Jun 02, 2025 / 10:43

Isaac del Toro, nuevo héroe del ciclismo

Italia .-El cuento terminó este domingo. Después de 21 episodios que condujeron un relato que fue de la épica al drama, el Giro de Italia concluyó con una serie de eventos inesperados. El más asombroso fue la irrupción y declive de Isaac del Toro, un joven de 21 años de un país sin tradición ciclista que emergió ante los ojos desorbitados de los rivales. Sin que nadie lo sospechara, el pedalista de Ensenada se apropió del mayor símbolo de la competencia, la maglia rosa, y enfundado como líder por 11 etapas atravesó caminos rudos, montañas temibles y se batió ante enemigos peligrosos. La falta de experiencia le cobró factura, a saber si fue exceso de inocencia o un duelo de egos, pero se enfrascó en una guerra contra el ecuatoria-no Richard Carapaz, mientras el británico Simon Yates los dejaba atrás como un par de mozalbetes caprichosos. Se hablará de esto durante años y algunos se preguntan hoy de qué le sirvió al bajacaliforniano tener tan cerca la victoria y perderla a unos kilómetros de la meta. Esto es tanto como preguntarse si sirve de algo una actividad tan estrafalaria y absurda como matarse mientras se recorre Italia en bicicleta durante tres semanas.

El escritor Dino Buzzati lo respondió en 1949 para Corriere della Sera: por supuesto que sí sirve: (el Giro) es una de las últimas provincias de la fantasía, un baluarte del romanticismo, que, sitiado por las sórdidas fuerzas del progreso, se niega a darse por vencido.

Y esos ciclistas enjutos, porque se han exprimido como trapos que se tuercen hasta sacarles la última gota, con los cuerpos destrozados después de tres semanas de suplicio, con el alma hecha pedazos porque en el camino fueron atormentados por los peores pensamientos, pertenecen a otra estirpe humana. Son locos. Porque podrían hacer el mismo recorrido sin cansarse y, en cambio, se agotan como animales; pueden ir despacio y, en cambio, se matan por correr veloces; casi todos podrían ganar el mismo dinero sin sufrir y, en cambio, prefieren el suplicio. Sí, también esto es romanticismo, escribió Buzzati en una de sus entregas del Giro en 1949.

La llegada de este domingo a Roma sólo fue un epílogo. El clímax había sucedido en la infame Colle della Finestre, esa colina traicionera que en 2018 le arrebató el triunfo al británico Simon Yates y siete años más tarde le permitió coronarla. Aunque esta vez, la jugada maldita fue para el ciclista mexicano, quien vio cómo se disolvían todos sus sueños de ganar una gran vuelta.

Hará falta tiempo para entender el diálogo entre Carapaz y Del Toro poco antes de la meta el sábado. En el descenso de esa colina, el mexicano le pidió que trabajaran juntos contra el bandido Yates, quien se les escapó y en ese tramo ya les sacaba un minuto y 40 segundos de ventaja. El ecuatoriano meneó la cabeza en negativa. Le dijo que ya no tenía sentido hacer una tregua efímera para defender la clasificación. Ahí –lo reconoció Del Toro– se dio cuenta que tenía perdida la carrera. Algunos acusaron al de Carchi de ser egoísta, otros tildaron al bajacaliforniano de ingenuo. Todos sin excepción se percataron que ambos habían sido barridos por el ataque sorpresivo y de táctica impecable del británico, campeón del Giro de Italia 2025.

Del Toro queda como subcampeón, pero con la satisfacción de quien llegó más lejos de lo que cualquiera esperaba. Ni siquiera era un prospecto de líder en su equipo UAE Emirates. Al final es el ciclista más joven en subir al podio en los últimos 85 años.

Buscar los antecedentes de Del Toro en cuanto a juventud en los podios del Giro implica aludir a la mitología de esta vuelta. Sobre todo a la era en la que se batían el consolidado Gino Bartali y el emergente Fausto Coppi, quien irrumpió como campeón en 1940 cuando apenas tenía 20 años y ocho meses. Esa rivalidad dividió a una Italia que se preparaba para la Segunda Guerra Mundial. Bartali era el hombre ejemplar, mientras que Coppi, de izquierda y bohemio, se alzó como el héroe perfecto, según lo describió el filósofo francés Roland Barthes.

Ahora, el nombre de ese muchacho de Ensenada, Isaac del Toro, se enuncia como parte de esa mitología. En Europa causó furor y en su país, México, les hizo olvidar que sólo un par de ciclistas más han logrado pedalear en las carreteras europeas. Para sus compatriotas lo que hizo el Torito ya en sí mismo es memorable.

Con información de: La Jornada

CD/AT

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