Mar 31, 2022 / 15:45

La Guerra(VIII)

Manuel Zepeda Ramos

Inexactitudes.
Son tiempos de inexactitudes.
La invasión de Rusia a Ucrania no escapa a la vorágine. Son más, explícitamente más, las que surgen de Rusia. Asunto periódico. El vocero del Kremlin lo hace cada vez que está frente a la prensa.
La SPIN del doctor Estrada, cuyo registro de inexactitudes en México habrá de ser libro de consulta para los investigadores serios del futuro nacional, estará seguramente documentando la tragedia de la guerra y sus inexactitudes. Habrá de ser muy útil, también para el estudio del futuro del Mundo, el profesionalismo de SPIN y sus investigadores.
La ONU, por ejemplo, otorga datos precisos: hoy amanecimos con 4 millones de refugiados y con 6 millones de desplazados en el territorio de Ucrania, al lado de un dato que horroriza: el 95% de refugiados son mujeres y niños para quienes, apunta el dato verídico, empieza a ser la ayuda insuficiente, no obstante el gran espíritu solidario, absolutamente entregado de las naciones europeas que saben de la tragedia de la guerra porque el dolor infinito que conlleva posee memoria. Este desplazamiento que divide familias, probablemente para siempre, es tan dura como la tragedia misma de la guerra. Y no agreguemos a los que comercian con la prostitución en todas sus modalidades, en el río revuelto.
En descargo, diría que los resultados de las pláticas de Estambul, parecerían caminar, aunque occidente la calificara al bote pronto como de extrema preocupación. Ucrania regresó al compromiso de su neutralidad ya asumido en pláticas anteriores en la búsqueda del alto el fuego y de no aspirar a ser miembro de la OTAN -pero si a su esperanza de serlo de la Unión Europea-; reinició, pues, con datos ya externados, lo que pudiera ser el inicio de la apertura del ostión. La oferta de Kiev por reducir su territorio a cambio de la paz y el manifiesto interés de Rusia por el Donbas y la península de Crimea -también ya sugerido por el presidente ucraniano en la búsqueda del alto el fuego-, sería un gran principio para el camino de la paz, nada despreciable. No debemos olvidar, nunca, que en la firma de la paz deben estar presentes y firmantes todos los que son y tiene que ver en este arreglo que le preocupa al Mundo.
Una televisora nacional nos ofreció ayer y hoy, a temprana hora, un bocado de comunicación en tiempos de guerra entre dos mexicanos profesionales que se han distinguido por ser, dentro de su gran oficio, corresponsales de guerra. Ayer vimos a Eduardo Salazar transmitiendo a imagen cerrada desde un tranvía de Kiev, reportándole al noticiero cotidiano de Raimundo Rivapalacio de las siete de la mañana. Nos decía que en la capital ucraniana se respiraba tranquilidad reflejo de los resultados de Estambul y los confesos propósitos rusos de empezar a retirarse como consecuencia. En un instante, la imagen se abre y podemos ver que el corresponsal está adentro de un tranvía semi destruido por las bombas que sirve, al igual que muchos otros tranvías inservibles en esta guerra, como "atajadero" de vehículos y personas en las calles de Kiev para complicar su desplazamiento por las calles que pudieran convertirse en un serio peligro. Nos hizo ver que poco a poco la gente de la guerra, niños y grandes, empieza a ver esta tragedia con naturalidad y van perdiendo el miedo. Nos dejó preocupados porque en todo Ucrania hay una gran campaña de persecución de espías que se disfrazan de reporteros y a Eduardo y su equipo los estaban esperando para interrogarlos. No se supo cual fue el desenlace. La alegría vino hoy, al ver al corresponsal mexicano sano y salvo, con su camarógrafo y ayudante que también es periodista, reportándole a Rivapalacio uno más de los días de la guerra, igual de crudos y preocupantes. Dios los cuide y los traiga con bien a México.
Hace pocos días, un periodista argentino, ganador de muchos premios internacionales, comentaba que en la lista de los no amigos de Rusia en esta invasión a Ucrania, no aparecía ningún país latinoamericano. Esto lo llevó a interrogar a un diplomático que fue embajador de México en la ONU y en la OEA. Le decía que este tiempo de la invasión se parecía mucho a los tiempos que vivió México en los años 1938 y 1939, en el preámbulo de la Segunda Guerra Mundial y el tiempo pleno de la guerra civil española. Recordó que nuestro país envió armas a la república española sin ningún trámite más que el deseo de hacerlo, como también se sumaron mexicanas y mexicanos valientes que fueron de voluntarios a defender a la república española a cambio de su vida, asunto que ya lo he registrado en capítulos anteriores. Lo dicho del embajador me llevó a acordarme de lo que platicaban los viejos jarochos, todos simpáticos -no hay quien no lo sea ni lo haya sido-, ya desaparecidos, que me contaban -siempre lo hacían con la alegría de decirlo y repetirlo las veces que fueran-, que cuando el hundimiento del barco de carga mexicano, El Potrero del Llano, a cuenta de un submarino alemán en aguas americanas, las autoridades mexicanas se preocuparon mucho por las consecuencias, inimaginables, que esto pudiera acarrear en futuros eventos:
-Se mandó apagar las luces de Veracruz, lucía oscuro, como la boca de un lobo para que no nos vieran y los jarochos no nos espantáramos, dijo uno de ellos, para agregar:
-¿Sabes donde estábamos todos los habitantes de Veracruz?
-Donde, don Roberto, dígame usted, le respondí con respeto.
-Pues en todas la playas del puerto, con lámparas de mano, buscando al cabrón submarino.
El embajador entrevistado concluyó: latino américa debe de enseñar su solidaridad con Ucrania, de muchas maneras, dado que tenemos compromisos comerciales, bienes y negocios los americanos con toda Europa.
No es posible dejar de acordarme que el segundo avión que envió México a Rumania y que, a Dios gracias regresó con mexicanos y ucranianas con sus hijos, llevó solo una tonelada y media de colchonetas. Hoy hay problemas para alimentar a los refugiados, que se cuentan por millones.
El acoso económico a las riquezas de los oligarcas y al capital de Rusia que financian la invasión a Ucrania, es implacable. Los bancos revisan concienzudamente los disfraces a los que acuden para burlar identidades que no identifiquen nuevos nombres -hombres de paja, les dicen en Europa; prestanombres acá en América-, que permitan esconder los grandes capitales de unos cuantos.
Y el precio del crudo, contra todos los pronósticos de los especialistas aquí analizado, va a la baja.
El temor de las naciones europeas de perder con el embargo del gas a Rusia, los beneficios imposibles de posponer, empieza a disiparse, por increíble que parezca, dirían algunos.
¿Será ya tiempo de preguntar a los implicados en esta locura, si esta invasión de varias bandas no tiene también un ingrediente altamente económico más allá del geo estratégico bélico?
Mientras, occidente se pregunta y se contesta acerca de que el ejército Ruso teme decirle a su presidente que la estrategia de la guerra ha fracasado para no causarle más problemas a su locura.
Lo cierto es que toda esta sarta de inexactitudes encuentran respuesta al ver chatarra rusa por aquí y chatarra rusa por allá, cientos y cientos de tanques y vehículos blindados destruidos en todo el territorio ucraniano a manos de la fuerzas defensoras y el pueblo que hoy ya está armado y decidido a dar la vida por su patria. Las quince mil bajas del ejército ruso empieza a ser creíble; los reportan con la moral por los suelos porque, jóvenes soldados, no quieren matar a viejos y niños que ven reflejados a los suyos y con quien muchísimos tienen relaciones familiares.
Mientras, Alekséi Navalni, joven abogado demócrata y activista anticorrupción, que es seguido por los jóvenes rusos a través de sus redes en grandes cantidades, por millones, que fuera envenenado el 20 de agosto de 2020 con un agente nervioso, Novichok, cuya vida fuera salvada en Alemania y hoy reaprendido una vez más en Rusia al momento de su reingreso. Alekséi Navalni, digo, calienta el brazo, decidido.

CD/GL

* Las opiniones y puntos de vista expresadas son responsabilidad exclusiva del autor y no necesariamente reflejan la línea editorial de Cambio Digital.

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