Francisco Joaquín Zarco Mateos, político periodista y funcionario paradigmático en la historia de México, nació el 4 de diciembre de 1829 en Durango y falleció 40 años después, el 22 de diciembre de 1869, en la capital de la República.

Ernesto de la Torre Villar lo llama periodista integérrimo e inteligente, diputado, político de firmes convicciones y de gran honestidad, todo lo cual lo hace algo extraordinario en nuestros días (1966), Zarco se ocupó con su pluma de fustigar la mala administración, los funcionarios venales, de alertar la conciencia mexicana frente a los problemas internos y externos, de dejar asentada para siempre la historia del Congreso Constituyente en 1857 y de legarnos una serie de deleitosas narraciones de costumbres y artículos de fondo en los que se ocupa tanto de censurar los vicios sociales como de divulgar sus ideales políticos.

Miembro de una familia pobre, Zarco se distinguió siempre por su amor al estudio y, como notable autodidacto, logró adquirir en pocos años una vasta y profunda cultura. Su primer empleo fue el del meritorio en la Secretaría de Relaciones, donde poco después fue designado traductor. A los 18 años de edad se le nombró oficial mayor de esa secretaría. Recordaba este nombramiento al escribir posteriormente:

“Tuve la satisfacción de ser el primer empleado en la República que surgiera y ayudará con sus débiles fuerzas al gobierno que más tarde habría de salvar la nacionalidad de nuestra patria”.

Fue diputado constituyente (1856) y secretario de Relaciones Exteriores (1861). En 1849 colaboró en El Álbum Mexicano y en 1850 redactó y publicó El Demócrata, del cual aparecieron 103 números, hasta que fue encarcelado por sus críticas al general Mariano Arista. En 1861 presidió el Liceo Hidalgo, publicó la Ilustración Mexicana, redactó el Presente Amistoso Dedicado a las Señoritas Mexicanas, y el 1 de enero de 1872 comenzó a escribir en El Siglo Diez y Nueve bajo el seudónimo de Fortún.

Entre mayo y junio fue uno de los redactores del periódico Las Cosquillas y Arista, ya presidente del país, pretendió enjuiciarlo a pesar de su fuero de diputado, lo que obligó a Zarco a ocultarse hasta diciembre, cuando el Congreso emitió un segundo dictamen absolutorio. El 30 de abril de 1863 se convirtió en editor responsable de El Siglo Diez y Nueve, cargo que ocuparía hasta su deceso.

Editó además otras publicaciones periódicas como El Boletín Clandestino, La Independencia Mexicana, La Acción, y colaboró en los periódicos extranjeros El Mercurio de Valparaíso, El Correo de Santiago de Chile, La Nación y El Pueblo de Buenos Aires.

Es autor de la Historia del Congreso Extraordinario Constituyente (1856-1857), Las matanzas de Tacubaya, Textos Políticos, etcétera. Colaboró en Hombres ilustres mexicanos, obra publicada en 1873-1874.

El mismo día de su muerte, 22 de diciembre de 1869, la Cámara de Diputados aprobó el proyecto de ley que decía:

Art. 1º La nación honra la memoria del ilustre C. Francisco Zarco, declarando que mereció bien de la patria.

Art. 2º Se inscribirá su nombre en el salón de sesiones de la Cámara de Diputados

Art. 3º Se autoriza al Ejecutivo para que suministre a la viuda e hijos del C. Francisco Zarco treinta mil pesos. Esta suma se tomará del producto de bienes nacionalizados, de los rezagos de contribuciones directas y, en caso de no reunirse a los cuatro meses, de gastos extraordinarios de Relaciones y Gobernación.

Art. 4º Los hijos tienen derecho a educarse gratuitamente en los colegios nacionales hasta la conclusión de su carrera.

CD/YC