May 10, 2025 / 10:00

Día de las Madres: Platillos que cocinan las mamás mexicanas por región

* Más allá del sabor, las recetas de mamá construyen identidad, pertenencia y memoria. Este Día de las Madres, hacemos un viaje por México a través de los platillos que nos enseñaron a amar la cocina

Ciudad de México.- En México, el Día de las Madres no sólo mide en flores ni en regalos, también en aromas. El de un mole que burbujea, el del arroz con leche que perfuma la casa, o ese caldo de pollo que cura todo. En cada región del país, hay un platillo que se cocinaba en casa no sólo por necesidad, sino por amor: Platillos que se repetían, que se esperaban, que sabían a mamá.

Porque la cocina materna no es de chefs ni de libros, sino de saberes transmitidos con las manos. Las recetas que nos marcaron eran —y siguen siendo— aquellas que salían de la estufa todos los días, sin tanta ceremonia ni pretensión, pero con una carga emocional profunda.

La cocina como herencia emocional


Cada región de México tiene su cocina materna. Platos que no solo alimentaban, sino que tejían la vida familiar. No eran para las visitas ni para la fiesta, sino para el diario. Por eso nos conmueven: porque fueron parte de una rutina afectiva que construyó nuestro paladar.

De norte a sur por las cocinas que servían las mamás


Norte (Chihuahua, Sonora, Coahuila). En estas tierras de clima extremo, la comida casera era calórica, sustanciosa y generosa. Las mamás preparaban caldillo de res con papas, frijoles maneados, tortillas de harina infladas a mano y café de talega que perfumaba toda la casa. Desayunos de machaca con huevo, comidas de arroz con leche espeso y cenas con quesadillas de asadero eran parte del menú cotidiano.

Bajío y Centro (CDMX, Guanajuato, Querétaro, Estado de México). Aquí las cocinas huelen a sopa de fideo, a arroz rojo que se tostaba hasta crear una costra irresistible, a picadillo con zanahoria y papa, y a albóndigas con chipotle. Platillos como el chayote gratinado, el huevo en salsa verde o la milanesa con ensalada rusa eran clásicos de diario.

Occidente (Jalisco, Michoacán, Nayarit). Las mamás cocinaban con el corazón de la tierra y las costumbres del pueblo. Se servían carnitas los domingos, uchepos tiernos con crema, y corundas calientes envueltas en hojas de maíz. El caldo michi o el pozole rojo eran alimentos de casa, no de restaurante.

Sur y Sureste (Oaxaca, Chiapas, Veracruz). En estas regiones, la cocina maternal se nutría de tradición milenaria. Se cocinaba con fuego lento y mano firme: caldo de camarón con chipotle, garnachas caseras con repollo y salsa, arroz con plátano macho, mole negro o coloradito que se molía en casa, y tamales envueltos en hojas de plátano que se repartían en cumpleaños, pero también en días comunes.

Península de Yucatán. La cocina cotidiana pasaba por los sabores intensos de la cochinita pibil cocida en horno casero, los papadzules servidos con huevo cocido y salsa de pepita, y los frijoles colados con plátano frito que acompañaban todas las comidas. Los desayunos con huevos motuleños o el relleno negro se preparaban para continuar una historia de sabores que viene desde los abuelos.

¿Por qué nos marcan para siempre?


Porque son recetas que aprendimos a reconocer sin leerlas. Porque mamá las cocinaba cuando estábamos enfermos, tristes, felices o en celebración. Porque nos hacían sentir únicos y decir "la mejor receta es la de mi mamá".

Con información de: El Economista.com

CD/YC

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