Abr 07, 2025 / 10:52

La redención se está haciendo y Jesús necesita muchos cirineos

Sursum Corda

José Juan Sánchez Jácome

Presbítero

Se acercan los días de la pasión y muerte de Nuestro Señor Jesucristo. Independientemente de los resultados que hayamos obtenido durante este tiempo de preparación, se siente la emoción que causa en las comunidades cristianas la celebración de la fiesta de la pascua.

La cuaresma nos ha venido guiando en este proceso de conversión, especialmente en los momentos de cansancio y confrontación que además de revelar nuestra propia debilidad muestran las intenciones del maligno que nos ataca con toda su fuerza cuando de verdad queremos regresar al Señor y ser fieles en su camino.


En efecto, hay factores adversos que tienen la capacidad de cimbrar nuestra vida y desviarnos en nuestro propósito. En este proceso no solo aparecen nuestras debilidades y pecados, no solo se asoma el cansancio y nuestra propia inconsistencia, sino que -como siempre sucede cada año- van surgiendo noticias, publicaciones y acontecimientos que quieren desacreditar lo que celebramos, inducir al escándalo, golpear la autoridad moral de la Iglesia y restar credibilidad a fe cristiana.


No obstante, esta adversidad con la que tenemos que batallar, la cuaresma ha venido sensibilizando nuestra alma para mantenernos en este camino difícil y llegar a percibir, durante estos días santos, el misterio de la misericordia de Dios y todo lo que representó el sufrimiento de Jesús por la salvación de toda la humanidad.


Si acaso no nos hubiéramos preparado como es debido durante estas semanas de cuaresma, confiamos en que el acontecimiento mismo de la pasión y muerte de nuestro Salvador tiene el poder de iluminar nuestra propia realidad, llevarnos a hacer un alto en nuestra vida, generar una profunda reflexión y ayudarnos a sentir dolor de nuestros propios pecados. Siempre queda una motivación para rectificar cuando nos tocamos el corazón, al contemplar la cruz de nuestro Salvador.


Si no vivimos la cuaresma y nos encontramos de repente con el acontecimiento pascual, que por lo menos aparezcamos de la nada como el Cirineo a quien obligan a desviar su camino y sin que él se lo espere comienza a ver a los ojos del Cristo sufriente, siente su respiración agitada, constata el dolor en su alma y se apiada de su situación.


En caso que no hubiéramos vivido la cuaresma como es debido, no permitamos que el maligno nos haga caer en la trampa de pensar que ya no tiene caso celebrar la Semana Santa, porque como no nos hemos preparado no tendrá ningún provecho para nosotros.


Siempre hay tiempo para recapacitar, siempre queda una oportunidad para volver a Dios. No permitamos que nadie nos arrebate este kairós para acompañar a Jesucristo en el camino de la cruz.

Hay que comenzar esta experiencia descubriendo que el sufrimiento y la muerte no acabaron con el Señor ni pudieron derrotar el plan de redención, así como la esperanza que han mantenido los profetas, a lo largo de los siglos, de llegar a sacudirnos de manera estructural el dominio del mal.


Habiendo vivido la humanidad en la oscuridad, la muerte y el sometimiento, por el Señor Jesús hay un paso a la luz, a la vida nueva y al triunfo definitivo contra el mal, que celebramos precisamente estos días santos, especialmente cuando entramos en la noche santa de la resurrección de nuestro Salvador Jesucristo.


Pero necesitamos vivir paso a paso el misterio pascual y ser conscientes de los aspectos que conlleva, para no querer apresurar este proceso. Anteriormente algunos decían que era muy exagerado insistir en la parte del sufrimiento, como si fuéramos un pueblo que se quedó estancado en el viernes santo y no llegó a la resurrección; como si fuéramos un pueblo que se quedó en la cruz y no ha logrado contemplar la luz del Señor.


Será necesario señalar que esta identificación de nuestro pueblo con el viernes santo no es un estancamiento, ni una fijación; tampoco significa un desconocimiento del triunfo de Jesús y de lo que conlleva el misterio pascual. Más bien representa una etapa necesaria para no sucumbir ante el poder descomunal del mal que también ha golpeado salvajemente a nuestro pueblo.


Nuestra gente mira la cruz porque siente que el Señor, que pasó por muy duros padecimientos, entiende nuestro sufrimiento y no es indiferente a nuestras lágrimas. Nuestro pueblo se siente comprendido y por eso no deja de luchar, porque nunca pierde la esperanza en la intervención gloriosa del Señor.


Lamentablemente no ha cambiado nuestra situación de ser un pueblo que sufre, que sigue padeciendo los estragos de la injusticia, la pobreza y la violencia. De esta forma, el sufrimiento y la pasión de Jesús siguen siendo para nuestro pueblo un referente que infunde consuelo, fortaleza y esperanza, a fin de responder desde la fe a esta realidad adversa.


Por eso, nuestro pueblo no deja de llorar, cuestionarse, identificarse y conmoverse ante la pasión y muerte de nuestro Salvador. Decía San Pablo de la cruz que: “Los días de la Pasión son días en que las piedras mismas lloran. ¡Y qué! ¿Si el Sumo Sacerdote ha muerto, no se llorará? ¡Se necesita haber perdido la fe!”


Estos días conmueven nuestra alma al contemplar el sufrimiento de nuestro Salvador. La tierra entera se conmueve ante las injusticias, los atropellos y las burlas que sufrió un hombre bueno e inocente como Jesús. Nos conmovemos al darnos cuenta cómo siendo Dios se hizo uno de nosotros y fue tratado con tanto odio y maldad. Difícilmente podemos sustraernos y ser indiferentes, durante estos días santos, respecto de todo lo que refleja el rostro sufriente y humillado de nuestro Señor.


Para llegar a la resurrección y quedarnos con una alegría que nadie nos pueda arrebatar, hace falta primero llorar como es debido. Hemos venido perdiendo la capacidad de oponernos a las injusticias, así como de conmovernos y sensibilizarnos ante las tragedias y el dolor de los demás.


Nuestra propia conversión no pasará de ser únicamente un mejoramiento ético, si no asumimos el evangelio y si no reproducimos los sentimientos de Cristo para solidarizarnos con los que sufren y para seguir luchando por la paz y la justicia.


Este ejercicio de contemplar y conmovernos ante los sufrimientos de Jesús será necesario para despertar nuestra humanidad, para superar nuestra propia indolencia y para no abandonar a su suerte a las personas que están padeciendo problemas y dolores insoportables.


No podemos fingir que no pasa nada, ni voltear a otro lado, ni quedarnos en nuestra comodidad al tener la vida resuelta. Hace falta conmovernos y reaccionar ante las desapariciones, los secuestros, la violencia, la inseguridad y la descomposición social. Muchas familias han sido golpeadas por este flagelo y siguen tratando de recuperarse, así como de no perder la esperanza.


Constatando y lamentando este ambiente de violencia e inseguridad, debemos apoyar a los hermanos que han sido lastimados, para que el misterio del mal -que no se apiada de nadie- no venga a golpearlos doblemente, al grado de postrarlos en la tristeza, llevarlos al odio y la venganza y orillarlos a vivir en la desesperanza.


Que la contemplación de la pasión de Jesús nos lleve a conmovernos del viernes santo que enfrenta nuestro país y de manera especial tantas familias en los pueblos y ciudades de nuestro país. A veces necesitamos arriesgarnos como la Verónica para que desafiando todos los peligros nos hagamos presentes para limpiar el rostro desfigurado de tantos hermanos. Como dicen aquellos versos: “Imita la compasión/ de Verónica y su manto/ si de Cristo el rostro santo/ quieres en tu corazón”.


Que podamos decir al Señor: “Concédeme la gracia de ser, como Verónica, la mujer de la compasión, que vence el miedo, que vence la tristeza, que vence el propio dolor y sólo se ocupa de Ti, solo se ocupa de enjugar tu Rostro, de confortar tu corazón, de suavizar un poco tu pena, tu abandono, tu dolor”.


Necesitamos también, como el cirineo, ayudarlos para que se levanten de sus caídas y experimenten el consuelo, la luz y la paz, en medio de la oscuridad que están viviendo. Como dice San Josemaría Escrivá: “No es tarde, ni todo está perdido… Aunque te lo parezca. Aunque lo repitan mil voces agoreras. Aunque te asedien miradas burlonas e incrédulas… Has llegado en un buen momento para cargar con la Cruz: la Redención se está haciendo –¡ahora!–, y Jesús necesita muchos cirineos”.

CD/YC

* Las opiniones y puntos de vista expresadas son responsabilidad exclusiva del autor y no necesariamente reflejan la línea editorial de Cambio Digital.

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