Dic 09, 2023 / 22:33

Liberación del manatí antillano Pompeyo trae esperanza para la especie en México

Ciudad de México.- Un pequeño manatí, de algunas semanas de nacido, fue visto nadando solitario en la Laguna Milagros. Los habitantes de la localidad de Huay-Pix —en donde se encuentra este cuerpo de agua en Quintana Roo, al sureste de México— lo dirigieron hacia un pequeño corral dentro del agua, esperando que en algún momento su madre se acercara para llevárselo. No sucedió. Era agosto del 2021.

“En ese momento ellos informan a la autoridad y llaman a la Red de Varamientos de Mamíferos Marinos del Estado de Quintana Roo. Somos una red de ciudadanos, académicos y autoridades que atienden este tipo de casos. Acudimos al llamado y se trajo al animal a la Laguna Guerrero, en Chetumal, en donde ya existen instalaciones para la rehabilitación de mamíferos. Allí se decide tener al animal en rehabilitación para su posterior liberación”, explica la bióloga Nataly Castelblanco Martínez, experta en manatíes.

La cría huérfana de manatí antillano (Trichechus manatus) presentaba deshidratación y una ligera anemia, pero no tenía alguna enfermedad importante. Su salud se restableció en pocos días y, en adelante, no causó mayor problema. Comenzó a ganar peso con fórmula láctea especial. Poco después fue nombrado Pompeyo. Un niño lo bautizó así en honor a Othón P. Blanco —la letra “p” es de Pompeyo—, un reconocido marino mexicano y fundador de la ciudad de Chetumal.

“Tiene una manchita muy única en su vientre. Normalmente, los manatíes antillanos no tienen una mancha muy grande y digamos que esa es una característica de los manatíes amazónicos (Trichechus inunguis), otra especie. Entonces nos llamó mucho la atención ver esa mancha. Otro aspecto muy único de Pompeyo es que es el manatí más peludo que he visto en toda mi vida. Es un animal muy bonito, muy carismático y muy listo. Respondió rápidamente a todos los procesos que hicimos con él y realmente nos dio muy pocos problemas en términos de comportamiento y salud”, agrega la catedrática de la Universidad Autónoma del Estado de Quintana Roo y líder en el proyecto de rehabilitación de Pompeyo.

En noviembre de 2023, poco más de dos años después de su hallazgo, Pompeyo estaba listo para vivir nuevamente en libertad. Así que fue soltado en la laguna.

Los pasos previos
Aún con la gran resiliencia que caracteriza a Pompeyo, lograr su liberación no fue una tarea fácil. Necesitó de la colaboración de 28 instituciones y casi un centenar de personas de siete países diferentes. Una gran parte de ellos fueron voluntarios y estudiantes mexicanos e internacionales de carreras como biología marina y veterinaria que, en equipos coordinados por la Red de Varamientos y la organización Dolphin Discovery, se encargaron de cuidar del manatí las 24 horas, siete días, durante 27 meses, en el Centro de Atención y Rehabilitación de Mamíferos Acuáticos (CARMA), ubicado en Laguna Guerrero.

“En el caso de Dolphin Discovery tenemos un rol amplio de estancia de estudiantes de distintos países, entonces, ante la complicación que había de gente [para cubrir las necesidades de Pompeyo], se me ocurrió algo muy sencillo: su primera labor en su servicio social o en su estancia, era irse a Chetumal. Llegaban los chicos y les decíamos: ‘Empaquen, sus primeras dos o tres semanas van a ser en Chetumal cuidando a Pompeyo’”, recuerda Roberto Sánchez, médico veterinario especialista en manatíes, exdirector del Departamento de Medicina Veterinaria de Dolphin Discovery, y responsable del monitoreo de la salud de Pompeyo.

De acuerdo con el experto, encontrar manatíes huérfanos, conforme pasan los años, se está volviendo un hecho cada vez más común. Sólo en el 2023, Sánchez ha atendido tres casos en Colombia. A Pompeyo, en su primer año de rehabilitación, hubo que darle leche en una botella cada tres horas. A partir de octubre del 2022 su alimentación cambió a la vegetación nativa de la laguna. Entonces tuvieron que salir en lancha y bucear para recolectarla.

“Vino el reto de enseñarle a comer vegetación nativa. Hasta el final fue un reto muy grande, porque siempre buscamos que el animal estuviera alimentándose de la vegetación que iba a encontrar en libertad. Eso implicaba viajes constantes a los lugares en donde hay algas, porque en la Laguna Guerrero no hay pastos marinos, sino algas subacuáticas. Eran labores de tres o cuatro voluntarios haciendo snorkel para cosechar todas estas algas y llevarlas al corral de Pompeyo”, recuerda Nataly Castelblanco.

En algún punto, incluso, las algas ya no eran suficientes para saciar el apetito del manatí que continuaba creciendo y requería hasta cuatro canastas de alimento diarias, así que se tuvo que complementar con lechugas cultivadas en la ciudad para que Pompeyo no perdiera peso.

“Tuvimos que inventar varios métodos para que estas algas permanecieran en el fondo: utilizamos algunos guacales y los mismos chicos voluntarios se encargaron, a ensayo y error, de crear estas estrategias para darle la alimentación. El objetivo era que él se acostumbrara a comer en el fondo y no en la superficie, para poder imitar el tipo de alimentación que tienen los manatíes de acá. Nos encanta ver que él aprendió realmente a bajar y estar mucho tiempo abajo, comiendo sin subir a la superficie”, explica la experta.

Un corredor biocultural para conservar al manatí
El manatí antillano (Trichechus manatus) es un mamífero acuático considerado En Peligro de extinción en su área de distribución en México, que va a lo largo de la costa del Golfo de México, desde el Río Pánuco, Veracruz, hasta el sur de Quintana Roo. La Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN) lo mantiene enlistado como una especie Vulnerable desde el 2008. De acuerdo con especialistas como Castelblanco, en los ecosistemas costeros de Quintana Roo, la pérdida y degradación del hábitat, así como las perturbaciones causadas por actividades turísticas, se consideran factores de estrés importantes para los manatíes.

La Laguna Guerrero —que es uno de los cuerpos de agua que forman parte del Santuario del Manatí Bahía de Chetumal, el hogar de Pompeyo— desemboca en la Bahía de Chetumal, sitio en donde se tiene evidencia de que puede haber unos 150 manatíes. Esta bahía se conecta con la costa de Belice, que cuenta con registros que hablan de entre 400 y 500 individuos en el país vecino. Todo este sistema es de vital importancia para los manatíes, pues les representa sitios de refugio y alimento.

“Los riesgos que estamos viendo en estos lugares son, principalmente, de pérdida de la calidad del hábitat para los manatíes. Por ejemplo, hacia el sur, en el lado del Río Hondo, existe una industria azucarera bastante fuerte. Estos cultivos normalmente usan agroquímicos y fertilizantes que están adicionando material nitrogenado a los cuerpos de agua, lo que incrementa la eutrofización y la contaminación. También en la ciudad de Chetumal, junto con otras poblaciones aledañas, el mal tratamiento de las aguas conduce a que exista un lixiviado de contaminantes en los cuerpos de agua”, explica Castelblanco.

Otras amenazas incluyen la pérdida de los bordes de vegetación, como los manglares, y la degradación de los fondos de los cuerpos de agua que habitan. Además, hacia la parte costera de Quintana Roo, existe la problemática del sargazo, un tema que no se ha explorado suficientemente, pero que también podría tener implicaciones negativas para los manatíes en caso de que lo consuman. Finalmente, en Quintana Roo se ha observado un incremento en el tráfico de las embarcaciones motorizadas, lo que podría implicar un aumento en colisiones con los manatíes.

Como las amenazas para esta especie están principalmente relacionadas con factores antropogénicos, los expertos apuntaron que las acciones de conservación y gestión debían centrarse en la comunidad. Así, previo a la liberación de Pompeyo, comenzaron con una ardua tarea de educación ambiental que sería la base para que, tiempo después, naciera un corredor biocultural.

“El proceso de información y sensibilización se comenzó desde que Pompeyo llegó a Laguna Guerrero en el 2021. Con las dos comunidades vecinas al CARMA —Laguna Guerrero y Raudales— que fue en donde estuvo Pompeyo estos dos años, se trabajó principalmente con los niños y jóvenes de las diferentes escuelas comunitarias, desde preescolar hasta preparatoria”, detalla Janneth Padilla, coordinadora logística de la Red de Varamientos de Mamíferos Marinos.

Entre la información compartida, se les explicó la biología, ecología y conductas de los manatíes, así como en qué consiste el proceso de rehabilitación de un manatí y por qué es importante conservar la zona en buen estado. También se hicieron entrevistas con operadores turísticos, pescadores y artesanas, como antesala a una serie de capacitaciones e intercambios de experiencias en torno a la convivencia con los manatíes.

Para 2022 comenzó a gestarse lo que hoy se conoce como el Corredor Biocultural para la Conservación y Monitoreo del Manatí en Quintana Roo, liderado por la Fundación Internacional para la Naturaleza y la Sustentabilidad (FINS) y respaldado por las organizaciones One Earth y Grounded.

Esta estrategia de conservación consiste en un enfoque liderado por la comunidad, es decir, basado en el conocimiento, tradiciones y percepciones de las personas locales, con el objetivo de monitorear, conservar y recuperar especies en peligro. Los habitantes locales se colocan en el centro del programa y contribuyen en el cuidado de la especie.

Sus objetivos son la educación ambiental y conciencia; la transformación de las prácticas turísticas hacia la apropiación de la imagen del manatí, en lugar de su uso directo; y el monitoreo y vigilancia ciudadana de los espacios que estos mamíferos habitan.

Este corredor conecta las áreas protegidas con la mayor densidad de manatíes en el Caribe mexicano. De norte a sur, recorre el Santuario de Flora y Fauna Yum Balam, la Reserva de la Biosfera Sian Ka’an y la Reserva Estatal Santuario del Manatí, concentrando sus acciones en los pueblos turísticos, pesqueros y langosteros que coexisten con los manatíes.

“Prácticamente todo el Estado formó parte de la campaña del Corredor Biocultural y el embajador fue Pompeyo. En esta campaña educativa, coordinada por Lizbeth Lara Sánchez y Blanca Cortina Julio, se dio a conocer el proceso de rehabilitación que estaba llevando y todas las buenas prácticas que hay que realizar para poder convivir con un animalito rehabilitado, pero también con los manatíes que están en vida libre”, agrega Padilla. El aprendizaje, dice, ha sido totalmente colaborativo y colectivo, tratando de involucrar a toda la población en un proceso continuo, en donde los especialistas no han llegado a imponer, sino a escuchar, aprender y respetar el conocimiento que poseen las comunidades.

Pompeyo se convirtió en una bandera de la conservación. Fue la imagen del Día Nacional del Manatí, que se celebra cada 7 de septiembre desde 1999, por lo que incluso se le dibujó como una caricatura que formó parte de una campaña. Ahora las artesanas locales confeccionan y bordan pequeños manatíes para ofrecer a los turistas, y se imprimieron camisetas y cilindros para el agua que regalaron a los niños, bajo el hashtag #DeRegresoACasa.

La liberación y la esperanza
Nataly Castelblanco describe la liberación de Pompeyo como uno de los momentos más emotivos que ha vivido. En el Santuario del Manatí Bahía de Chetumal, la mañana del 3 de noviembre del 2023, el manatí que había llegado con escasos 13 kilos, ahora pesaba más de 70 y medía 151 centímetros. Fue sacado de su encierro y cargado de manera muy cuidadosa sobre una camilla de lona, entre ocho personas, hacia el otro lado del muelle. Unos desde la plataforma y otros cuatro dentro del agua, esperaban el descenso de Pompeyo a su hogar. Allí estaba esperándolo Daniel, otro manatí rehabilitado por el mismo equipo hace 20 años.

“Pompeyo se quedó un ratito allí, como sin entender muy bien qué era lo que estaba pasando. Personalmente, fue una sensación mixta de emoción, alegría y un poquito de tristeza e incertidumbre, porque realmente no sabemos bien cómo va a funcionar la cosa ni cómo va a reaccionar él. Es la misma sensación que tiene una mamá cuando el hijo se va por primera vez de casa”, narra la experta.

Esta área de liberación fue decidida porque presenta características típicas del hábitat del manatí, con una alta oferta de vegetación acuática sumergida, un bajo tráfico de embarcaciones de alta velocidad, por su conectividad con otros sistemas y la presencia constante de manatíes, especialmente madres y crías.

Allí, Pompeyo fue liberado con un dispositivo de telemetría para su monitoreo. Para ello, se eligió un sistema de etiquetado de radio VHF que se instaló con un cinturón alrededor de su aleta caudal, es decir, la base de su cola.

“Hay varios tipos de telemetría que se les pone a los manatíes. Una es la telemetría satelital y otra es la telemetría por medio de radio VHF; esta última fue la que se le puso a Pompeyo. La diferencia es que la satelital es la que nos da la posición exacta del animal, para monitorearlo día y noche. En el caso de la tecnología de radio VHF, tenemos que ir nosotros mismos, con una antena, a verificar dónde está el animal”, explica Castelblanco.

Este radio envía una onda que los expertos capturan mediante la antena, con la que pueden escuchar el beep del aparato en el animal. Esto significa que no estará monitoreado las 24 horas, pero se hizo de esta manera porque Pompeyo todavía es un animal joven y de tamaño pequeño —en comparación con los manatíes adultos— y la tecnología satelital está condicionada a una varilla flotante, lo que implica un riesgo de enredo para el animal.

“En animales grandes se hace sin problema, porque son suficientemente fuertes para quebrar esta varilla, pero en el caso de Pompeyo no quisimos correr ese riesgo. Por eso tiene un radio que está pegado completamente con el cinturón a su aleta caudal. La idea es que, de aquí a unos meses, cuando el animal haya crecido más, podamos recapturarlo y ponerle, ahora sí, un aparato satelital”, comenta Castelblanco.

Por lo tanto, el proceso de rehabilitación de Pompeyo no ha terminado. El objetivo del monitoreo es ubicarlo periódicamente para entender sus movimientos, así como verificar su estado de salud y adaptación a la vida silvestre. Aquí es donde entra la importancia de la colaboración de la ciudadanía para informar al equipo sobre los avistamientos de este manatí y seguir las reglas de no alimentarlo ni molestarlo, así como a ningún otro manatí del Santuario.

Pompeyo, a ojos de sus cuidadores, es un individuo curioso, despierto y resiliente. Por ello esperan que se quedará cerca del recinto que conoce, pues lo ubica como lugar de refugio, y que poco a poco hará exploraciones más allá de sus fronteras.

“Tenemos esa tranquilidad de haber hecho lo mejor que pudimos con nuestros recursos y nuestros conocimientos. Ahora toca cruzar los dedos para que Pompeyo tome las mejores decisiones de aquí en adelante, que consiga rápidamente su alimento y pueda encontrar otros amigos manatíes. Que sobreviva de manera exitosa y pueda vivir los muchos años que le faltan de vida, recordando que pueden llegar hasta los 60. Pompeyo apenas tiene dos, está en su adolescencia. De aquí en adelante, esperamos el mejor futuro para él”, concluye la bióloga.

Con información de: mongabay.com

CD/JV

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