Dic 12, 2021 / 06:00

📜Efemérides del Periodismo Mexicano: Salvador Quevedo y Zubieta

El 12 de diciembre de 1879 apareció La Constitución, periódico político y literario en el que comenzó a colaborar Salvador Quevedo y Zubieta, quien fundaría en 1881 el periódico semanal El Lunes, destinado a combatir los actos de administración del presidente Manuel González (1880-1884).

Quevedo y Zubieta nació en Guadalajara, Jalisco, el 20 de noviembre de 1859 y murió en la Ciudad de México el 6 de julio de 1935.

Se graduó en leyes en 1880, y dos años después, a causa de sus críticas al gonzalismo, debió exiliarse en España. Colaboró en El Día y El Imparcial, fue corresponsal de prensa en Londres (1883) de La Patria y el Partido Liberal. En Francia, donde vivió de 1885 a 1895, se doctoró en Medicina (1894). Precisamente el escritor Federico Gamboa anotó Mi diario el 14 de febrero de 1911, en París, Francia.

“Mañana de angustia. En la casa de salud del doctor Remy, lejísimos, número 62 de la calle Laugier, Salvador Quevedo y Zubieta operó a mi hijo de unos adenoides que nos lo tenían muy descompuesto. Hasta el medio día no regresé al hotel con mi operado, todavía debilucho y sonriente”.

El periodista, escritor, abogado y médico jalisciense, fue cónsul de México en Santander (1897) y en Saint-Nazaire (1908). Regresó a México y se incorporó al cuerpo médico militar. Fue autor de diversas obras de historia y literatura: El carnaval de México (1879), Recuerdos de un emigrado (1883), El general González y su gobierno en México (2 t., 1884-1885), Un año en Londres (1885), El lépero (1898), Porfirio Díaz (1906), El caudillo (1909), La camada (1912); Campañas de prensa, los consulados mexicanos, socialismo (1913), Huerta (1916), Doña Pía o el contra-choque (1918), En tierra de sangre y broma (1921), México manicomio (1927), México marichacho (1927), Las ensabanadas (1934) y La Ley de la sábana (1935).

En La Camada, Salvador Quevedo y Zubieta hace alusión a Arnulfo Arroyo, detenido y linchado por la policía.

En la celebración de las fiestas conmemorativas de la Independencia, el 16 de septiembre de 1897 a las 10:30 de la mañana al llegar la comitiva presidencial a la Alameda, un hombre al parecer artesano, Arnulfo Arroyo, se abalanzó contra el presidente Díaz y le dio un golpe en la nuca echando abajo el sombrero de general que usaba el mandatario. Aprehendido, fue apuñalado y muertos en la Inspección de Policía por los mismos guardianes de la ley.

Arroyo es presentado en La Carnada como un “caso extremo” de alcoholismo que cae en el vicio empujado por las circunstancias sociales y políticas del régimen de Díaz. El inspector de policía, Eduardo Velázquez, un ex periodista, usa a Arroyo para perpetrar el atentado contra el presidente; descubierto el fallido magnicidio, Velázquez manda a asesinar a Arroyo, a quien Quevedo y Zubieta muestra como un “socialista embrionario” que intenta hacer justicia por su propia mano. “En cierto sentido y con amplia dosis de imaginación, dice Emmanuel Carballo en Las fiestas patrias en la narrativa nacional (1982), La camada (novela naturalista), prefigura a La región más transparente de Carlos Fuentes”.

El historiador Ralph Roeder menciona a Quevedo y Zubieta en Hacia el México moderno: Porfirio Díaz: A los cargos políticos contra la administración pasada se mezclaban denuncias de la vida privada del general González, atisbos de amores clandestinos y revelaciones de una carrera licenciosa que provocaron el escándalo, la envidia y la desesperación de la sociedad decente; y sazonando la lujuria contra el crimen, hasta de atentados contra la vida del general Díaz para impedir su vuelta al poder y pisando los talones y ladrando contra el fantasma del difunto gobierno, todas esas voces sin nombre se afanaban en avivar el fuego mal apagado, y aunque efímeras, se perpetuaron en una obra que precisamente en esos días comenzaba a salir por abonos, bajo el título de Manuel González y su gobierno. El autor, Salvador Quevedo y Zubieta, era un periodista expulsado del país en 1881 por acusar de robo al doctor Ramón Fernández, el cuñado del presidente, y que, al regresar en las postrimerías de la administración de González, recogió todos los cabos sueltos contra su gobierno, reuniendo indistintamente lo verificable con el infundio, y compuso un opúsculo polémico que pasó a la historia como la biblia de todos los libelistas del día y la fuente autorizada de todos los detractores futuros del ex presidente.

CD/YC

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