La industria de la moda en silencio ante las acusaciones contra Riccardo Tisci

Más allá del escándalo mediático, la acusación pone en pausa cualquier posibilidad de regreso legítimo del creativo italiano a la alta costura
Nueva York.-La moda tiene memoria corta. Le gusta celebrar, olvidar y volver a celebrar. Pero hay momentos en los que el olvido se vuelve complicidad y el silencio se transforma en un ruido incómodo que ya no se puede ignorar.
Desde hace semanas, circulan en la industria acusaciones graves contra el italiano Riccardo Tisci, exdirector creativo de Givenchy y Burberry. La denuncia, presentada por Patrick Cooper ante una corte de Nueva York, señala que el diseñador lo habría drogado y agredido sexualmente tras un encuentro en Harlem en junio de 2024.
A pesar de que el caso aún está en curso y Tisci ha negado categóricamente los hechos a través de sus abogados, lo urgente aquí no es especular sobre su culpabilidad, sino observar el silencio con el que la moda ha recibido estas acusaciones.
Aunque el diseñador italiano no lidera actualmente ninguna importante casa de moda, su nombre sigue vinculado a una de las estéticas más influyentes del siglo XXI. Sin embargo, la demanda ya ha tenido consecuencias y la presencia de su figura en el circuito creativo y comercial se ha desvanecido.
Más allá del escándalo mediático, la acusación pone en pausa cualquier posibilidad de regreso legítimo a una industria que dice buscar entornos más seguros e inclusivos, pero que rara vez actúa con coherencia cuando las figuras en cuestión son sus más importantes representantes.
Lo que hace particularmente difícil hablar de este caso es el tipo de mito que Riccardo Tisci representa: diseñador queer, católico, sureño, disruptivo, vinculado al hip hop y a las grandes casas del lujo europeo. Un outsider sofisticado que transformó los códigos del estilo gótico en tendencia global.
Su historia personal fue por años su mejor narrativa de marca. Y sin embargo, hoy, esa narrativa debe ser interrogada. No para ser borrada, sino para ser situada críticamente dentro de un sistema que ha protegido demasiado tiempo a quienes detentan poder simbólico y material.
La historia reciente de la moda ha dejado claro que la genialidad no excluye de responsabilidad. El talento no puede seguir siendo un escudo para ignorar dinámicas de abuso. No se trata de cancelar nombres, sino de exigir transparencia y condiciones seguras para todas las personas que integran esta industria, desde modelos y asistentes, hasta fotógrafas, estilistas y creativos.
La moda está en deuda con quienes han sido silenciados. La prensa también. Si algo nos dejó el #MeToo es que el cambio no ocurre desde las editoriales ni desde los manifiestos de la pasarela, sino cuando se deja de susurrar en camerinos y se empieza a hablar con claridad, aunque eso implique incomodar al sistema que se alimenta del mito.
Por ahora, Riccardo Tisci guarda silencio. La moda también. Pero algunas voces ya comienzan a incomodar el eco. Y eso, quizás, sea el primer paso hacia un cambio real.
Con información de: El Sol de México
CD/AT
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