Protesta poética; Antonio Orihuela denuncia realidades
México - Antonio Orihuela (Huelva, 1965) es uno de los poetas más relevantes de la corriente de la conciencia crítica o de la línea clara, que despuntó en los años 90, es un autor disidente que ha dedicado buena parte de su obra a diseccionar el mundo del obrero y de la explotación, y es uno de los autores centrales que participan en la octava Feria del Libro de la Frontera (Felif).
Mi trabajo denuncia realidades lacerantes como la explotación laboral, la destrucción del medio ambiente, el cambio climático, la guerra, la violencia y todos esos problemas que nos acosan y en los que nos gustaría intervenir como sociedades, aunque el campo que he elegido es el de la literatura”, dice en entrevista con Excélsior.
Sin embargo, aclara que su poesía no es una denuncia panfletaria. “Se trata de una poesía memoriosa, porque contiene la memoria de nuestras abuelas y abuelos, muchos de ellos asesinados por el fascismo”, como lo refleja en un poema que recupera el asesinato de su abuelo, en 1936, por ser amigo de un alcalde socialista y por abrir un casino popular. Y añade: “Pero también es una poesía que se lanza hacia el futuro, porque es consciente de los retos a los que nos enfrentamos en los próximos decenios”.
Orihuela asegura que antes de que existieran los celulares los integrantes de esta corriente creían que su poesía es la que se leería en el metro o en los autobuses, como cuando él mismo escribe: “En China, los niños juegan catorce horas diarias/ A que trabajan/ Fabricando juguetes/ Para los niños de España…”.
Se pensaba que esta poesía de la línea clara—definida así por ser directa y comprensible— podrías leerla en el bus o antes de ir a dormir, pero ocurre que, popularmente, el concepto que tenemos de poesía no está ahí, sino en ese otro mundo de la oscuridad, de lo incomprensible y esa es una barrera que no hemos sido capaces de romper”.
¿No es más bien un obstáculo ese carácter social que se le ha impuesto a su poesía?, se le pregunta al autor de poemarios como El libro de las derrotas y El refugio más breve.
Toda la poesía es social, la hacen seres que viven en la sociedad y, por tanto, ese término no debería plantearnos ningún problema. Pero si tiene ese apelativo es porque quienes han controlado el campo simbólico de la poesía —como los académicos, las clases dominantes y quienes escribían los libros de poesía— así la identificaron.
Recordemos que el pueblo no producía libros, sino una poesía oral o para ser cantada y celebrar las fiestas. Digamos que esa poesía académica que hemos estudiado es la que entró en conflicto con esta nueva poesía que se empezó a escribir desde abajo, pero con las herramientas de las clases dominantes”, asegura.
¿Por qué ocurrió esto en los años 90? “Porque fuimos los primeros hijos de obreros que fuimos a la universidad en España, pues hasta antes de los años 70 la universidad era para una élite: no había posibilidades para que las clases populares accediéramos a la universidad.
Esto implicó que nosotros también empezáramos a narrar nuestro mundo, que no fue el de la clase dominante ni el de la burguesía, sino que es un mundo de obreros que viven en los barrios de la periferia, que tienen oficios humildes y sus madres son amas de casa o trabajadoras del hogar para gente que sí tiene dinero. Nuestra poesía empieza a ser una novedad, porque hablamos de cosas que nunca antes tuvieron lugar en el poema”.
Con el tiempo, reconoce, “a esta literatura se le da el marchamo de poesía de la conciencia crítica porque enfrentó el mundo de los de abajo con el de los de arriba, que son dos mundos que sólo se tocan en el trabajo, pero el resto del tiempo son dos mundos que viven absolutamente separados. Entonces, claro que haces una poesía con conciencia de quién eres, de dónde vienes, de quiénes son los tuyos y qué ilusiones, sueños y deseos albergas, pero prevalece el concepto que tiene la mayor parte de la población: la poesía es un texto oscuro e incomprensible que no te dice nada y que, por lo tanto, rechazas”.
¿Qué tipo de violencia es la que enfrenta el obrero del siglo XXI? “La violencia está en los bajos salarios, en tener que trabajar 16 horas diarias, en no poder ver a tus hijos porque debes tener dos trabajos. Por lo tanto, hay una violencia que es capilar, pero es a la que no le ponemos más atención porque es más difícil de reconocer”.
SU OBRA MÁS RECIENTE. Orihuela está dedicado al lanzamiento de su más reciente libro, Las sin amo, que recupera a las mujeres anarquistas de los años 30 del siglo pasado.
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Con información de: Excelsior
CD/NR
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