Dic 12, 2025 / 11:40

Aloja recinto suizo primera retrospectiva de Anni Albers, la arquitecta del hilo

Berna.- Cuando Anni Albers entró al taller de tejido del Bauhaus en 1922, lo hizo sin entusiasmo. Lo consideraba “demasiado femenino”, el único espacio que la escuela más revolucionaria de Europa permitía a las mujeres. Tampoco imaginó que tendría una carrera artística. Lo dijo con claridad: la palabra “arte” no figuraba en su vocabulario, ni tampoco “carrera”. Años después, esa alumna reticente había transformado el tejido en un lenguaje plástico contemporáneo y se había convertido en la gran maestra del arte textil modernista.

Desde el 7 de noviembre y hasta el 22 de febrero de 2026, el Zentrum Paul Klee presenta la primera retrospectiva en Suiza de Anni Albers (1899-1994), con curaduría de Fabienne Eggelhöfer y Brenda Danilowitz, que recorre todas las etapas de su carrera, incluyendo sus numerosos viajes a México, con especial interés por explorar la relación entre arte, tejido y arquitectura.

Albers había ingresado al Bauhaus –la escuela alemana que revolucionó la enseñanza artística al integrar arte, técnica y vida cotidiana– movida por la necesidad de encontrar una dirección. En la escuela enseñaban grandes figuras: su futuro esposo, Josef Albers, además de Paul Klee, quien le aportó las bases teóricas de su trabajo en diseño, estructura y color. Ese taller textil que eligió con reservas se convirtió en su laboratorio intelectual: entre urdimbre y trama descubrió la estructura de la cuadrícula, fundamento tanto del tejido como de la abstracción moderna.

John Dewey, inspiración

El cierre del Bauhaus en 1933, por presión nazi, obligó a los Albers a emigrar a Estados Unidos, donde Josef fue invitado a enseñar en el recién fundado Black Mountain College en Carolina del Norte, semillero de las vanguardias estadunidenses e inspirado en las ideas progresistas de John Dewey. Allí ambos reanudaron el espíritu experimental del Bauhaus y sentaron las bases de la educación artística moderna.

Trabajó en el ámbito industrial creando tejidos para la arquitectura, donde combinó fibras naturales y materiales industriales –como rayón, celofán, Lurex o aluminio–. Con ello transformó el tejido en una arquitectura flexible, explorando contrastes de textura, luz y resistencia.

En 1949 se convirtió en la primera artista textil en presentar una exposición individual en el Museo de Arte Moderno de Nueva York (MoMA), la cual itineró por más de veinte ciudades de Estados Unidos y Canadá.

Anni Albers concebía el tejido no como una práctica femenina, sino como forma de conocimiento universal que atraviesa culturas y tiempos. Admiraba especialmente a los tejedores del antiguo Perú, a quienes dedicó su libro On Weaving (1965), obra fundamental para artistas y diseñadores que contiene su reflexión teórica y práctica, reditado en 2018 con imágenes a color, con dedicatoria: “A mis grandes maestros, los tejedores del antiguo Perú”.

En su labor docente en el Black Mountain College, enseñaba a construir telares primitivos, como el de cintura andino, convencida de que en ellos residía la misma complejidad estructural que en un telar mecánico moderno.

Encuentro de sabiduría

La muestra incluye obras estrechamente vinculadas con los 14 viajes que los Albers realizaron a México entre 1935 y 1967. Destaca Escritura antigua (Ancient Writing, 1936), el primero de sus tejidos pictóricos (pictorial weavings), un grupo de obras que realizó hasta 1968, donde exploró el tejido como arte visual autónomo antes de dedicarse al grabado. Tejida con rayón negro brillante y formas geométricas que evocan símbolos arcaicos, la obra explora la idea de que los hilos, como la escritura, pueden articular pensamiento y memoria.

En 1967, los arquitectos Ricardo Legorreta y Luis Barragán le encargaron un tapiz mural para el hotel Camino Real en la Ciudad de México, titulado Camino Real (1968), una de sus obras más emblemáticas y rara vez vista fuera del país. En ella convergen la influencia del arte latinoamericano y su dominio técnico a gran escala.

En México, Albers halló una fuente de renovación estética y espiritual. En una carta a sus amigos Wassily y Nina Kandinsky, en agosto de 1936, escribió: “México está lleno de arte como quizá ningún otro país”, aludiendo en particular al arte precolombino como al popular. Lo que más la conmovió fueron los “hermosos pequeños rostros de barro” encontrados en los sitios arqueológicos y las piezas populares que ella y Josef coleccionaban con devoción.

El arte precolombino le reveló una sabiduría material donde forma y sentido eran inseparables. En textos como Pre-Columbian Mexican Miniatures (1970), expresó gratitud hacia los “anónimos creadores de pequeños grandes objetos” que inspiraron su idea del arte como acto material y espiritual.

La retrospectiva del Zentrum Paul Klee cierra un círculo abierto hace más de un siglo. Aquella antigua estudiante demostró que en los textiles late una complejidad conceptual comparable a la de cualquier otra disciplina artística. Hoy, en un momento de renovado reconocimiento del arte textil, Anni Albers ya no necesita ser reivindicada: su obra probó hace décadas que un hilo puede ser tan revolucionario como un pincel o un cincel.

La muestra está organizada junto con la Fundación Josef & Anni Albers, Bethany, Connecticut, en colaboración con el museo del Belvedere en Viena, adonde viajará posteriormente del 30 de abril al 16 de agosto 2026.

Con información de: La Jornada

CD/AT

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