Jun 17, 2024 / 10:00

Elecciones 2024, entre la oposición y los resultados no esperados

Esa fotografía dándose la mano y mirándose de frente Claudia Sheinbaum y Xóchitl Gálvez sería la nota de ocho columnas en todos los medios impresos, de radio, televisivos y digitales.

Esa fotografía dándose la mano Pepe Yunes y Rocío Nahle que no se pudo ver en los debates sería buena señal por el bien de Veracruz.

Quien ganaría. Quien demostraría mayor civilidad política. Acaso sacaría mayor ventaja el triunfador en las elecciones que el perdedor.

Corría el año de 1984 en la facultad de ciencias de la comunicación de la Universidad Veracruzana y se venía el cambio de mesa directiva. Dos planillas compitieron. Perdió la planilla verde y el que aspiraba a presidente de la mesa directiva estuvo a nada de romper de una patada el cristal de la entrada de la facultad ubicada en ese entonces en las esquinas de Arista y Zaragoza, en el centro histórico de Veracruz. A lo lejos alguien grito: “ve mejor y felicita a quienes te ganaron, desde hace horas estoy viendo el proceso y vi que ganaron limpio, ve mejor a felicitarlos”. A esta persona no le quedo otra y abrió la puerta de la dirección de la facultad donde se encontraba la planilla ganadora con el director de la facultad a las grandes pláticas y sonriendo todos. Su jugada les había cuajado. No rompió el cristal y mejor los felicito a cada uno de los integrantes de la planilla ganadora.

Al siguiente año se vuelven a enfrentar de nuevo. Ahora gana la planilla verde. Los opositores no querían reconocer el triunfo, pero alguien de ellos les recordó que un año antes el opositor había demostrado civilidad política y los fue a felicitar, todos enmudecieron y no les quedo de otra que aceptar la derrota y felicitar al que un año antes había perdido.

¿Será que en seis años los que ahora perdieron compitan de nuevo y en todo casi si ganan le reconocerían el triunfo?

Solo el tiempo lo sabrá.

Tanto el perdón como la reconciliación sólo pueden darse en condiciones en las que se garantice la igualdad moral de las personas. Las sociedades que hacen tránsito a un régimen democrático deben desarrollar tales valores en su cultura política y social. Por ello, la reconciliación política puede generar instituciones, prácticas sociales y directrices que posibiliten verdaderas transformaciones en sus miembros y, asimismo, puede garantizar que las acciones restaurativas que se emprendan, bien entre individuos o en la comunidad, respondan a principios morales y políticos igualitarios.

Si bien ni el perdón ni la reconciliación política pueden literalmente deshacer el pasado, y sobre todo el daño moral y el sufrimiento causado a otros, las víctimas individuales y las comunidades políticas tienen el poder de redimir y liberar a los ofensores del daño moral y político que éstos han causado. Dado que esas víctimas han sido afectadas física, psicológica y moralmente, es claro que otorgar perdón a un agresor o buscar la reconciliación política son dos acciones y procesos que sólo pueden concederse bajo ciertas condiciones, a fin de ser juzgados moral y políticamente como correctos.

Es necesario decir que el perdón es una disposición moral virtuosa de la víctima, y por lo tanto nadie puede obligarla a perdonar a sus ofensores. Se podría pensar que después de un sincero arrepentimiento, a los ofensores se les “debe” perdonar; sin embargo, no existe un derecho exigible al perdón como tal. El perdón, es un poder moral de la víctima, y no se constituye en una obligación por el simple arrepentimiento del ofensor. En este sentido, a pesar de que puedan demandar que las víctimas perdonen a sus ofensores, lo cierto es que se admiraría moralmente a quienes lo hicieran.

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