Falleció un gigante del teatro; Bob Wilson deja una "huella en la memoria del fuego"

Nueva York.- El más importante creador de hechos escénicos de la historia moderna, el maestro Bob Wilson, expiró ayer en su casa, en Nueva York, a los 83 años, después de una breve pero aguda enfermedad, anunciaron sus colaboradores en el sitio web del artista, quien, explican sus compañeros, se mantuvo trabajando hasta el último de sus días. En una de sus visitas a México, dijo a este reportero: El silencio no es inmóvil, el cuerpo de un actor debe ser de hielo y su voz una huella en la memoria del fuego.
Wilson fue el creador de un lenguaje teatral nunca antes conocido. Su fundamento es la luz y su materia es el silencio, su forma es la infinita gama de expresiones que brinda el uso de la geometría. La primera obra que lo hizo mundialmente famoso data de 1970, se titulaDeafman Glance (La mirada sorda) y consiste en siete horas de silencio en una sinfonía monumental de luz penetrada por la sombra.
Su obra maestra es al mismo tiempo la pieza piedra de toque del compositor Philip Glass: Einstein on the Beach, una ópera de cinco horas de duración donde no hay argumento ni texto dramatúrgico. Los actores cantan números del uno al ocho, solos, en dúos y en coro y la acción escénica contrasta con la musical: mientras los personajes se mueven lentos rumbo o desde el proscenio, la música gira en torbellinos fascinantes.
Como todo genio, Bob Wilson tuvo su alter ego, su doppelgänger, su Pigmalion en la coreógrafa, actriz y bailarina Lucinda Childs, gran maestra de las transiciones en escena, sus movimientos suaves repetitivos y receptora del ideario estético de Bob Wilson.
En la ópera Einstein on the Beach, por ejemplo, vemos aparecer a Lucinda Childs en un rincón del escenario inmóvil, en secuencias lentísimas de estatuaria. Parece no moverse nunca, pero una vez que transcurren 20 minutos de la ópera, la vemos en el extremo opuesto del escenario. Se deslizó sin levantar los pies, se movió sin caminar, reptó, voló, se transformó. Ese era el genio, esa era la magia de Bob Wilson.
Otros grandes cómplices con quienes realizó obras maestras Bob Wilson son William Burroughs, Tom Waits, Heiner Müller y Susan Sontag.
Era además arquitecto y escultor y, como tal, ganó el León de Oro en la Bienal de Venecia de 1993. El acta del jurado se refirió a valores no usuales en los escultores: el manejo de la luz, el estruendo del silencio.
En marzo de 2001 estrenó en el Palacio de Bellas Artes de la Ciudad de México la ópera de su alumna, la compositora Tania León, titulada El maleficio de los jacintos. El libreto lo escribió el nigeriano Wole Soyinka, ganador del Premio Nobel de Literatura en 1983.
Esa noche Bellas Artes olía a jacintos. En silencio presenciamos el despliegue de la high tech wilsoniana en escena en un estado de hipnosis y ensoñación, en medio de un juego lumínico computarizado de colores gélidos e intensos. La geometría fascinante de su trazo escénico y sus infaltables sillas, diseñadas por él mismo.
Las sillas fueron un referente en su vida. Desde los 12 años acumuló los objetos más diversos. Pero siempre prefirió las sillas. Con los años, se haría de un par de zapatillas de danza que usó Rudolf Nuréyev, quien las regaló a Wilson.
En 2013, el Museo del Louvre organizó la exposición Living Rooms con Bob Wilson como el gran invitado y él en respuesta instaló su cama en medio de su colección de objetos personales y proyecciones de video. Entre esos objetos había también zapatillas de danza que usó George Balanchine, un guante de niño hallado en la Séptima Avenida de Manhattan, un par de zapatos de Marlene Dietrich y un conejo blanco.
En 2003 presenciamos en Berlín su puesta en escena de Leoncio y Lena, a partir del texto de Georg Buchner, en equipo con el compositor alemán Herbert Gronemeyer, con el elenco estable del Berliner Ensemble, que fundó décadas atrás Bertolt Brecht.
Pudimos apreciar entonces algo insólito: el distanciamiento brechtiano pero en un cuento de hadas. Tono teatral de antología. Los actores enfundados en casacas de cuero en colores pastel, en plan rococó, en plan Mozart, mientras otros estaban vestidos en casacas de cuero negro, a lo Brecht. Y la sensación de que la ópera transcurre durante un sueño.
Otra de las colaboraciones de Bob Wilson ocurrió con el compositor Arvo Pärt, cuando crearon Adam’s Passion, en celebración de los 80 años de Arvo y ese hecho fue grabado, ahora disponible, en devedé. La grabación incluye una obra inicial, Sequentia, que Arvo Pärt escribió como regalo para Bob Wilson.
Exposición en Nueva York
Efectivamente, Bob Wilson trabajó hasta el último día de su vida: ayer, el día de su muerte, se inauguró la exposición Animals, en la galería Winston Wätcher Fine Art, de Nueva York.
Son fotografías que tomó Bob Wilson a búhos de las nieves, una pantera negra, un alce… obras donde lo que importa es el uso de la luz. Bob Wilson describió la intención de ésta que resultó ser su obra póstuma: la fascinación por los animales, recoge la agencia Afp, es una manera de escuchar interiormente.
Ha muerto un gigante.
Con información de: La Jornada
CD/AT
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