Dic 26, 2025 / 14:52

El propósito más pedido… y el que casi nadie cumple

La salud encabeza los propósitos de Año Nuevo, pero la constancia los filtra antes de marzo. Los datos revelan por qué fallan las metas populares y qué cambios, menos mencionados, generan efectos más duraderos

México.- Con el inicio del año vuelve un ritual colectivo que se repite casi sin variaciones: listas de propósitos, compromisos solemnes y la convicción de que ahora sí habrá cambios. La salud y el ejercicio encabezan, una y otra vez, las metas más mencionadas. No es casualidad. Representan una aspiración compartida, fácil de decir y socialmente validada.

Cada enero se instala la misma escena: agendas nuevas, discursos motivacionales y una fe renovada en que esta vez será diferente. Los propósitos de Año Nuevo funcionan como una pausa simbólica, un punto de partida que permite creer que siempre existe la posibilidad de corregir el rumbo y empezar de nuevo.

Sin embargo, la mayoría de estos intentos no se diluye por falta de voluntad, sino por una confusión más profunda: se plantean como deseos y no como decisiones. El deseo admite espera y excusas; la decisión exige acción inmediata. Esa diferencia, casi imperceptible al inicio, suele definir el destino de cualquier cambio personal.

Las cifras lo confirman año tras año. Comer mejor, hacer ejercicio o dormir más encabezan la lista de intenciones. Son promesas claras, visibles y fáciles de anunciar. El verdadero reto aparece cuando la intención tiene que transformarse en hábito, cuando el discurso cede su lugar a la repetición cotidiana.

Conforme avanzan las semanas, el entusiasmo inicial se debilita y la constancia se convierte en el principal filtro. La motivación es intensa pero breve; la disciplina es discreta y persistente. Muchos abandonan no tras un error, sino al descubrir que el cambio real no es épico ni inmediato, sino monótono y exigente.

La transformación suele llegar de forma silenciosa. Lo pequeño que se repite cada día termina imponiéndose a las metas ambiciosas que se abandonan pronto. Un ajuste posible y sostenido genera más impacto que una promesa grandiosa que dura apenas unos días. El progreso rara vez ocurre en saltos espectaculares; casi siempre avanza en pasos modestos.

Existe, además, una paradoja incómoda. Los propósitos menos populares son, con frecuencia, los más transformadores: poner límites, alejarse de relaciones desgastantes, dejar de sostener dinámicas que consumen energía. No se eligen con facilidad porque implican costos emocionales inmediatos y obligan a una revisión interna.

A diferencia de las metas visibles, estos cambios no se presumen ni se celebran. Su impacto no es inmediato ni cuantificable, pero suele ser más profundo y duradero. No modifican solo la agenda diaria, sino la estructura misma de la vida cotidiana.

Por eso, el verdadero examen de los propósitos no ocurre en enero, cuando todo es inicio, sino en los meses posteriores, cuando la rutina vuelve y el ruido se disipa. Es entonces cuando se revela si una intención fue solo una promesa pasajera o una decisión sostenida en el tiempo.

Tal vez la pregunta clave para este año no sea qué queremos cambiar, sino qué estamos dispuestos a mantener cuando nadie observa, cuando no hay aplausos y cuando la novedad desaparece. Ahí, y solo ahí, comienza el cambio que realmente perdura.

Con información de: Excelsior

CD/AT

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