Campeche.- Aunque la tradición del Choo Ba’ak (limpieza de los santos restos) en la comunidad maya de Pomuch, se ha mantenido desde hace varios siglos, existe el riesgo de que las nuevas generaciones no le den el valor que le conceden sus ancestros y que poco a poco vaya desapareciendo.

Por ello, a través de la Autoridad del Patrimonio Cultural del Estado de Campeche, (APCEC), se han impulsado algunas actividades entre la infancia, para revalorar esta centenaria tradición que mezcla las creencias católicas, con las de la cultura maya.

La investigadora Josefa Elidé Osorio Medina, reconoció que si bien desde octubre de 2017 se emitió la declaratoria de la limpieza de los huesos en Pomuch como “Patrimonio inmaterial del Estado de Campeche”, está en elaboración un plan de manejo para la preservación y conservación de esta tradición.

También se presentó el libro Embecelledores de huesos, del investigador Paul Antoine Matos, en que se narra las experiencias de don Venancio, el sepulturero del pequeño panteón de Pomuch que ha cobrado relevancia nacional e internacional, porque se aquí se dio a conocer al mundo esta tradición (que también se practica en otras pequeñas comunidades mayas), y que según el también periodista, “no tiene nada de macabra, sino que se trata de entrar en contacto con los parientes que han fallecido”.

La investigadora Osorio Medina, expuso que sí se ha mantenido la costumbre, “pero a raíz de que se hizo la declaratoria como patrimonio cultural del Estado de Campeche, los estudios previos recogieron testimonios de personas adultas en el sentido de que los jóvenes, por muchas cuestiones está saliendo de la comunidad, y se van a otros lugares y se quedan sólo los adultos”.

Día de Fiesta

El 31 de octubre, y los días 1 y 2 de noviembre son días de fiesta en Pomuch. Cientos de personas acuden al “Paseo de los Muertos” que se realiza el último día de octubre y en que desfilan decenas de carros alegóricos y representaciones demás allá. Se degusta píbipollo, pan de muerto (o pan de Pomuch), así como dulces regionales. Miles de personas participan.

Luego les cambian el mantel bordado con flores y el nombre del difunto, para cubrir una pequeña urna de madera, donde acomodan cuidadosamente cada uno de los huesos, y en la parte superior el cráneo.

Se tiene la costumbre que ese mantel bordado con flores multicolores, es la “ropa” de los difuntos. Por eso lo tienen que cambiar con frecuencia.

“No es sólo limpieza, es comunicación, es contacto familiar” reseña el antropólogo José Israel Herrera, uno de los presentadores del libro “Embellecedores de huesos”, quien también lamentó el intento de comercialización de esta centenaria tradición, pues el ayuntamiento quiso imponer cuotas para acceder al cementerio y para que se pudiera grabar el acto amoroso del Choo Ba’ak. Afortunadamente, y gracias a la presión del pueblo, ese impuesto no procedió.

En el taller “mi primera limpieza de huesos” al que asistieron una veintena de estudiantes de primaria de esta comunidad, la maestra Alba Cruz Rodríguez recordó que tienen que transcurrir al menos cinco años, para que los familiares puedan sacar de sus tumbas a sus muertos. Y no cualquiera puede estar presente. Los niños menores de 10 años no pueden ingresar al panteón.

“Por eso es importante inculcar esta bella tradición a los infantes. No sólo porque se ha convertido en un imán para el turismo, principalmente extranjeros que contemplan maravillados el ceremonial del Choo Ba’ak, sino para que el contacto con sus ancestros se preserve y no muera esta peculiar costumbre”, señaló.

Con información de: La Jornada

CD/YC