"La primera víctima de la guerra, es la verdad".

Esta afirmación a lo largo de la historia se ha convertido en lugar común. En la invasión a Ucrania se repite el axioma.
El mundo occidental está invadido de información que enseña el desastre en el terreno mismo de la guerra, donde cientos de tanques rusos han sido destruidos con la estrategia de Ucrania y los apoyos brindados. La evidencia de las imágenes en movimiento lo demuestra.
También hemos visto con fotografías y videos incluidos, la muerte de varios generales rusos, algunos a manos de franco tiradores certeros. No hay un día sin que la propaganda nos enseñe el desastre de la guerra con edificios destruidos en las ciudades ucranianas por misiles lanzados a larga distancia, con sus muertos civiles correspondientes. Los voceros de Rusia simplemente niegan el hecho.
El viernes, nos amanecimos en México con la información de Eduardo Salazar desde algún punto de Kiev en donde el corresponsal nos daba una primicia: había encontrado en los suburbios de casas de la clase media alta, una que tenía muertos por violencia, torturados previamente y a los que les habían cortado dedos y orejas.
Al otro día, también Eduardo, nos enseñaba las calles de una población llamada Gocha, en donde cadáveres con tiro de gracia yacían en las calles con las manos amarradas a la espalda, hombres y mujeres. Antonio Guterres, secretario general de la ONU, exigió una investigación independiente de la "masacre de Bucha", profundamente impactado por las imágenes que el mundo entero empezaba a conocer de cientos de asesinados con las manos amarradas y con todos los antecedentes de haber sido ejecutados por tener un tiro en la cabeza.
Hoy, nos amanecimos en México con la noticia dada por Eduardo Salazar en donde aparecía una fosa común con más de 300 cuerpos. En esos momentos, la matanza de Bucha, ya atribuida al ejército ruso, se convirtió en nota viral planetaria y se empieza a considerar un posible crimen de guerra, pudiendo ser reconocidos como genocidio en Bucha.
¿La matanza de Bucha, indicio de un cuestionamiento serio a la invasión Rusa a Ucrania?
En todo el Mundo, en boca de mandatarios de naciones fundamentales en el conflicto, empieza a manejarse. Lo hace el presidente de Francia, lo hace el de Polonia, lo hace el presidente de Estados Unidos -"ya dije que Putin era un criminal de Guerra"-, por lo que habrá de pedirse su expulsión en el consejo de derechos humanos de la ONU.
Hoy, el mundo habla de Gocha y le pone a la invasión rusa una fuerte presión por todo lo que implica. Rusia lo niega. Bucha está bajo el control de las autoridades ucranianas.
Rusia ha abandonado a Kiev y se desplaza a la región del Donbas y al sur, a la península de Crimea. Parecería que Rusia se repliega a sus territorios conquistados en el 2014 y se reagrupa.
El fantasma de la prolongación del conflicto ronda en Ucrania.
Desde México, Alberto Barranco, en su programa de la televisión "Sacro y Profano" del canal 11, le pone pimienta de la buena y nos ofrece una espléndida entrevista al doctor Jean Meyer, historiador fundamental en México y uno de los grandes científicos sociales que ha participado intensamente en la defensa del CIDE, al lado de su comunidad.
El doctor Meyer es un estudioso de las religiones. Sus libros: Las iglesias católicas y ortodoxas desde los orígenes hasta nuestros días y Rusia y sus imperios, junto a muchos más, forman parte de su extensa bibliografía.
La iglesia ortodoxa de Ucrania, nos dice Meyer, está en comunión con Rusia desde 1596. La Sinfonía Bizantina, le llamaban los especialistas al modelo romano de oriente: Constantinopla, donde reside la máxima autoridad reconocida por los millones de fieles ortodoxos. El emperador Basilius y el patriarca de Constantinopla -el Papa de la ortodoxia quién solo él tiene la supremacía universal sobre el resto de los patriarcas ortodoxos-, eran más que aliados: eran el brazo derecho y el brazo izquierdo del Estado.
Stalin, después de la Segunda Guerra Mundial, resucita a la iglesia ortodoxa que la habían destruido; tanto, dice Meyer, que los obispos se volvieron agentes de la KGB.
En una de sus declaraciones, el patriarca ortodoxo ruso, Kirill, "mandó a derrotar a las fuerzas del mal", así refiriéndose a Ucrania. Dicen los que saben que con eso Rusia se dio un tiro en el pie y, de paso, a su buena relación con la ortodoxia ucraniana que se cuenta por millones.
Putin sostiene una relación muy estrecha con la iglesia ortodoxa rusa. Tanto, dice Meyer, que los dos cultivan un sueño: hacer en Moscú el Vaticano ortodoxo. Putin ya empezó: a las afueras de Moscú mandó construir un inmenso recinto en donde aparecen en grandes figuras emblemáticas Stalin y Putin. Tienen la idea de dominar a los ortodoxos del mundo, incluidos los europeos y, por supuesto, la ucraniana que suman millones de fieles. De consolidarse todo esto, ya se pueden imaginar el poder inmenso que Putin obtendría entre los millones de creyentes ortodoxos.
Mientras eso sucede, observemos la muy posible prolongación indefinida de la invasión de Rusia a Ucrania, milenaria nación que ha sabido estar a la altura de las asechanzas de la muerte con organización, coraje y valentía sin límites, chicos y grandes que poseen memoria, también milenaria.

CD/GL