Desde otras ciudades

Japón.- A l llegar la primavera, especialmente entre marzo y abril, Japón experimenta una transformación que convierte al país en un espectáculo visual de ensueño con el florecimiento de los cerezos. A medida que la temperatura comienzan a subir, los cerezos, cuya denominación en lengua japonesa es sakura, florecen en sus diferentes tonos, que van del blanco al rosa pálido.
Existen unas 100 variedades de este árbol en el país. Muchos se encuentran en parques públicos, en calles y templos, aunque también son especialmente cultivados en jardines privados. Este fenómeno de la naturaleza no sólo marca el comienzo de la primavera, sino que representa también uno de los momentos culturales más significativos del año para los japoneses.
El florecimiento de los cerezos es mucho más que un espectáculo. En la tradición japonesa, el hanami –que se refiere a la contemplación de las flores– es una celebración que combina la observación y admiración de la naturaleza, el componente artístico y la convivencia.
familias, amigos o compañeros de trabajo suelen reunirse bajo los sakura para compartir comida, bebida, música y una especie de ambiente festivo que de alguna manera rinde homenaje a la belleza efímera de la vida en relación con el breve periodo de florecimiento de los cerezos, sólo unos pocos días; también otra metáfora va aunada a la fragilidad de la vida misma, ya que al caer la lluvia acompañada de un vendaval, los pétalos se desprenden fácilmente tiñendo el suelo de rosa.
Los parques y los templos reciben a miles de visitantes, tanto locales como extranjeros, que buscan disfrutar de esta maravilla natural. La agencia meteorológica del país emite pronósticos especiales para indicar las fechas exactas del florecimiento en cada región. Para los japoneses, los sakura simbolizan la transitoriedad de la vida. Su corta existencia lleva la reflexión y la importancia de vivir el presente y valorar cada momento.
Esta filosofía, conocida como mono no aware, es un concepto fundamental de las artes japonesas y, aunque se traduce como sensibilidad o empatía, se refiere en concreto a la capacidad de contemplación, de sorprenderse y al mismo tiempo conmoverse con un atisbo de melancolía por lo efímero o transitorio de la vida misma que no está ligada a preceptos religiosos.
Es precisamente el florecimiento de los cerezos lo que representa el hanami: conmoverse al contemplar las flores que estarán ahí sólo unos cuantos días y que simbolizan también el paso del tiempo.
La temporada del florecimiento de los cerezos, además de convertirse en un regalo para los sentidos, puede ser una oportunidad para reflexionar sobre las maravillas de la naturaleza, el tiempo y la vida misma.
La esperada temporada se ha visto también afectada por el cambio climático, floreciendo cuando aún las temperaturas pueden ser muy bajas para reunirse bajo su sombra. Aun así, los cerezos en flor en Japón sorprenden al mundo cada año.
Con información de: La Jornada
CD/AT
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