“La guerra sucia” al orden del día en Veracruz
Se han dado con todo usando desde el Cruzado, Jab, Uppercut; Crochet, Swing, Gancho y hasta Volado. Ellos son los candidatos a gobernador del estado por la coalición “Fuerza y Corazón por Veracruz”, integrada por los partidos Revolucionario Institucional (PRI), Acción Nacional (PAN) y de la Revolución Democrática (PRD) a la gubernatura de Veracruz, José Francisco Yunes Zorrilla y la candidata a la gubernatura de Veracruz por la coalición "Sigamos haciendo historia", Morena, PVEM y PT, Rocío Nahle García. El más librado ha sido Polo Deschamps de Movimiento Ciudadano, pero igual a arrimado fuertes golpes a Pepe Yunes.
Previo a la “Semana Santa” han arreciado las acusaciones por el lío de una casa y los afectados como non están mochos han contestado igual con agresiones.
Dicen que “en la guerra y en el amor” todo se vale, sin embargo, mientras morenistas se quejan de “guerra sucia” en su contra, estos hacen exactamente lo mismo contra su adversario político.
A lo mejor en los siguientes días hacen una “tregua” por lo religioso y se van acercando al arranque de las campañas donde seguramente van a llegar bien “calientitos”.
Quienes saben de la operación política siempre han manifestado que gana el candidato que menos errores cometa.
La proliferación de ataques entre adversarios políticos no es una práctica novedosa. En democracias antiguas se ha documentado la presencia de señalamientos negativos, agresiones e incivilidad en los discursos de campaña, con momentos históricos álgidos, en donde se concibe como un componente natural de la disputa por el poder.
La publicidad política se define como cualquier mensaje controlado a través de cualquier canal, diseñado para promover el interés político de individuos, partidos, gobierno u otras organizaciones.
Estos mensajes les resuelven parcialmente a los partidos políticos el desafío de comunicarse y persuadir a votantes heterogéneos y geográficamente dispersos, reteniendo además el control formal de aquellos, algo que escapa de sus manos cuando son mediados por organizaciones periodísticas, regidas por sus propias lógicas de selección y tratamiento.
Se define como negativo a cualquier mensaje que contenga una crítica o ataque hacia un oponente electoral, en particular con relación a sus características personales o de liderazgo, su integridad o competencia, su desempeño político previo, o bien sus puntos de vista respecto a los temas de campaña, planes y propuestas. Aunque pareciera que esto conlleva beneficios incuestionables al atacante, porque mina la credibilidad y consecuente elegibilidad de su oponente, también pudiera ser perjudicial, al ocupar recursos que pudieran destinarse a la autopromoción y ante la posibilidad de ser sancionado moralmente por el electorado dada la frecuencia y hostilidad de los ataques (efecto búmeran). Frente a la delicada ponderación que se ha de efectuar al momento de emitirlos, la pregunta es qué factores incrementan o disminuyen los incentivos de los candidatos para que, en lugar de destinar recursos comunicativos apoyándose en sus propias fortalezas programáticas o biográficas, lo hagan enfatizando las debilidades de sus oponentes respecto a sus ideas, fracasos y yerros personales.
Las distintas síntesis teóricas postulan un abanico importante de variables que moldean las características de contenido de una campaña electoral, entre las que se consideran aspectos tales como el sistema político (de gobierno, electoral y de partidos), mediático (saturación de medios, sistemas liberales o públicos), la regulación de campaña (duración, asignación de tiempo aire, normas de censura), el nivel de profesionalización (especialización, presupuestos altos, consultores agresivos, así como ciertos rasgos de cultura política (niveles de votación, identificación partidista).
En un escenario en el que varios actores compiten por la disponibilidad de mercado electoral, es decir, por votantes indecisos que fluctúan en el tiempo, aquellos actúan bajo un principio racional que intenta maximizar los beneficios de los recursos de comunicación electoral de los que disponen, con el objetivo de afectar el cálculo de decisión del votante. Para tal fin, una posible estrategia consiste en auto aclamar al candidato con relación a sus características de credibilidad, integridad, carisma o programa. La estrategia contraria consiste en intentar disminuir el aprecio, apoyo y la utilidad esperada del votante indeciso respecto al contrincante, mediante el ataque.
Ya salió el peino del porque la “guerra sucia”. “Que tire la primera piedra” quien diga no ha usado en alguna etapa de su vida este tipo de acciones.
“Se van a dar hasta con la cubeta”, dicen los miembros de ambos equipos de campaña. Los debates van a estar de “palomitas”. Dios nos agarre confesados es la exclamación en los “Cuartos de Guerra”.
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