Jul 16, 2024 / 10:14

Aguas para 2025

Hay políticos que quieren llegar al poder a cualquier precio, sin importarles perder la dignidad o el prestigio, lo suyo, es llegar.

La mayoría de las profesiones están actualmente de capa caída. Ninguna garantiza que al terminar la misma se pueda obtener un empleo seguro, con buenos ingresos, un ambiente laboral cómodo y seguridad a largo plazo. Esto aplica tanto para las carreras tradicionales, tales como medicina, ingeniería, leyes, contabilidad como para nuevas como informática, relaciones comerciales, ciencias de la comunicación entre otras. Y ya ni hablar de esas carreras que tradicionalmente han sido el refugio de despistados como Filosofía y otras de discutible utilidad pues para sobrevivir en esas es necesario contar con un progenitor rico o resignarse a vivir con un sueldo raquítico, enquistado en alguna universidad o plantel parecido.

Es por eso que en México, en esta época de la generación NI-NI (NI estudian NI trabajan) solo dos opciones contemplan los connacionales. O aceptan ser reclutados por el crimen organizado, que ofrece atractivos planes y un ostentoso tren de vida, aunque con un futuro donde lo único seguro es una muerte violenta o bien, con menos peligros se opta por seguir la carrera de político, esa que, dígase lo que se diga es la opción más atractiva para un segmento de grandes ambiciones y escasas luces intelectuales.

Muchos creen que para llegar a ser un gran funcionario se debe contar con un título universitario, incluso maestría y doctorado, hablar un idioma adicional y tener una destacada trayectoria. Esto quizá lo sea en otros países, pero en México definitivamente no. En cuanto a su capacidad profesional no es necesario ser bueno o siquiera regular, pueden, sin ningún problema, ser unos auténticos asnos. Ejemplos sobran.

La idea de “consejo” ha sido devaluada, remite a la experiencia pasada que puede orientar en las acciones presentes. Pero hoy la cultura líquida quiere todo nuevo, supuestamente rompe con el pasado y quiere empezar de cero. Y cada uno desea tener su propio criterio, por lo que no necesita consejos de otros. Los sujetos así solo terminan recurriendo a sus intereses particulares.

Tienen que recordar que eres mortal, que la vida es breve, así como el cargo, el poder o la función que realizan. En ese corto tiempo otros ciudadanos esperan buenos resultados para ellos y las generaciones que vienen. Por más que le guste el poder, terminará. Y si no lo han desempeñado bien, será un perjuicio no solo personal sino social. La brevedad de la vida y del poder no es para aprovecharlo egoístamente, sino para dar lo mejor de ti en beneficio de los demás.

Toda actividad política tiene fines, pero hay un fin superior, que es el bien común, el bien de la comunidad humana. El fin de la política no lo pone el individuo que asume una función pública, sino está subordinado a dicho bien, más aún, este bien debiera dar sentido a su actividad. Y para que no se haga abstracto o ideal este bien, debes saber escuchar a los ciudadanos, sus carencias y expectativas, para ver las posibilidades de acción. Recuerde que está ahí para atender a los bienes o servicios que requiere la sociedad, no para posesionar a su partido o imponer su ideología. Y si reconocen que no le interesa el bien común, entonces mejor dedíquense a otra actividad.

Recuerden que el juego político tiene reglas que deben respetar. Además de tener en cuenta el fin superior, el bien común, hay leyes, normas, reglas, reglamentos, procedimientos, de distinto tipo, que debes tener en cuenta.

El poder político tiene espacios diferenciados de acción, por lo que no deberían usurpar funciones que no le pertenecen ni acaparar todo el poder. Esa sensación de tener poder e ir abarcando más y más esferas sociales, solo ha creado autoritarismo, dictaduras, dirigidos por sujetos que se creen iluminados e indispensables, utilizando a otras personas como mero medios para sus propios fines.

Recuerden prepararse si desean intervenir en política. Preparación moral, teórica y técnica. No se trata de dirigir a personas autoritariamente, manipulándolos, sometiéndolos a sus criterios, sino de ser un líder democrático, donde todos van aprendiendo. Nos hemos acostumbrado —en política— de separar a las personas en amigos y enemigos, perdiendo de vista el sentido último de la actividad política: el bien común.

Los ciudadanos con el poder político necesitan de otros para lograr el bien superior, por lo que la meta común, la preparación técnica y política, la vocación democrática y las cualidades morales, pueden ser criterios para unirse con otros y trabajar en conjunto. La meritocracia sigue siendo un factor importante dentro del Estado, aunque no el único.

La prudencia no solo es una virtud ética, sino también política. Ser prudente quiere decir que no son un sabio moral ni político, por lo que tendrán que escuchar, indagar, dialogar, antes de tomar decisiones.

Reconoce que tú y tu grupo no son sabios para tomar decisiones absolutamente buenas o correctas.

Las acciones políticas no tendrán efectos solo sobre usted mismo, sino también sobre los demás, hasta probablemente sobre las generaciones futuras. Dejarán una huella positiva o negativa en los modos de hacer las cosas, en el hábito político, que, aunque no les parezca, marca la vida de la sociedad.

Escucha a los ciudadanos, a las personas y sus necesidades. No estén ahí para su propio beneficio, el sentido de su actividad son las personas, que exigen bienes necesarios para existir dignamente.

Baja de las nubes, revisa los cuadernos de reclamos, camine por las oficinas, converse con la gente, observe como uno más, aprenda del día a día de los que están a tu alrededor.

Finalmente, no dejen de ser un aprendiz, la ideología o los intereses privados no pueden anteponerse a la finalidad de la política. La realidad siempre es más compleja y requerirá de disposición a aprender, a escuchar y dialogar con empatía.

CD/YC

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