Oct 22, 2025 / 17:13

El Louvre del día después: el museo vuelve a abrir con la herida a la vista

Paris.- El Louvre abrió a la hora esperada, como si fuera un día normal, solo que con una herida nueva a la vista. Tras el peor robo sufrido en décadas y después de tres días cerrado al público, el museo parisiense quiso que este fuera un miércoles cualquiera, o por lo menos que lo pareciera. Hacia las ocho de la mañana, frente a la pirámide de cristal de I. M. Pei, la fila empezaba a formarse para la apertura de las nueve, bajo la vigilancia discreta de una docena de agentes. En el ala sur, bajo el ventanal forzado por los ladrones el pasado domingo, un coche de policía y una furgoneta de seguridad componían un dispositivo de seguridad minimalista para escenificar esta vuelta a la normalidad, sin alardes ni despliegues aparatosos.

En la acera de enfrente, a orillas del Sena, algunos posaban ante sus móviles con la ventana reventada, ahora cubierta de negro, como telón de fondo. En el interior, el murmullo de un joven guía, con grueso acento francés, relataba el golpe ante un rebaño de turistas, como si ya fuera una parada más del recorrido: “llegaron en dos motos”, “rompieron las vitrinas con una radial”, “lo hicieron todo en ocho minutos y escaparon”, “la pérdida se eleva a 88 millones”. Esta era la estampa del Louvre del día después.

El plan de reapertura se ejecutó sin tropiezos. “El museo reabrió con normalidad a las 9.00, su horario habitual, y registró mucha afluencia por tratarse de la primera semana de vacaciones escolares. Todas las entradas de la semana están agotadas. El aforo máximo es de 30.000 visitantes diarios. Hoy, además, abrimos en horario nocturno hasta las 21.00, por lo que habrá todavía más gente”, nos indicó una portavoz del Louvre. Otros trabajadores y guías, sin embargo, percibieron a menos público que de costumbre. Bajo esa calma institucional bien ensayada latía, pese a todo, el trauma del domingo: la sustracción de ocho piezas de valor incalculable, fijado en 88 millones de euros por la fiscalía. Un conjunto de 8.700 diamantes, 34 zafiros, 38 esmeraldas y más de 200 perlas, resumen de siglos de historia política francesa y, salvo milagro, condenadas ahora al despiece.

Entre grupos de visitantes de medio mundo y abuelos franceses a cargo de sus nietos en pleno receso escolar, un turista asiático pregunta por la Victoria de Samotracia simulando la ausencia de brazos: su expresividad suple con creces que no hable inglés. Subiendo la escalinata de la diosa alada por el lateral izquierdo, se llega a la galería de Apolo. La entrada está cerrada a cal y canto, sin un cartel que lo explique. “No hacen falta paneles para entender este cierre”, dice un vigilante con cara de pocos amigos, dedicado a impedir, con éxito desigual, que los visitantes hagan fotos a esa entrada. Frente a la puerta monumental, impecablemente restaurada “gracias a Total”, como recuerda un rótulo —patrocinio que dialoga incómodamente con la historia de extracción colonial que rodea a estas joyas reales—, el flujo llega a oleadas cada media hora. A las 9.30, 10.00 y 10.30, según los horarios de las entradas precompradas, obligatorias para acceder al museo. Se arremolinan en grupos pequeños, descubren el cierre y entienden, de golpe, que todo sucedió aquí.

El museo anunció este miércoles que la sala permanecerá cerrada por tiempo indefinido: “Han roto una ventana y han destruido vitrinas. Eso no se repone en dos días”. ¿Por qué no informar in situ? “Partimos de la base del gran impacto mediático desde el domingo. La mayoría de los visitantes ya sabe qué ha ocurrido”. En el acceso principal se ha improvisado un mostrador para dudas, aunque casi nadie se acerca. La mayor densidad se concentra, como de costumbre, ante la Gioconda, ajena al robo y, aun así, epicentro de una masificación que ayuda a explicar, al menos en parte, lo sucedido.

Con información de: Excélsior

CD/ST

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