Abr 21, 2025 / 17:09

Elena, la única hermana viva del Papa Francisco que no pudo abrazar al Santo Padre

La mujer es la menor de cinco hermanos y la única sobreviviente de la familia Bergoglio, que hoy a sus 76 años vive bajo cuidado de unas monjas debido a su salud

“Un hombre de fe y de familia”, así fue como María Elena Bergoglio definió a Jorge Mario, su hermano mayor en el 2013 tras ser elegido Papa en el Cónclave realizado en El Vaticano, luego de la renuncia de Joseph Aloisius Ratzinger el 28 de febrero de 2013.

La mujer es la menor de cinco hermanos y la única sobreviviente de la familia Bergoglio, que hoy a sus 76 años vive bajo cuidado de unas monjas debido a su estado complicado de salud.

Cabe destacar que desde su elección en marzo de 2013, Jorge Mario Bergoglio, el Papa Francisco, nunca volvió a pisar suelo argentino, una decisión que generó controversia, desconcierto político y también dolor.

Con 11 años de diferencia, María Elena y Jorge Bergoglio compartieron una relación entrañable, sin embargo, la última vez que se vieron fue en aquella en donde él partió a Roma para asistir al cónclave que a la postre lo transformó en pontífice.

El abrazo qué nunca se dio…
A pesar de la distancia geográfica, los hermanos mantenían contacto frecuente, sin embargo, la salud de ella se debilitó. Separada, con dos hijos, deteriorada físicamente y bajo cuidado de monjas en una institución religiosa en las afueras de Buenos Aires, los médicos le aconsejaron a Elena no viajar al Vaticano, debido a lo largo del trayecto y sobre todo porque las emociones podían jugarle una mala pasada.

De esta forma, aquel abrazo quedó postergado, una y otra vez hasta que en 2019, el artista Gustavo Massó, amigo del Papa, le entregó una escultura con la forma de una mano femenina y un mensaje grabado que conmovió profundamente a Francisco.

La escultura era la mano de María Elena, y el mensaje decía:

Mirá que me gustaría estar con vos y abrazarte. Creeme que estamos abrazados. A pesar de las distancias estamos muy abrazados", declaró.

Según Massó, el Papa no pudo contener la emoción. Acarició esa escultura como si pudiera tocarla a ella, su hermana, su familia, su tierra. Esa mano permaneció hasta el final sobre su escritorio en el Vaticano. Fue el abrazo que nunca ocurrió en persona, pero que sí se dio en el corazón.

Con información de: Excélsior

CD/JB

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