Calambres, 16/10/2024
Esaú Valencia Heredia

* Arranco la entrega-recepción
Los celulares son recargados cuando tienen casi un 30 por ciento de batería. Las aplicaciones de Google son usadas cada 30 minutos para saber si sus nombramientos se encuentran en los motores de búsqueda. Así se la gastan los que aspiran a tener un cargo en el gabinete federal como delegados o en la administración estatal periodo 2024-2030.
Los que van entrar ya quisieran ocupar los escritorios. Los que se van andan apurados cuadrando las cuentas. No quieren ser exhibidos por quienes los vayan a suplir. La entrega-recepción ya comenzó en algunas áreas y en otras están a punto de arrancar.
Este diciembre las luces se prenderán en algunos hogares y en otras se apagarán. Muchos se quedarán ilusionados. Al menos se quedarán con el “gusanito” que estuvieron en la terna.
Hay tiempos de sumar, de sumarse y de sumirse.
***Hablemos mejor de periodismo. El periodista colombiano nacido en Jericó, Javier Darío Restrepo dejó un legado plasmado en el “Decálogo del buen periodista”, que es una reflexión concisa pero profunda sobre el oficio, que fue incluida en el libro “Deontología periodística. Un camino urgente a seguir”.
El buen periodista ha de ser, ante todo, una buena persona
José Martí lo dijo con una metáfora: detrás de un buen periódico hay “una mano enguantada que lo escribe y unos labios sin mancha que lo dictan”. Como obra del espíritu que es, el buen periódico solo puede ser producido por buenas personas, que son el punto de partida para llegar a ser buenos periodistas.
El buen periodista ha de estar orgulloso de su profesión. Sonó como una novedad cuando Kapuscinski lo dijo en un taller en México y lo repitió en Buenos Aires: “Hay que sentir orgullo y
respeto por lo que uno hace”.
El buen periodista tiene un sentido de misión en su ejercicio profesional.
Kapuscinski testimoniaba: “A veces me he sentido como un misionero cuyos actos están dictados por la pasión y el sacrificio”. Nostálgico, Ryszard recordaba esa característica de los buenos periodistas de antes, como si se tratara de un esplendor apagado: “Antes”, escribía, “se vivía del periodismo como una noble vocación a la que los periodistas se entregaban plenamente y para toda una vida”.
El buen periodista es un apasionado por la verdad. Esto se lee en una placa de bronce que decora el vestíbulo de la Escuela de Periodismo de la Universidad de Missouri. Con más de un siglo y medio de antigüedad, este texto reza: “El periodista cree que cuanto escribe es solamente lo que siente en su conciencia como verdadero”. Es la misma convicción que hoy proclaman los periodistas con un punto de vista, para quienes es claro que solo deben escribir y publicar lo que ellos ven como cierto.
El buen periodista es autocrítico. El periodismo se aprende y perfecciona más en los errores que en los aciertos. Un error señala las debilidades, estimula las correcciones y logra que hoy se hagan las cosas mejor que ayer y que mañana sean de mayor calidad que las de hoy.
El buen periodista elabora conocimiento y lo comparte. Jack Fuller, al describir la clase de periodistas que necesitan los periódicos, fija la atención en los obsesivos y descontentos para quienes ser reporteros es mucho más que dar noticias, que era el criterio de Pulitzer, por tanto “habría que pensar sobre temas clave, discusiones que relacionen los problemas del periodismo con los principales caracteres del pensamiento moral”, “pensar las noticias hasta llegar al abordaje correcto de la historia”, “familiarizarse hasta sentirse cómodos con la tecnología”, “educación rigurosa en una disciplina especializada”, “leer textos originales sobre filosofía, ciencias, leyes y otras disciplinas”.
Necesitamos periodistas, concluye Fuller, “que puedan contar una historia de manera que persuada a los científicos y al público por igual”. “Es lo que se llama escribir bien: con gracia, sorpresa y suspenso”, explica Robert Lambeth, y apela a la metáfora: “lenguaje que simplifique lo complejo y convierta lo difícil en moneda que todos puedan utilizar”. Eso lo hace un buen periodista.
El buen periodista hace periodismo con un objetivo. Esto consiste, según Gabriel García Márquez, en “cambiar algo todos los días”, y según Kapuscinski “el verdadero periodismo es intencional, es decir, se fija un objetivo e intenta provocar algún tipo de cambio. No hay otro periodismo posible. Si leéis los escritos de los mejores, comprobaréis que se trata siempre de un periodismo intencional. Están luchando por algo”.
El buen periodista tiene el sentido del otro. La experiencia larga y brillante de Kapuscinski le indicó que “los buenos periodistas son personas respetuosas con el otro, capaces de mostrar esa actitud en todo momento. Ser reportero significa, antes que nada, respetar a todo ser humano en su propia privacidad, personalidad y escala de valores”. En otra ocasión, en un taller con periodistas, fue explícito: “Sin los otros no podemos hacer nada. La cuestión fundamental de este oficio es el entendimiento con el otro. Una condición fundamental para hacer periodismo consiste en ser capaz de funcionar en conjunto con los otros”.
El buen periodista es independiente. En nuestros días el testimonio de Kapuscinski es concluyente: “Lo ideal es ser lo más independiente posible, pero la vida está lejos de ser ideal. El periodista se ve sometido a muchas y distintas presiones. En general, la conquista de cada pedacito de nuestra independencia se gana día a día y de que, a pesar de todo, es una condición necesaria e irremplazable para quien quiera ser un buen periodista.
El buen periodista mantiene intacta su capacidad de asombro. Esa capacidad de asombro va estrechamente ligada a la capacidad de hacerse preguntas, que distingue al buen reportero y que es a la vez el resultado de un fino sentido para descubrir lo nuevo y de una sabia y humilde disposición para estar aprendiendo a todas horas, de toda persona y en todas las circunstancias. Las mejores investigaciones, los trabajos periodísticos de mayor calidad, son el resultado de preguntas que mantuvieron activo a un periodista que finalmente obtuvo una respuesta. Cuando no hay preguntas ni asombro aparece la rutina profesional. Uno de los grandes peligros de esta profesión es la rutina, decía Kapuscinski, quien agregaba: “uno corre el riesgo de estancarse, de quedarse satisfecho… el periodismo es un acto de creación”. Para no estancarse, para sacudir la rutina, para seguirle la pista a la realidad que todos los días se reinventa, el buen periodista mantiene su capacidad de asombro tan intacta como sus sueños.
REFLEXIÓN: Ser amable es más importante que tener razón. Muchas veces lo que la gente necesita no es una mente brillante que hable, sino un corazón especial que escuche.
CD/JV
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