Hostias elaboradas en cárceles: un camino de redención presente en el Jubileo de los Presos

No es fácil hablar de esperanza en una cárcel. Las celdas están llenas de personas que han dejado de esperar nada: ni visitas, ni llamadas, ni una segunda oportunidad. Muchas creen que el daño que causaron las define para siempre, que sus errores pesan más que cualquier posibilidad de cambio.
Por eso, el proyecto Il senso del Pane (El sentido del pan), de la Fundación Casa dello Spirito e delle Arti, nació para devolverles la confianza en sí mismos dándoles una responsabilidad que roza lo sagrado: preparar las hostias que serán usadas en la Eucaristía.
“Este proyecto tiene el deseo de dar testimonio de la presencia real de Jesús en la Eucaristía”, explica a ACI Prensa Arnoldo Mosca Mondadori, presidente de la fundación.
De Francisco a León XIV
En 2016, durante el Jubileo de la Misericordia, la fundación puso en marcha el primer primer taller de producción de hostias en la prisión de Opera en Milán con la participación de reclusos condenados por asesinato.
Ese año, el Papa Francisco consagró estas formas: un gesto que ha tenido continuidad con su sucesor. Durante la Misa que celebró este domingo León XIV por el Jubileo de los Presos se consagraron las hostias procedentes de los talleres eucarísticos de las cárceles de Opera, San Vittore y Bollate, situadas en Milán (italia).
Un pan redentor
Los internos han cometido delitos, algunos muy graves, pero en cada hostia preparada con sus propias manos —esas que un día cometieron errores y que hoy preparan el pan redentor— se vislumbra la posibilidad de volver a empezar.
“Ese pan posee ya una forma de sacralidad”, explica Mosca Mondadori. “Ha pasado por las manos de los últimos. Y luego llega al altar y se convierte en Jesús. El proyecto quiere mostrar, precisamente, la unión inseparable entre Cristo y los pobres”, añade.
La fundación ha seleccionado cárceles donde cumplen condena personas que han cometido delitos graves. “Desde el robo hasta el homicidio”, cuenta Mosca Mondadori.
“Es un sueño muy personal. Creo que la Eucaristía es el centro mismo del sentido, el verdadero sentido de la realidad. Sin embargo, este misterio maravilloso, que produce frutos concretos como la conversión de personas que han cometido los crímenes más horribles, es con frecuencia ignorado en nuestro mundo”, asegura.
El fundador de Casa dello Spirito e delle Arti ha visto con sus propios ojos esa redención en muchas ocasiones. “Son personas que han cometido crímenes graves. Muchas han sido condenadas a cadena perpetua y han perdido cualquier motivo para creer que las cosas pueden mejorar”, afirma.
Por ello, el primer paso para que empiece a entrar la luz es el reconocimiento del propio error y la disposición permanente a asumir la propia responsabilidad. “Es esencial que los internos reconozcan sus errores. Esto exige un camino de toma de conciencia. Y ese es el verdadero punto de partida”, subraya.
Impacto internacional
El proyecto colabora con la Asociación de Protección y Asistencia a los Condenados que nació en Brasil en 1972 por iniciativa del laico católico Mário Ottoboni como una alternativa al sistema penitenciario tradicional, marcado entonces por la violencia y el hacinamiento.
Su propuesta fue radical: cárceles sin policías armados, basadas en la responsabilidad personal, la confianza y la participación de la comunidad.
Gracias también a esta colaboración, Il senso del pane cuenta con 32 talleres eucarísticos en 20 países. Más de 15.000 diócesis italianas y extranjeras, congregaciones religiosas, parroquias, monasterios y realidades cristianas se han adherido a esta iniciativa, por la que reciben gratuitamente las hostias producidas en los distintos laboratorios.
Ejemplo para los más pequeños
Esta iniciativa ha traspasado los muros de la prisión. También se han fundado talleres eucarísticos en zonas asoladas por la guerra y la pobreza como Gaza.
Además, los propios internos ofrecen su testimonio a niños y niñas que se preparan para la primera comunión, compartiendo su historia con verdad y humildad.
“Esto ayuda a los niños y a los jóvenes a reconocer también sus propias sombras y fragilidades”, explica Mosca Mondadori.
En estos encuentros, los internos se presentan como un San Pablo contemporáneo: alguien que pecó gravemente, reconoció su culpa y cambió de vida. “Los niños ven con sus propios ojos que es posible reconocer el error y transformarse. Reciben consejos sencillos, pero auténticos, nacidos de la experiencia. Y finalmente reciben ese mismo pan con el que harán su primera comunión”, concluye.
Con información de: aciprensa
CD/VC
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