La lealtad es mal interpretada por políticos
En política se habla que la lealtad se premia. La lealtad a la democracia es una virtud, pero la lealtad en sí misma no es una virtud democrática. La lealtad quizá sea una cualidad que les sirva a los políticos en sus intrigas palaciegas o disputas partidistas, para cerrar filas en torno a un conflicto, para congraciarse con determinados grupos o intereses o para ganarse la confianza del mandamás en turno. No es un atributo, sin embargo, que les sirva a los ciudadanos. No les sirve que los funcionarios públicos procuren demostrar lealtad antes, por ejemplo, que capacidad, integridad o sentido de la realidad. No les sirve tampoco que sus gobernantes les demanden lealtad a ellos para escuchar sus reclamos o atender sus demandas, que por lealtad les exijan sacrificar su autonomía o defender algo indefendible.
La lealtad es un concepto que se presta mucho para el abuso, un fenómeno que muy rápidamente puede degenerar en chantaje, complicidad o negligencia.
Hablar de lealtad en política para muchos puede significar un contrasentido, quizá algunos han pensado que son palabras antónimas; sin embargo, la honestidad es la única cualidad que establece lazos sólidos que brindan garantía de sostenibilidad a cualquier proyecto político, económico o social a corto, mediano y largo plazo; porque la lealtad va en dos sentidos: de electores a candidatos, pero sobre todo de gobernantes a gobernados.
La palabra lealtad proviene del latín legalis; es decir describe a una persona que actúa de acuerdo con la ley; esta legalidad hace referencia no sólo a las cuestiones jurídicas, sino a la amistad, al deber para con la patria, al compromiso para con las instituciones a las que pertenecemos, pero lo más importante a la honestidad para con nosotros mismos; en resumen la lealtad, es una forma de ser y de darse para con otras personas, y en la que entra en juego la transparencia, la honestidad, la integridad y la sinceridad.
Ejemplos de deslealtades en política hay muchos, personas que cambian de agrupación política como quien cambia de traje y sólo por intereses personales; funcionarios que abandonan los puestos políticos para los cuales fueron electos con la mira fija en conseguir un nuevo puesto, menoscabando la responsabilidad adquirida en la elección pasada; políticos que buscan protección con el fuero legislativo de acciones criminales, dejando de lado el compromiso obtenido con la ciudadanía a la cual prometieron gobernar. Lo importante es el puesto, el resto es simulación.
Muchos ven la lealtad como una forma de escalar en puestos de elección popular. No hay forma más rápida de avanzar o crecer políticamente que el sometimiento a la decisión del “jefe”. La hora la marca el “Jefe”. Qué hora son…las que usted diga “jefe”. Lamentablemente seguirá por muchos años más esa nociva práctica en el México lindo y querido.
CD/YC
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