Dic 14, 2022 / 10:51

Los políticos deben cuidare su salud

En uno de sus célebres aforismos, Giulio Andreotti, siete veces primer ministro italiano, dijo que “el poder desgasta… a quien no lo tiene”. Pero quien lo ejerce, tampoco rebosa de salud. Es más: la historia demuestra que el oficio de gobernar suele pasar factura, a veces de forma grave, y que la enfermedad condiciona el ejercicio del mismo. David Owen, médico, que fue en los años setenta ministro de Exteriores del Reino Unido, ha publicado un libro en el que repasa las enfermedades de los principales jefes de Estado y de Gobierno en los últimos cien años (En el poder y en la enfermedad, Siruela). Su conclusión es que pocos líderes consiguen el aprobado.

En un artículo publicado en 2009 en la revista Brain, junto a Jonathan Davidson, profesor del departamento de Psiquiatría y de las Ciencias del Comportamiento en la Duke University, en Dirham (EE.UU.), Owen llegó a la conclusión de que la mitad de los presidentes estadounidenses entre 1776 y 1974 ha padecido trastornos psiquiátricos. Los más comunes: depresión, ansiedad, trastorno bipolar y dependencia del alcohol. En uno de cada tres casos, estos problemas “fueron evidentes a lo largo del ejercicio de su mandato”. Algún ejemplo: Theodore Roosevelt (trastorno bipolar), Wilson y Hoover (trastorno depresivo grave), Nixon (abuso de alcohol). ¿El oficio del político es malo para la salud?

Según el psiquiatra José Cabrera, autor del libro La salud mental de los políticos, “una persona que accede al poder político ya presenta un perfil predeterminado y posee una ambición especial. Sin embargo, aunque uno tenga una vocación para ocupar cargos políticos, el ejercicio del poder es una losa tan grande que le puede hacer perder la perspectiva. No necesariamente se traduce en algo grave, pero sí pueden darse unos síntomas inherentes al oficio”.

CD/YC

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