Mariúpol.
El Mundo se ha conmovido con las escenas vistas en la televisión: el bombardeo de la aviación rusa descargando su poderío destructor "en esta ciudad del sureste ucraniano, cercana a la frontera con Rusia y al pie del mar de Azov", trajo consigo la destrucción de edificios enteros de viviendas y del hospital maternidad, poblado de mujeres a punto de dar a luz y bebés recién nacidos.

Escalofriante.

Entre los escombros -de un edificio largo, de color amarillo, de varios pisos y con todas sus ventanas destruidas y la metralla perforando evidentemente sus paredes-, la gente buscaba a niños y madres heridos, aparatos médicos para el tratamiento intensivo e incubadoras rotas, utensilios de medicina o cadáveres víctimas del bombardeo ruso, producto de la ruptura unilateral del alto el fuego que se había acordado entre Ucrania y Rusia para poner en marcha los corredores humanitarios que permitieran la salida de civiles de las ciudades y el abastecimiento de víveres y medicinas para los que se queden. Vimos embarazadas a punto de dar a luz heridas en la cabeza y en el rostro, caminando sin rumbo, como Dios les dio a entender, auxiliadas por paramédicos, enfermeras, médicos especialistas o, de plano, trasportadas en camilla rumbo a un lugar más apropiado para el alumbramiento.

Los habitantes de la Tierra hemos visto en estas horas muchas escenas como la del bombardeo a la ciudad española de Guernica durante la Guerra Civil Española, bombardeo de destrucción y de muerte de mujeres y niños. Ahora hemos visto, como sucedió cuando fui niño con los documentales de la Segunda Guerra Mundial en la casa de mi abuela Lolita, escenas dolorosas de lo que es la guerra. Nada más que ahora a todo color y desde la comodidad de un sillón que se reclina, en donde el desarrollo tecnológico nos lo permite ver en el momento que sucede.

La unión Europea, en voz de su jefe de la diplomacia, Josep Borrell, calificó la destrucción de Mariúpol como "odioso crimen de guerra, a este bombardeo al hospital que dejó como saldo tres muertos y 17 heridos.

Borrell agregó: "los ataques contra áreas residenciales y el bloqueo a convoyes de ayuda humanitaria, deben cesar de inmediato."

La televisión mexicana, en el programa informativo nocturno que conduce Ciro Gómez Leiva, se afirmó en voz de uno de sus reporteros estrella, que: "todo lo que los invasores están haciendo en Mariúpol, está mas allá de la atrocidad. Es la prueba final de que el genocidio de Ucrania está ocurriendo".

En contraparte, Ígor Konashenkov, secretario de defensa ruso, dijo de manera contrastante que "la aeronáutica rusa no llevó absolutamente ninguna misión contra blancos en la zona de Mariúpol". "…es una provocación puesta en escena para mantener el revuelo anti ruso entre una audiencia occidental".
A la guerra real y evidente de una destrucción palpable, ahora se suma otra, mediática, que busca abrir otras variables.

La diáspora Ucraniana, a todo lo que da.

Ya han salido más de dos millones de habitantes, entre mujeres, niños y ancianos. Los restantes, otros dos millones, entre 18 y 60 años, se quedan para defender a su pueblo con las armas.

Leópolis, ciudad fronteriza con Polonia, se ha convertido en una ciudad de referencia importante. Es la última escala de los que habrán de ser refugiados. Llegan por tren, con sus vehículos o, de plano, a pie. Nadie sabe por cuanto tiempo habrán de abandonar a su patria pero muy bien acogidos por los países de la Unión Europea.

Polonia y sus habitantes, por ejemplo, los recibe con comida, con alojamiento gratuito y con ropa porque los que llegan lo hacen con muy pocas pertenencias.

También en Polonia, 4 empresas de trenes ofrecen billetes -pasajes-, gratis, para trasladarse a cualquier ciudad alemana. El pueblo europeo, que sabe lo que es el drama de la guerra, no pierde la memoria. El espíritu solidario surge de inmediato.

Durante la tregua humanitaria, los músicos de Kiev -ciudad dedicada de siempre al desarrollo de la cultura artística-, se dieron tiempo para armar una orquesta y tocar en la plaza de la capital piezas populares ucranianas. El himno a la alegría, que forma parte de la novena sinfonía de Beethoven, también se hizo presente.

Me tiene muy impresionado la valentía de Karina Velasco Guzmán, veracruzana, que vive en Zhytomyr con su marido Ucraniano y su hija de 8 meses de vida, ciudad que ha sido intensamente atacada por los rusos. Karina es doctora en investigaciones cerebrales y estás incorporada al programa de desarrollo científico de Ucrania. Karina ha decidido quedarse en Ucrania con su familia y que Dios diga. Hace pocos días, una bomba cayó a escasos metros de su casa, afortunadamente sin causarle daño. Mujer valiente, como las veracruzanas, ha decidido apostarle todo al destino y al futuro unido a su familia. Que Dios la cuide.

Hay reportes que informan que los rusos, por tierra, abandonan la federación. Lo hacen en la frontera por Finlandia, en sus automóviles. Habrá que confirmarlo.

Hoy vuela un segundo jet de la Fuerza Aérea Mexicana, otra vez hacia Rumania, por más mexicanos que salen de Ucrania y algunos latino americanos que quepan. Me gusta mucho el gesto. Ojalá que de ida quepa el mexicano corredor de fondo que va a buscar a su hija para traerla. Ojalá. Esta vez, el jet lleva tonelada y media de colchonetas, víveres y medicinas. se está aprovechando la capacidad de carga. También me gusta.

Estamos viendo una guerra que nadie, sensato, desea.

Queremos construir un futuro promisorio para los que vienen.

Debe de ser posible.

CD/GL