El fin de año no sólo es una fecha para despedidas y celebraciones, también es un mosaico de costumbres llenas de simbolismo que varían según la cultura, pero que comparten un mismo objetivo: atraer la buena fortuna y dejar atrás lo negativo. A lo largo del planeta, esta noche se convierte en un escenario donde la tradición y la superstición se mezclan con la esperanza colectiva de un nuevo comienzo.

En México, uno de los datos más llamativos es que el consumo de uvas se dispara de manera extraordinaria durante los últimos días de diciembre. Comer 12 uvas a la medianoche, una por cada campanada, es una práctica tan arraigada que incluso quienes no creen en rituales suelen realizarla “por si acaso”. A ello se suman acciones simbólicas como salir con una maleta para atraer viajes o estrenar ropa interior de colores específicos para invocar amor, dinero o salud.

Un dato curioso es que estas prácticas no siempre tienen siglos de antigüedad. Algunas, como las uvas, se popularizaron en el siglo XX por excedentes agrícolas en España y luego se extendieron a América Latina. Otras, como barrer la casa el 31 de diciembre, combinan creencias indígenas con tradiciones europeas, creando rituales únicos en cada región del país.

En América Latina, cada país aporta su propio sello. En Colombia y Ecuador, es común quemar muñecos llamados “años viejos”, elaborados con ropa usada y rellenos de papel, como símbolo de todo lo malo que se desea dejar atrás. En Brasil, millones de personas acuden a la playa vestidas de blanco y lanzan flores al mar en honor a Iemanjá, buscando protección y prosperidad para el año que inicia.

Europa tampoco se queda atrás en rarezas. En Dinamarca, romper platos en la puerta de amigos y familiares es una señal de cariño y buenos deseos, mientras que en España las campanadas desde la Puerta del Sol se han convertido en un evento televisivo que une a todo el país. En Escocia, el Hogmanay incluye procesiones con fuego, representando la purificación y la llegada de la luz en medio del invierno.

En Asia, las tradiciones son igualmente llamativas. En Japón, los templos budistas hacen sonar las campanas 108 veces, un número que simboliza los deseos y pasiones humanas que deben purificarse antes del nuevo ciclo. En otros países, como China, el inicio del año se rige por el calendario lunar, lo que demuestra que la idea de “Año Nuevo” no es universal en la fecha, pero sí en el significado.

Un último dato interesante es que, aunque el Año Nuevo se celebra con fuegos artificiales y grandes fiestas, para muchos especialistas este momento funciona como un “reinicio psicológico”. El simple acto de cambiar de calendario ayuda a las personas a cerrar etapas y plantearse metas, incluso si muchas de ellas no se cumplen del todo.

Así, entre supersticiones, datos curiosos y celebraciones masivas, el fin de año se mantiene como una de las tradiciones más poderosas del mundo: una pausa colectiva para despedir lo que fue y dar la bienvenida a lo que aún está por venir.

CD/AT