Nov 03, 2025 / 10:41

El Espejo Roto

Martini Político

José Rafael Villa Guzmán

* La Pócima de la Irresponsabilidad: La Culpa es de Alguien Más, Nunca Nuestra

Bienvenidos a este servicio de barra.

Hay tragos que se consumen por hábito, no por gusto, y cuyo único efecto es anestesiar la conciencia. Hoy servimos un coctel amargo y engañoso que nos permite culpar al "Gobierno" de absolutamente todo lo malo que sucede, desde la crisis económica hasta la falta de civismo en la calle. Es el trago favorito de una sociedad que prefiere la queja a la introspección.

Existe una necesidad casi infantil de ver al Gobierno como una fuerza mágica, ajena e invencible, responsable de nuestros males y de la educación de nuestros hijos. Creemos que la solución vendrá de un Mesías político que, por arte de magia, revertirá en seis años lo que la sociedad ha descompuesto en tres décadas. Pero esta visión no solo es falsa, es peligrosamente cómoda.

1. La Raíz del Problema: Personas, No Entes

Debemos recordar una verdad fundamental y obvia: el Gobierno, en cualquiera de sus niveles (federal, estatal o municipal), es conducido por personas. Esas personas que toman decisiones, que manejan los presupuestos y que ocupan las oficinas fueron criadas por madres y padres bajo códigos éticos y valores específicos. Es crucial entender que los mismos hogares, las mismas escuelas y los mismos barrios que criaron a los funcionarios públicos, también criaron a aquellos que cometen actos reprobables contra la sociedad o que son indiferentes a la ley.

El error conceptual está en la despersonalización del poder. Al convertir al Gobierno en un gigante de piedra, nos eximimos de analizar su composición humana. La raíz de lo bueno y lo malo está en el tejido social y en el núcleo familiar, no en un decreto de Palacio Nacional, en una acción del gobierno estatal o en un bache tapado por el gobierno municipal. El liderazgo ético y transparente es un reflejo de los valores que sembramos en casa.

2. El Velo de la Ignorancia Social

Este velo es lo que nos permite culpar a ese ente lejano. Es el escudo perfecto para evadir la pregunta incómoda, la más honesta: ¿Qué hice yo hoy para mejorar la situación? La sociedad ha adoptado una postura pasiva, cómoda en su papel de víctima eterna y juez implacable.

Es inmensamente más fácil exigir que el Estado resuelva la descomposición social —desde los actos violentos hasta la falta de honestidad y el cinismo cívico— que aceptar nuestra propia responsabilidad formativa. Como sociedad, hemos externalizado lo más esencial: la transmisión de valores. Le exigimos al burócrata que eduque con políticas públicas de moral, al policía que moralice con su presencia y al político que resuelva la crisis de principios con un nuevo programa social. Mientras tanto, nosotros nos limitamos a gritar en redes sociales o, peor aún, a pasarnos un alto cuando tenemos la oportunidad, validando la cultura del atajo y la ilegalidad menor. La ética empieza en casa.

Es momento de recordarle al ciudadano que se ha limitado a observar y a señalar sin actuar. Este individuo, que no ha participado en su comunidad, que no ha educado con el ejemplo ni se ha involucrado en la mejora de su entorno, vive en la falsa creencia de superioridad moral. Pero que no olvide la lección básica de la autocrítica: cuando con un dedo señala al de enfrente, hay tres dedos propios que le están señalando.

3. Conciencia: El Reflejo de la Familia

El momento de dejar este hábito de anestesia moral es ahora. Esta columna es una invitación a la conciencia social a mirarnos en el espejo roto de la realidad, y entender la causalidad:

  • ¿Cómo podemos exigir honestidad al funcionario si en casa enseñamos a obtener ventajas "por debajo del agua" o a celebrar la "viveza" del mexicano?
  • La crisis de seguridad y valores que tanto nos aterroriza tiene su incubadora en el entorno que hemos tolerado o fomentado.

El gobierno no es la causa primordial de la crisis de valores; es, muchas veces, solo un reflejo magnificado de las fallas que gestamos en el ámbito familiar y comunitario. Es nuestra ética, pero con recursos públicos. La verdadera solución a la crisis de civismo no pasa por un nuevo partido o un nuevo presidente, sino por la necesidad de educarnos para poder transmitir valores a las nuevas generaciones. La labor de construir una sociedad sana comienza en la mesa del comedor, donde se forman los futuros ciudadanos y funcionarios, no en la boleta.

El Cierre: Responsabilidad Compartida

Dejemos de lado la comodidad de la irresponsabilidad. El Gobierno no es un Patrón al que se le transfiere toda la carga, sino un instrumento imperfecto manejado por seres humanos que son, ante todo, nuestros iguales sociales, quienes merecen nuestro respeto (si en casa nos enseñaron a respetar).

La única forma de sanar el cuerpo político es sanar el cuerpo social. Y esa, amigos míos, es una responsabilidad que no se puede delegar, por muchos sobrenombres que pongamos a los funcionarios.

Sírvanse, con mucha conciencia.

CD/VC

* Las opiniones y puntos de vista expresadas son responsabilidad exclusiva del autor y no necesariamente reflejan la línea editorial de Cambio Digital.

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