"Las escribas medievales confirman el extenso vínculo entre mujer y cultura": Gladys Lizabe

Argentina.- Ni brujas ni “los ángeles de la casa”, mucho menos sólo madres de familia. Las mujeres en la Edad Media fueron sabias, muchas de ellas dedicadas a un oficio que involucró una formación especializada y erudita: la edición de libros. Sin embargo, su papel e importancia histórica “fue invisibilizada durante siglos por un discurso de la autoridad científica androcéntrica basado en los aportes masculinos”.
Así lo explica Gladys Lizabe, fundadora y directora del Centro Interdisciplinario de Estudios sobre las Mujeres (CIEM) de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Nacional de Cuyo, Argentina.
La investigadora lleva más de cuatro décadas siguiendo la pista a esas “genias” medievales que tuvieron acceso a la cultura, a las bibliotecas, al estudio, a la lectura y la escritura a través de los monasterios y los conventos femeninos europeos, dedicadas a una tarea que se realizaba en las bibliotecas o scriptoria: la copia, iluminación y decorado de manuscritos cargados de conocimiento.
Contrario a los estereotipos que siglos después se afianzaron, las escribas de aquella época no se ocultaban y mucho menos querían pasar desapercibidas. Dejaron su huella en los pergaminos, ya sea dibujando su autorretrato o con frases como la que plasmó en una página, en el siglo XII, en Alemania, Guda de Weissfauen, a manera de firma: “Guda, mujer pecadora, escribió y pintó este libro”.
Otro ejemplo que describe Lizabe en su ensayo El deseo cumplido de Christine de Pizan: Una genealogía de mujeres escribas medievales con manos, imagen y voz propias, es el de la iluminadora Claricia, posiblemente una estudiante o asistente noble, “no monja por la ropa que viste en su autorretrato”. Ella trabajó los Salmos en uno de los conventos benedictinos de Ausburgo (la ciudad más antigua de Baviera) hacia el año 1200, y se dibujó plácidamente colgada y sosteniendo una letra inicial Q.
Lingüistas noruegos de la Universidad de Bergen aseguran que, al menos, unos 110 mil manuscritos de los millones que se produjeron entre los años 400 y 1500 dC fueron copiados por mujeres escribas, “de los cuales alrededor de 8 mil deberían existir aún”.
De acuerdo con la investigación publicada a principios de 2025 por la revista Nature, los académicos Åslaug Ommundsen, Aidan Keally Conti, Øystein Ariansen Haaland y Bodil Holst proporcionan evidencia “de una contribución pequeña, pero constante, de las escribas a lo largo de la Edad Media. Si bien el número de escribas verificables es bajo, nuestro estudio sugiere que debe haber varias escribas y comunidades de mujeres productoras de libros que aún no se han identificado.
“Esto plantea la pregunta: ¿qué contextos históricos, sociopolíticos y socioeconómicos, además de las comunidades femeninas productoras de libros conocidas, apoyaron a las mujeres que trabajaban de escribas durante la Edad Media?”
En entrevista con La Jornada, Gladys Lizabe tiene respuesta a esas interrogantes. Explica que “las mujeres hemos estado durante siglos cubiertas con una capa, esperando que la historia nos descubra. Al estudiar a las escribas medievales hemos logrado confirmar que el vínculo entre mujer y cultura es de largo aliento.
“Si bien la idea que se tenía de las mujeres en la Edad Media era muy negativa porque se les había colocado en un lugar de inferioridad junto con ancianos y niños al considerarlas minus potentes, seres cuya naturaleza fría impactaba en el cuerpo, en el cerebro y en la capacidad intelectiva que resultaba ser menor que las de los varones, el oficio y arte de las escribas las llevó a ocupar un lugar de reconocimiento social y de privilegio en la historia cultural, social y de género de su época.
“Fue un mundo maravilloso el que descubrí en estas amanuenses, por ejemplo cuando decían ‘el espacio cultural también me pertenece’ con actitudes como dibujarse en los manuscritos y poner su propio nombre. Estamos destruyendo mitos y matrices en las que las mujeres no estaban; ¡las mujeres siempre estuvimos!”
Múltiples destrezas
Una escriba medieval debía saber leer, escribir, tener al menos nociones de latín y “destrezas prácticas” como saber iluminar manuscritos, producir colores, copiar libros, hacer labores textiles, teñir y tejer alfombras, “y dirigir una poderosa economía”.
La investigadora detalla que existía una responsable o magister que recibía la solicitud y encargo de los libros, “y tomaba decisiones para gestionar la distribución de tareas y su cumplimiento en tiempo y forma. Como responsable del equipo, lo seleccionaba y distribuía funciones entre las escribas, que armaban materialmente el códice con sus folios.
“A continuación, se planificaba el diseño que exigía la selección del tipo de letra, la cantidad de columnas –dos o tres–, el número, formato y disposición de las iluminaciones en el folio y las rúbricas o miniaturas de color rojo ocre, tarea esta última relacionada con el vocablo miniar, que procedía del latín minium, color rojo anaranjado o bermellón empleado para realizarlas.”
Además, continúa, “las amanuenses debían poseer conocimientos de gramática, retórica, oratoria y ser muy buenas lectoras de textos sagrados y hagiografías, de autores paganos como Horacio, Cicerón, Ovidio, Terencio –entre otros–, de crónicas historiográficas, de textos científicos de medicina, de filosofía, de jurisprudencia, y todo aquello que se consideraba ‘ciencia’ en el periodo medieval; dicho conocimiento enciclopédico era condición esencial para el diseño y copia del manuscrito”.
Hace 20 años, cuando Lizabe fundó el CIEM, uno de sus sueños fue mostrar que durante siglos, las sociedades habían invisibilizado a las mujeres y que medían su progreso por el lugar que les confirieron.
“¿Por qué nos han considerado inferiores? Porque los discursos, desde la Edad Media, justificaban lo que llamaban ser minus potentes: menos capacidad de raciocinio, y eso se sigue escuchando hasta nuestro tiempo, decir que la mujer es solo sentimiento y emoción y que por ello su ‘cabecita’ tiene menos neuronas. Eso sigue siendo netamente medieval. Son tradiciones y formas de pensar a las mujeres heredadas.
“Pero ahí están apareciendo las escribas, esas genias que están ya bien estudiadas en instituciones de Europa y que la academia en Latinoamérica ya está abordando. Hemos necesitado desandar mucho camino, traer otras metodologías y otras miradas, pero hay que atreverse, pues así como San Bernardo de Claraval dijo: ‘estamos parados sobre los hombros de un gigante’, puedo asegurar que estamos sobre los hombros de una giganta: la mujer”, concluyó la también presidenta de la Asociación Argentina de Hispanistas.
Con información de: La Jornada
CD/AT
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