Feb 15, 2023 / 09:38

La amistad política

Aristóteles muestra que en política hay algo más esencial que el poder, algo que se presta mejor a ser compartido, y que de hecho solo se da en la medida en que se comparte: la amistad política. A un liberal, digamos, típico, esto puede parecerle una utopía, pero lo más interesante que el liberalismo ha podido aportar al desarrollo ulterior de la teoría política creo que ha sido posible gracias a esta idea, que es de Aristóteles, no de los liberales. La amistad política es un bien común, algo comunicable y efectivamente comunicado, y hace posible la comunidad humana, la polis, que es el bien humano más esencial.

¿Qué puede haber común a los seres humanos, no solo que neutralice el egoísmo narcisista, sino que pueda servir de nexo entre ellos? ¿Cómo se puede compartir el bien? ¿Cómo entiende Aristóteles la comunidad humana (koinonía)? Vamos a intentar comprender el concepto aristotélico de “amistad política”.

Es sorprendente el énfasis que la Política pone al afirmar la centralidad del lenguaje en la vida civil. En efecto, piensa Aristóteles que la condición de animal político en nada difiere de la índole de animal parlante. El hombre es homo loquens en la misma medida en que es naturalmente conviviente. De ahí que entre los principales deberes del gobernante figure impedir que se pierda el sentido de las palabras. (Se supone que, además de recoger las que probablemente serían notas tomadas por alguno de los discípulos que frecuentaban su enseñanza peripatética, en este escrito se recopilan consejos que Aristóteles daría a Alejandro Magno, de quien fue preceptor).

El acento en la envergadura política del lenguaje puede resultar extraño a nuestros oídos, incluso extravagante. Nos es familiar la idea de que la tarea de un político, aunque pueda tener algo que ver con las palabras, es “algo más que palabras”. A la hora de evaluar la gestión de un gobernante solemos fijarnos en otras cosas: “hechos, no palabras”. Todo el mundo cuenta con que en campaña electoral a los políticos se les llene la boca de palabras, también de sonrisas y otros gestos simpáticos; mensajes verbales y no verbales, ciertamente, pero que suelen estar sobrados de verborrea. Termina la campaña, toma posesión el que gana las elecciones, y se esperan los famosos cien días para comenzar a fiscalizar su desempeño. Eso significa, ante todo, contrastar aquellos mensajes con los hechos, con la “gestión”: ―De lo que prometió usted hacer en campaña, ¿qué ha hecho realmente hasta ahora? ―En cambio, a la luz de lo que dice Aristóteles, y en el contexto en que lo dice, se advierte que para él lo más importante en política son precisamente las palabras. ¿A qué obedece este énfasis?

Los amigos no lo son solo porque están a gusto juntos; quizá también por eso, pero sobre todo porque tienen intereses comunes acerca de los cuales buscan hablar, compartirlos en la conversación. Como mejor lo pasan es discutiendo sobre lo que les interesa. En su célebre novela El principito, Antoine de Saint-Exupéry sugiere esta interesante observación: dos personas no son amigas porque se miran mutuamente, sino porque miran ambas en la misma dirección. Al interesarme por algo, y comprobar que en ese interés mío estoy acompañado por otra persona, eso me une mucho a ella.

Los amigos comparten el interés por algo, pero no siempre la forma de enfocarlo. La conversación amistosa se nutre del contraste de enfoques: cómo lo veo yo, cómo lo ves tú, y por qué lo vemos cada uno a su manera. Discusión, contraste de pareceres: eso es lo que estructura la relación de amistad. Es lo que hacen los amigos, y lo que les hace amigos.

Cuando dos personas son amigas, dice Aristóteles, tienden a tratarse con justicia; intentan ser justos entre sí, aunque personalmente sean injustos. Mas cuando hay justicia es más fácil que haya paz.

CD/YC

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