Sep 12, 2021 / 22:51

¡Un día trágico del 2001!

Ocurrió hace 20 años.

El Martes 11 de Septiembre del 2001, era un día normal como cualq uiera.

El Contratista Mike, el Mánager Pedro y todo el equipo de la empresa constructora “Golf Woks”, nos encontrábamos trabajando desde las 6 de la mañana.

Estábamos parados muy cerca del hoyo número 3, que a su vez, es la cima más alta del Club de Golf Rock Spring, un campo de golf público localizado en el número 90 de la Rock Spring, West Orange, Nueva Jersey, Estados Unidos.

Nuestro jefe Mike, era, un gringo alto, delgado y de pelo castaño muy trabajador quien desde su retroexcavadora iniciaba labores a las 5 de la mañana.

Anteriormente, con un peruano de nombre Juan, los poblanos Pedro, Maximino y Roberto; Enrique (“El Chachalaco” de Ursulo Galván, Veracruz) y este articulista, habíamos salido de Paterson a las 5:30 de la mañana en punto.

Paterson que era el lugar en donde vivíamos, es una ciudad perteneciente al condado de Passaic, en Nueva Jersey, Estados Unidos, de hecho, es la tercera ciudad más poblada del Estado de Nueva Jersey. Paterson es conocida también como la “Silk City”, es decir, “La ciudad de la seda” por su posición dominante en la producción de seda a finales del siglo XIX.

En ese sentido, la distancia entre Paterson y West Orange, es de 18 kilómetros, por lo que hacíamos un tiempo aproximado de entre 15 y 20 minutos para llegar a nuestras labores que iniciábamos a las 6 en punto de la mañana.

Estábamos muy distraídos y entretenidos trabajando en la elaboración de una zanja para la instalación de un drenaje ondeado y grueso pero flexible, cuyas partes de 5 metros, las íbamos articulando una de la otra con el pie calzado con botas de punta de casquillo, es decir, a patadas.

Fue aproximadamente a las 9:30 horas cuando Mike, apagó la máquina.

No sabíamos el motivo, pero quedamos muy sorprendidos porque todavía no era la hora del descanso-desayuno y él, tenía la costumbre de apagar la retroexcavadora, hasta la hora del desayuno, tiempo que aprovechábamos también para descansar por espacio de una hora.

En ese momento, Mike nos hizo una señal de que acudiéramos a donde él se encontraba, anteriormente, mientras él iba sacando tierra con la retroexcavadora, nosotros dábamos forma a la zanja, con una pala plana.

Estando con él parados junto a la máquina, Mike no nos observaba, tenía la boca abierta y la vista extraviada en el horizonte. Fue entonces que señaló lo que veía con tanta diligencia a nuestras espaldas.

Las Torres Gemelas, eran tan majestuosas y enormes que en días soleados y despejados, se podían ver a grandes distancias, sin embargo, lo que pudimos observar en ese momento, era realmente aterrador, pues los dos rascacielos que anteriormente veíamos hermosos y resplandecientes, parecían dos gigantescas antorchas de las cuales emanaba fuego y humo negro.

Días antes, con mi familia, habíamos estado en la llamada “Gran Manzana”, después de visitar la Estatua de la Libertad, estuvimos parados en el llamado Centro Mundial de Comercio para ver las monumentales torres que erguidas, se encontraban frente a nosotros; de hecho, por más que estirábamos el cuello hacia atrás para verlas completas, no nos alcanzaba, eran realmente magníficas e imponentes.

Pero volviendo al principio, a pesar de que estábamos aproximadamente a 30 minutos de Nueva York, estábamos realmente muy lejos de lo ocurrido.

Mike encendió entonces la radio instalada en su retroexcavadora para saber qué es lo que estaba ocurriendo en las Torres Gemelas. Las noticias trasmitidas por un locutor en inglés, decían que, lo que todo mundo imaginaba sería un día normal en los Estados Unidos, se había convertido de un momento a otro en una tragedia de dimensiones extraordinarias.

Al ver las imágenes a lo lejos, reflexioné que si se tratara de un accidente de aviación, hubiese ocurrido en una, pero no en las dos torres, simplemente no podía ser así. Me sugestioné aterrado sobre la posible detonación de bombas, y más, que era sabedor de que en 1993 en el estacionamiento de una de las torres, hubo varios muertos por esta práctica terrorista, sin embargo, a través de los medios de comunicación, primero la radio y televisión y posteriormente la prensa, comenzó a surgir la lamentable noticia sobre el ataque terrorista.

En pocas horas, se comenzó a manejar el nombre del principal sospechoso de los atentados, Osama Bin Laden, un árabe multimillonario radicado en Afganistan. Más tarde, que habían sido cuatro aviones de las aerolíneas American Airlines y United Airlines que habían sido secuestrados por terroristas pertenecientes al grupo terrorista Al Qaeda.

En ese sentido, dos de ellos, se estrellaron en las Torres Gemelas, uno más en El Pentágono y otro cayó en un campo abierto de Pennsilvania.

Lo lamentable y triste, es que durante esos ataques terroristas, murieron 2 mil 996 personas; mientras que otras 25 mil, resultaron gravemente heridas. Varios mexicanos inocentes y soñadores en un mundo mejor para ellos y sus familias que trabajaban en las gemelas, murieron durante los atentados.

Apenas me reponía del duro golpe ocurrido el Sábado 23 de Mayo del 2001 en el cual, 14 paisanos ilegales que habían salido de Veracruz y cruzaron la frontera con Arizona a bordo de una camioneta, los coyotes los habían abandonado a su suerte, los engañaron como regularmente sucede, el caso es que ese grupo caminó un aproximado de 60 kilómetros por el desierto.

Dicen los que saben, les faltaban otros 80 kilómetros para llegar hasta alguna autopista. Finalmente, en la búsqueda de un mejor porvenir, habían muerto de sed e insolación. Reflexioné en mis adentros, -pudo haber sido cualquiera de nosotros-, de ese grupo de 93 indocumentados que salimos de Altar Sonora, o quien sabe, pues tan solo llegamos a Phoenix, 52, datos que daré a conocer en mi libro: “Uno de los 93. El Sueño Americano”.

A 20 años de distancia, todavía no acabo de entender por qué existen eventos de esta naturaleza que tanto lastimaron y estremecieron no tan solo a los habitantes de los Estados Unidos y México, sino del mundo entero.

¿Cuál habrá sido el sentir de estos kamikazes asesinos? ¿Qué sentirían los pasajeros secuestrados? ¿Por qué planearon y ejecutaron los atentados? Acaso es tanto el odio acumulado. No lo sé, lo que sí sé es que pareciera que hubiera sido ayer.

Solo Dios sabe porque las cosas tuvieron que ser así; solo Él sabe porque lo permite. Sin embargo, el Centro Mundial de Comercio aunque nunca será igual sin las Torres Gemelas, revivió en la inmensidad del dolor, la soledad y los recuerdos.

Quienes fallecieron en los atentados terroristas, que sigan descansando en paz.

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CD/JV

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