Inauguran primera exposición monográfica de Anna Weyant

Madrid.- La pintora canadiense Anna Weyant, de sólo 30 años, se ha convertido en un fenómeno artístico por su obra, que oscila entre lo real y lo fantástico, lo cotidiano y lo onírico, por conducto de unos personajes atrapados en el tránsito entre la infancia y la juventud. El Museo Thyssen-Bornemisza de Madrid inauguró la primera retrospectiva de esta artista en un museo, en la que reunió obra de todas sus etapas y donde se establece un diálogo directo con artistas de la prestigiosa colección, como Mattia Preti, Magritte y sobre todo Balthus, cuyo voyerismo emula con ironía y sarcasmo y también se recrea en un erotismo que se entrelaza con la muerte, con la tragedia.
La exposición, que lleva el título de su nombre, Anna Weyant, es su primera muestra monográfica en un museo e incluye un total de 26 lienzos y obras sobre papel, seleccionadas entre su producción más reciente. A pesar de su corta edad y de su irrupción súbita en el mercado como un fenómeno artístico que cotiza en lo más alto, Weyant tiene unas referencias artísticas muy nítidas, que abarcan desde el Barroco hasta el arte de la primera mitad del siglo XX. De ahí que en la exposición se muestren estos vínculos exhibiendo sus pinturas en un diálogo visual con cinco cuadros de la colección permanente elegidos por la propia Weyant: El concierto, de Mattia Preti; Retrato del Dr. Haustein, de Christian Schad; La llave de los campos, de Magritte; Retrato de una joven de perfil con una máscara en la mano derecha, de Piazzetta, y La partida de naipes, de Balthus.
Entre lo onírico y cotidiano
Weyant representa un mundo suspendido entre lo onírico y lo cotidiano, con un estilo figurativo moldeado por la tradición artística. Su iconografía retoma los géneros y las convenciones de la historia del arte desde una mirada contemporánea y remite tanto a la cultura popular estadunidense como a movimientos de la modernidad de entreguerras, como el surrealismo. Sus personajes, a menudo atrapados en esa etapa de tránsito entre la infancia y la adultez, habitan escenarios que recuerdan cuentos de hadas o casas de muñecas, cargados de una atmósfera expectante. Esta misma sensación se extiende a sus naturalezas muertas, donde objetos frágiles, como globos a medio inflar, lazos deshechos o flores marchitas, parecen mantenerse en un delicado equilibrio previo al colapso y siempre con un elemento al acecho y aterrador, como una pistola envuelta como si fuera un regalo o unas pirañas con los dientes afilados y hambrientas.
Las adolescentes de Weyant habitan espacios detenidos, como casas de muñecas o decorados de fábula ligeramente descompuestos. Sus lazos se deshacen, sus flores se marchitan, sus globos están a punto de desinflarse. Pero no hay dramatismo explícito. Tampoco hay ironía fácil. Lo que Weyant propone, según los curadores, entre ellos el director artístico del museo madrileño, Guillermo Solana, es una mirada ambigua y cargada de humor negro sobre el tránsito entre la infancia y la adultez, entre el sueño y la caída. Puedes estar vestida de Balenciaga y acabar en el lodo. Su obra conecta con las nuevas generaciones porque es técnicamente admirable y fácil de entender a primera vista.
Discurso liberalizador y sin prejuicios
En la muestra hay piezas como la de una joven con la cabeza ladeada, los ojos cerrados y una expresión ambigua entre el éxtasis y el sopor. Se titula Slumber (Sueño) y, según Guillermo Solana, representa a una chica que ha tenido un orgasmo mientras dormía. O la cabeza de una mujer bajando unas escaleras, que también es una alegoría clásica del orgasmo, ya que a lo largo de su obra hay numerosas referencias al cuerpo femenino con un discurso liberalizador y sin prejuicios.
Weyant se convirtió además en una artista muy popular y mediática a raíz de la proyección por la influyente galería Gagosian y retratos a figuras como Kaia Gerber, hija de Cindy Crawford. Pero Solana insistió en que su obra “permite observar con más calma y menos mitología una obra que parte del lenguaje figurativo clásico para explorar los códigos visuales de la feminidad contemporánea. Anna recurre a claroscuros intensos, casi caravaggistas. Busca una solemnidad antigua para hablar de asuntos que hoy consideramos banales, pero que merecen otra atención”.
La exposición se inauguró ayer y estará abierta hasta el próximo 12 de octubre.
Con información de: La Jornada
CD/AT
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