por supuesto, sopa, siempre sopa.

Ni fuerzas para odiarlo nos quedaba. Familia acotada de tres: El, Rosa y yo. Nuestro máximo contacto con el mundo de los hombres era atender al sodero. Tiempos en lo que lo más erótico de la tele era un beso y en los que la transmisión comenzaba con “Bonanza”, que mirábamos mientras él nos tenía a upa, haciéndonos “caballito”.

No salíamos más que para ir a la escuela. Nuestras vacaciones eran mirar mil veces las fotos de un atlas de geografía, juntar cascarudos y bolitas de plátano de la vereda. El viento nos traía el sonido del Sarmiento y la imagen de mamá arrojándose a las vías.

Un día le preguntamos a él para qué servía el ombligo y lanzó una carcajada sin darnos respuesta. A partir de entonces supusimos que del ombligo salían los bebés. Precozmente Rosa fue “señorita” y por lo de la sangre creí que estaba enferma.

Si odio el fútbol, es por el relato de la radio a todo volumen de los domingos a la tarde, cuando se la llevaba a la pieza a Rosa. Yo apretaba los crayones sobre papel hasta perforarlo con el trazo. Ruido de resortes de colchón, chirrido de cigarras al sol y pregón de Laponia helados.

Por ser la más chica, me mandó a vivir con una vecina, la del terreno de la otra cuadra. A Rosa ni se la veía. Tampoco en la escuela. Me reencontré con ella años después en la estación. Difícil recordarnos hermanas, salvo por el llanto bajo la cama.

Desaparecimos de la vida del tío.


Hasta hoy.


No cambió la cerradura. Un pastizal y un cardo nos reciben. Incisivo olor a pis y a mugre. Volvemos para recuperar la guitarra del ropero y de sus cajones: algunas fotos de mamá. Dispuestas a revolver todo en sus narices, nos guardamos la escritura de la casa. Telarañas bordan billetes que ya no existen.


El, duerme la siesta, pero no ronca. Todo es silencio. Es momento de irse, el olor nos va a perseguir en la ropa. De repente Rosa me hace un gesto. Que espere. Nos quedamos como en imagen congelada, agudizando los sentidos. De tanto exprimir al oído, percibimos aleteos, zumbidos, algunos tan imperceptibles como una hoja o una tostada que cae al piso. Rosa apoya una mano sobre un machimbre reciente, luego las dos, bien abiertas, como esperando que la madera le hable. Y una yema transita un inestable listón entreabierto. Nos da la bienvenida una polilla y mis dedos empujan la madera esponjada sin presentir su debilidad. Aunque sobreviene un olor insoportable, nos gana la curiosidad y con fierros del fondo, comenzamos a levantar la estructura del machimbre hasta llegar a los listones, también apolillados. Una multitud de alimañas estalla. Y sin asco, seguimos. Hasta toparnos con huesos. Extremidades. Costillas. Un cráneo humano grande y otro pequeño. Y otro más chico, tal vez de un perro.


Abrazo a Rosa y la saco de ahí. Corremos.

Angel se despierta. Me asomo a su pieza. Me ve y no dice nada.


Porque le vino el “alemán”. No sabe quién es él, ni quién soy yo.


Ya no me pega.

CD/YC

* Las opiniones y puntos de vista expresadas son responsabilidad exclusiva del autor y no necesariamente reflejan la línea editorial de Cambio Digital.

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