Oct 02, 2023 / 09:02

Ahora les dio por ir a escuchar al pueblo

Chango viejo no aprende maroma nueva. Ahora resulta que quienes aspiran a un cargo de elección popular les dio por inventar el “agua tibia” saliendo a decir que es hora de escuchar al pueblo, que los problemas se resuelven directamente con ellos, que el pueblo es sabio, que el pueblo pone y el pueblo quita y un sinfín de choro dijeran los chavos que creen que los electores son tontos.

Hay un alejamiento con la ciudadanía en tiempos no electorales, ahora se acuerdan de ir a comer tacos, ahora les da por renunciar a cargos de elección popular cuando por muchos años ostentaron el poder y de nada les sirvió ya que la aceptación del pueblo no se ve reflejada.

Creen que el criticar los va ser más populares, van a ganar adeptos, pero el pueblo los conoce muy bien, saben de qué pie cojean y que no se hagan a los chistosos porque les va ir peor.

En el léxico del pueblo las frases que más fuerza tienen para definir la política, al político, a la politiquería y a los politiqueros son “a mí no me interesa la política”, “es mejor no meterse en temas políticos”, “todos los políticos son iguales” y es ese el bendito run run que se escucha al hablar con desprecio y rechazo hacia la política. Es por eso que se han venido generando muchos movimientos alternativos en el mundo que puedan llegar al poder por la escaza motivación de los partidos tradicionales de hacerlo más sensible al pueblo y por la lucha de las soluciones de los problemas de la comunidad.

No hay que olvidar que muchos movimientos populares han surgido, precisamente, de un clima social de rechazo hacia la política convencional. Lo ideal debería ser que las naciones deban ser gobernadas por personas justas, equitativas, preparadas y con alto sentido de vocación de servicio. Pero es un imaginario que perdió vigencia por los matices de los políticos, hay políticos para todos los gustos, la mayoría mentirosos, manipuladores, oportunistas, sin vocación de servicio, con inclinaciones a su ego e interés personal, e inclusive existen politiqueros y líderes políticos con inclinaciones perversas. Entonces es claro que a los políticos no les conviene cumplir sus promesas.

Al político le beneficia no cumplirlas porque es ese su caballito de batalla para seguir con el engaño y las promesas, acuñándose el postulado cuando en posesión “juran cumplir y hacer cumplir la Constitución y las leyes, y si así no lo hiciere que Dios y el pueblo hoz lo demanden”. La ciudadanía se queja que los políticos no cumplen, pero es claro porque así están cómodos, es el pueblo y la ciudadanía quien tiene que hacerles cumplir. Es ese el meollo del asunto de las múltiples promesas incumplidas.

Aquí no existe el castigo en las urnas. El asunto es de fondo, el pueblo y los electores sufren de amnesia. Se les olvida las promesas. Y vuelve el pueblo y cae. El político tiene su estrategia, la cual es qué al tener encasillado a sus electores a través de prebendas y cargos públicos, saben a ciencia cierta cuál es su caudal de votantes, pero eso lo complementan con las dadivas, despensas que se entrega al elector y la compra de votos, lo que hace posible su elección. Para evitar el castigo en las urnas, los políticos que no cumplen sus promesas de campaña buscan brincar a otro escaño aferrándose a no dejar el poder. Allí ponen en marcha un plan mágico, que es el surgimiento de despensas, que de entrada dan un primer borrón en la memoria del elector y el día de la elección vienen los intercambios de dinero por sufragio. Ese círculo vicioso se repite en cada elección, siguen las promesas de campaña que serán incumplidas y previo al siguiente proceso electoral surgirá el nuevo método para hacer olvidar los agravios a cambio de despensas.

CD/YC

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