Jun 23, 2024 / 09:06

Políticos chapulines

*** Antídoto contra políticos chapulines. Una de las prácticas más comunes en México, es la recurrente competencia de los políticos "chapulines". En pocas palabras, esa incontinencia de políticos (hombres y mujeres) por brincar, saltar, cual chapulines, a otro puesto público sin haber concluido el cargo para los que fueron electos. En el fondo, una insaciable hambre de poder. En un intento por hacer que estos cumplan con sus promesas de campaña, un grupo de abogadas y abogados de Nuevo León han creado un antídoto legal que, de prosperar, le estaría dando herramientas a los ciudadanos para exigir a los políticos cumplan con los tiempos para los que fueron electos.

Para Benito Nacif cuando las democracias funcionan, los políticos profesionales cambian muy poco de partido. La afiliación a un partido político importante se vuelve una condición necesaria para ganar cargos de elección popular y, más aún, para realizar carreras políticas largas y exitosas.

Una democracia de calidad se basa en una especie de matrimonio de conveniencia entre los políticos profesionales y los partidos políticos. Los primeros necesitan una “marca” partidaria suficientemente bien posicionada entre los votantes, que vuelva competitiva una candidatura.

Los segundos necesitan candidatos atractivos para ganar en las elecciones.

Un sistema de partidos estable y competitivo beneficia a los votantes. La existencia de marcas partidarias fiables permite tener una idea más o menos clara de qué esperar una vez que los candidatos llegan al cargo. Así al emitir su voto pueden aspirar a influir en la definición de las políticas públicas.

Las marcas partidarias fiables también facilitan la rendición de cuentas. Las expectativas generadas por la afiliación partidista canalizan las ambiciones de los candidatos. Una vez en el cargo, promueven un comportamiento responsable. Si las traicionan, sus partidos pagarán por ello en las urnas en la siguiente elección.

Por ello, la práctica generalizada del transfuguismo político –el cambio de un partido a otro por parte de la élite de políticos profesionales– constituye un síntoma inconfundible de crisis del sistema de partidos. Cuando la afiliación partidista es producto del mero oportunismo, refleja los intereses electorales inmediatos, más que una visión política de largo plazo.

En México, el transfuguismo político es un concepto jurídicamente reciente. En la práctica política, en cambio, resulta ser una figura clave para entender la transición democrática del país: los tránsfugas, principalmente priistas, han contribuido al cambio político desde las últimas décadas del siglo XX a la fecha. En efecto, durante el régimen presidencial priista (1929-2000) el transfuguismo no fue un problema: la disciplina, la unidad partidista y la lealtad hacia la línea presidencial funcionaron en gran medida para consolidar la clase política del partido hegemónico. (Sartori 2000).

Al que traicionaba al partido se le castigaba en sus aspiraciones políticas. En la alternancia política, sin embargo, el transfuguismo es parte de la forma de hacer política: cambiarse de partido ofrece la posibilidad de ganar el poder. La deslealtad o la disidencia partidistas comenzaron a ser rentables.

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