Oct 22, 2025 / 18:49

Los mayas siguieron los movimientos de la luna durante años para predecir los eclipses

Sin las matemáticas de los babilónicos, los mayas lograron una gran precisión para predecir los eclipses. El cómo sigue siendo tema de debate, ya que no ha llegado hasta el presente un manual de la astronomía maya. En realidad se pueden contar con los dedos de la mano y sobraría alguno los textos de aquella civilización que han pervivido. Uno de ellos, el más complejo, pero mejor conservado, es el Códice de Dresde. Formado por 39 hojas hechas con pasta de la corteza de un árbol, en sus 3,56 metros de longitud hay calendarios rituales y adivinatorios, tablas astronómicas y meteorológicas, instrucciones rituales y numerosas representaciones de dioses. Fue clave en su momento para descifrar los jeroglíficos mayas. Ahora, una revisión de su parte astronómica da nuevas pistas de cómo predecían los eclipses.

“La tabla de los eclipses del Códice de Dresde era parte de una larga tradición en la que los expertos estaban generación tras generación incorporando ajustes para mejorarla”, dice el arqueólogo de la Universidad Estatal de Nueva York en Plattsburgh (Estados Unidos) y coautor de esta nueva investigación publicada en Science Advances, Justin Lowry. Esa tabla del texto maya se sabía relacionada con los eclipses desde más de un siglo, pero se desconoce cómo funcionaba con exactitud. La clave estaría en los ciclos lunares.

En las ciudades mayas existía una figura que se podría llamar como los vigilantes de los días, los encargados de medir el tiempo, pero también de los rituales en torno a su paso. Estos vigilantes medían la sucesión de los días basándose en el mes lunar, contado desde la primera luna creciente tras la luna nueva. Las fases del satélite son relevantes: los eclipses lunares ocurren cuando la Luna está en plenilunio, mientras que los solares suceden en novilunio. El Códice de Dresde recoge 405 ciclos o meses lunares entre un primer eclipse y uno último con el que acaba la tabla.

“Lo que nosotros sostenemos es que los ajustes, los cambios los hacían en medio de la tabla”, dice Lowry, que destaca que aquellos vigilantes de los días eran muy pragmáticos, su saber lo basaban en la observación. “Piensa que si estás mirando al cielo y ves que cuando hay un eclipse [solar] siempre es con luna nueva, relacionarás luna nueva con eclipse. Así debieron mirar y contar hasta la siguiente luna nueva”. Pero no hay un eclipse solar con cada novilunio, como no lo hay lunar con cada plenilunio. Y es que solo hay dos momentos posibles en los que pueden producirse estos fenómenos: durante los nodos de la Luna, es decir, cuando esta se cruza con la eclíptica, esa aparente línea curva por la que se mueve el Sol. El resto de su órbita no está en el mismo plano que el planeta, por lo que no podría ocultar a la estrella o que la Tierra pasara entre ambos. En consecuencia, solo puede haber un eclipse lunar cuando la Luna llena está cerca de un nodo lunar, así que solo puede producirse uno solar cuando es la nueva la que se acerca uno de los dos.

“No creo que los mayas conocieran el fenómeno de los nodos, pero debían saber que había algo ahí”, sostiene Lowry. Fue con la sucesión de meses lunares y eclipses como fueron ajustando la tabla, modificándola con cada nuevo eclipse. En el momento en que la fase de la luna es nueva y el satélite está en el centro del nodo es cuando se produce un eclipse total, si está a dos días de alcanzarlo o ya lo ha pasado, lo que hay es uno parcial. “Los mayas fueron haciendo mejores predicciones de cuando la luna nueva estaba más cerca del nodo con la observación”, completa el arqueólogo.

Con información de: El País

CD/ST

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