Sep 26, 2021 / 06:00

📜 Efemérides del Periodismo Mexicano: Teodoro Torres

Teodoro Torres, periodista y cuentista, falleció el 26 de septiembre de 1944 súbitamente “cuando acababa de dar remate a la impresión de su última novela Golondrina, que a juicio de los críticos supera a la Patria perdida”.

Nació en Villa de Guadalupe, San Luis Potosí, el 4 de enero (o el 1 de noviembre, según otros biógrafos) de 1891, llegó a la capital de la República en 1914 y ese año se inició en el periodismo.

A la caída del gobierno de Victoriano Huerta se exilió en San Antonio, Texas, donde colaboró en La Prensa.

Al regresar al país desempeñó durante dos años el puesto de articulista de fondo en Excélsior y asumió luego el de director de la edición vespertina del mismo periódico. Al desaparecer ésta tomó a su cargo la dirección de la publicación semanal Revista de Revistas y más tarde la de México al Día y Saber.

Fue cofundador de la Escuela de Periodismo llamada después Carlos Septién García.

Fue autor de las novelas Patria perdida (1935) y Golondrina (1914), y de los textos periodísticos Pancho Villa: Una vida de romance y tragedia (1924), Como perros y gatos (1925), Orígenes de las costumbres (1934), Periodismo (1937) y el Humorismo y la sátira en México (1943). En 1941 ingresó a la Academia Mexicana de la Lengua y durante el acto solemne efectuado el 24 de septiembre de 1941 leyó el discurso que editaría en 1943 con el título El humorismo y la sátira en México. En el repasó la historia de estos géneros en nuestro país y obtuvo: Pudiéramos decir que en cada mexicano hay potencialmente un satírico. Lo llevamos en la sangre, como herencia microbiana fermentada en largos siglos de larvación de un malsano remanso donde fueron dejando lo suyo todos los tipos de la picaresca española y los de nuestra propia picaresca, tan nuestros, tan hondamente mexicanos. La monja Alférez y Martín Garatuza, Periquillo y Juan Panadero, El Cura de Teocaltiche y el de Jalatlaco. Canillitas y Pito Pérez. El Negrito Poeta y los personajes pintados por sí mismos en la famosa recopilación anónima, así como los que inventó Vanegas Arroyo e ilustró Posada, la maravillosa teoría de nuestros abuelos socarrones.

¡Humoristas? también, pero más bien por suavidad del humor diluida en la selección del espíritu literario y de la condición piadosa del observador que por una decidida tendencia a hacer literatura para promover la risa, que es salud y alegría (los casos de Micrós y de Pepe Nava son una excepción) Y como según se desprende de todo lo dicho nuestro mejor  y gran satírico es la gran masa que goza de  la impunidad  del anónimo, ésta no se cura de elegantizar el humor y por eso predomina en la biología la formación de la raza como disposición natural y natural inclinación, la sátira dura, burlona, amargada como un rejalgar y envenenada como una flecha tratada con “curare”.

CD/YC

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