Ene 05, 2022 / 08:41

El sello presidencial

El ser humano está hecho para vivir en sociedad, es decir, asociarse con los demás para llegar a fines de manera colectiva. Sin embargo, a la práctica estas interacciones no siempre benefician del mismo modo a todas las partes involucradas. Existen normas y leyes que pueden decantar la balanza de la justicia hacia la posición de algunas personas, privilegiadas de manera arbitraria, que utilizan su poder para imponer su voluntad a los demás.

Fue don Daniel Cosío Villegas quien se refirió, en el caso de México, al estilo personal de gobernar. Eran los tiempos del monopolio del PRI, que llevaba la batuta desde 1929 (antes como PNR y PRM), y que se extendió, formalmente, hasta 2000. Aunque fue dominante un sólo proyecto de gobierno, emanado del movimiento revolucionario, cada presidente le imprimía, según su personalidad, su propio estilo, sin olvidar las circunstancias del momento.

Un estilo que pareciera contraponer, por ejemplo, a Lázaro Cárdenas con su sucesor, Manuel Ávila Camacho, por no mencionar Miguel Alemán. Y no se digan Carlos Salinas y Vicente Fox. Este estilo personal, ¿se refiere a su carácter o a su forma de administrar el poder? Por ejemplo, a Adolfo López Mateos (1958-1964), su don de gentes y afición por los automóviles no le impidió ejercer la mano dura cuando fue necesario, definiendo a su gobierno como “de izquierda dentro de la Constitución”.

¿Y el estilo personal de Andrés Manuel López Obrador? Son ya tradicionales sus conferencias diarias, las mañaneras, con la que establece la agenda –que replicarán y comentarán, a botepronto, los medios. Pausado, midiendo el peso de cada palabra, cuando alguien le rebate, contesta: “Yo tengo otros datos”. Así, ha podido, en los primeros tres años de gobierno, capotear a sus críticos de todos los tonos, englobándolos como conservadores.

CD/YC

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