Ene 24, 2022 / 08:53

Hoy es la fiesta de San Francisco de Sales, patrono de los periodistas

Ciudad del Vaticano.- Cada 24 de enero la Iglesia Católica celebra a San Francisco de Sales, obispo de Ginebra (Suiza), doctor de la Iglesia Universal; conocido también como “el santo de la amabilidad”, porque fue precisamente alguien que contaba entre sus fragilidades su mal carácter, pero que pasó buena parte de su vida intentando dominar la ira y trocarla en virtud. Dios, por haber cooperado con su gracia, le concedió la victoria de la santidad. Hoy, desde el cielo, Francisco intercede por aquellos que combaten contra sus propias debilidades -las que a veces llevan al pecado- o procuran con esmero adquirir la virtud.

San Francisco de Sales es patrono de la prensa católica, de los periodistas y de los escritores.

Demasiado ímpetu

Francisco nació en el castillo de Sales, ducado de Saboya (parte del Sacro Imperio romano germánico), en 1567. Fue el mayor de seis hermanos, de carácter inquieto y juguetón, al punto que su madre y su nodriza tenían que redoblar esfuerzos para cuidarlo y estar al pendiente de sus andanzas.

Desde pequeño evidenció algo de su talante áspero. Con los años, para bien, descubriría la necesidad de luchar contra las miserias propias de un carácter irritable y así asemejarse al manso Jesús de Nazareth. Cuentan sus biógrafos que cierto día un calvinista visitó el castillo en el que vivía, y el pequeño Francisco, al enterarse, tomó un palo y se fue a corretear a las gallinas gritando: “Fuera los herejes, no queremos herejes”.

Su padre, queriendo que crezca bien disciplinado, eligió como preceptor a un sacerdote, el P. Deage, un hombre muy exigente. El sacerdote le hizo pasar amargos ratos a Francisco, pero, como él mismo reconoció después, le ayudaría mucho en su formación humana y cristiana.

A los 10 años, Francisco hizo su primera comunión y recibió la confirmación. Esa experiencia juvenil de encuentro con la gracia de Dios, lo motivó a frecuentar el Santísimo Sacramento, y pasar horas frente a Él en oración. Más adelante, su padre lo envió al Colegio de Clermont, dirigido por jesuitas, conocido por la piedad y el amor a la ciencia.

CD/YC

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