Tragedia ambiental

México.- El lunes pasado, Alicia Bárcena, titular de la Secretaría de Medio Ambiente y Recursos Naturales, sostuvo que México enfrenta una tragedia ambiental, que cada año se pierden más de 155 mil hectáreas forestales, que existen sitios altamente contaminados, como el río Sonora y la presa El Ahogado, en Jalisco. Restablecerles su salud ambiental, apuntó, es un enorme desafío y debe hacerse con un enfoque de justicia social. Señaló que es necesario combatir la cultura de los privilegios en el país, donde la concentración del ingreso es muy elevada.
Ejemplificó lo anterior con el hecho de que diariamente llegan a la dependencia a su cargo solicitudes de permisos ambientales provenientes de cinco o seis familias dueñas del turismo o la minería. Y que si bien no era fácil luchar contra esos grandes intereses, el objetivo gubernamental es “vencer las asimetrías y rescatar los derechos de las comunidades que han sido despojadas”. Agregó que el gobierno federal restaurará 50 sitios muy deteriorados ambientalmente, reforestará 100 mil hectáreas de bosques y un número igual de manglares. Y algo no menos importante: que no puede existir mejora ambiental sin justicia social y la participación de la comunidad científica.
Todo y más expresó al inaugurar, junto con el rector de la Universidad Nacional Autónoma de México, Leonardo Lomelí, el coloquio internacional Perspectivas de la Ecología en América Latina. Cabe señalar que La Jornada fue el único medio que destacó la importancia de dicha reunión vía la reportera Lilian Hernández.
Si las acertadas críticas las hubiera hecho la doctora Bárcena el sexenio anterior como, por ejemplo, dirigente ecologista, le habrían llovido todo tipo de descalificativos en las mañaneras: amarillista, neoliberal, fifí. Pero ahora muestra la realidad que heredó el actual sexenio: más de medio siglo de promesas oficiales de lograr el desarrollo económico sin depredar la naturaleza. Hoy tenemos todo lo contrario y los poderosos intereses privados se imponen sobre los de la población rural y urbana.
Carga también la administración actual con la mayoría de las cuencas hidrográficas contaminadas al máximo: Atoyac, Pánuco, LermaChapala-Santiago; el Coatzacoalcos, Grijalva, Balsas, Blanco y Tula. Los lagos de Chapala, Cuitzeo, Pátzcuaro; virtualmente todas las presas del país; la cuenca de México, en crisis. En fin, los desafíos para éste y los sexenios siguientes, enormes. Máxime si tenemos en cuenta los últimos informes sobre el aumento de las temperaturas en el planeta.
El más reciente, de la Organización Meteorológica Mundial (OMM), señala que se continuarán registrando niveles nunca vistos durante los próximos cinco años: entre 1.2 y 1.9 grados Celsius, cifra superior al promedio del periodo preindustrial (1850-1900). Cabe señalar que hemos vivido los 10 años más cálidos jamás registrados. Como resultado, en México y en el resto del mundo se agudizaron los riesgos climáticos (sequías, huracanes más frecuentes y destructores, lluvias intensas), todo lo cual tiene consecuencias cada vez más severas sobre la calidad de vida de la población, los recursos naturales, la biodiversidad y la economía.
Un ejemplo poco analizado es el derretimiento de los glaciares debido al aumento de la temperatura global. Hace un mes se derrumbó una enorme parte del glaciar Birch, en los Alpes suizos. Nueve millones de metros cúbicos de hielo, barro y rocas sepultaron 90 por ciento del pueblo de Blatten, donde vivían 300 personas. Los escombros alcanzaron más de 100 metros de altura en algunos sitios. La Organización Meteorológica Mundial sostuvo que había un vínculo inequívoco entre el cambio climático y el desprendimiento que devastó el poblado.
Como advierten las instancias oficiales europeas y los científicos, el aumento de las temperaturas ocasiona el deshielo de los glaciares y socava la estabilidad de las laderas de las montañas. Los asentamientos situados en las partes bajas están así cada vez más expuestos a deslizamientos de tierra, hielo y lodo.
Se derriten los glaciares en Suiza y el resto del mundo. Pasa igual con el hielo del Ártico. El resultado: severos problemas especialmente en los países con franjas litorales. Como México, que las tiene en los océanos Atlántico y Pacífico, como ilustraré el lunes próximo.
Con información de: La Jornada
CD/AT
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