Que ganen los mejores
Llegó la hora cero en cuestiones electorales en el estado de Veracruz. Algunos grupos políticos -no todos- comienzan a ponerse nerviosos. Los más obedientes han venido haciendo los deberes y el resultado se verá reflejado en las urnas; a otros, sin embargo, los más rezagados, los resultados se van a reflejar.
A pesar que pasan los años la clase política no termina de concienciarse de que el primer día de una campaña es el día después de conocer el resultado de las elecciones. Los partidos trabajan intensamente para obtener el mejor resultado posible y cuando finaliza el proceso, finaliza su campaña. Error de quienes piensan así.
Es aquí donde radica la diferencia entre una campaña política para ganar y una campaña política para gobernar. Si bien es cierto que en una y otra el quién (candidato), el para quién (ciudadano) y el para qué (ganar confianza) coinciden, las diferencias son considerables, algunas de las cuales tienen que ver con dos aspectos fundamentales: espacio y tiempo.
El espacio de una campaña electoral se sitúa en un foro, en la calle, en los medios de comunicación, en los barrios, en el “puerta a puerta”, en una cafetería, cantina o parques.
En todo aquel lugar que permita al candidato demandar en tiempo récord el voto.
En cuanto a la temporalidad, una campaña electoral es más corta, pero también más intensa; su finalidad es postular a un candidato que genere la suficiente credibilidad y confianza como para conseguir el voto del ciudadano.
Campaña para ganar. Algunas de las principales cuestiones que suelen plantear quienes comienzan su andadura en el mundo de la consultoría política son siempre las mismas: ¿por dónde hay que comenzar? ¿Qué aspectos debemos tocar? ¿Cómo abordar la campaña? ¿Se hacen todas iguales?
No hay dos campañas iguales, ni tan siquiera parecidas. Cada campaña electoral es un mundo, como un mundo son los candidatos, los equipos, las estrategias, el electorado, el adversario y los mensajes. No sirve el “café para todos”, o “que no haya copas vacías”.
Aunque la estrategia también puede fracasar. Y puede ser por múltiples razones, empezando por una interpretación errónea de las demandas ciudadanas y terminando por un diseño inadecuado, pasando por una selección de acciones insuficientes, improductivas o nulas.
De ahí la importancia de constituir un War Room que detecte las tendencias y las oportunidades de voto; que diseñe la estrategia adecuada; que defina las tácticas concretas; y que desarrolle soluciones para prevenir posibles ataques.
El War Room, o Cuarto de Guerra es el laboratorio en el que se construye el éxito o el fracaso de una campaña, conformado por expertos con capacidad de investigación, de análisis y de gestión: un consultor político, un jefe de prensa, un responsable de marketing y publicidad y un jefe de campaña. Es, en definitiva, el cerebro y el corazón de toda campaña política, el que no puede faltar y el que debe ser planificado con tiempo.
Una campaña electoral es un proceso muy corto en el que deben aprovechar muy bien el tiempo para conseguir el mayor número de votos posibles.
Si hay un factor que determine la consecución del suficiente número de votos para ganar, ese es el candidato. Es la principal herramienta de comunicación con la que cuenta una campaña, la cara más visible, pero también se puede convertir en el principal obstáculo, si no actúa acorde con su papel. Es la cara y la cruz de la misma moneda.
Por eso, el primer paso de toda campaña deber ser hacer un análisis de las debilidades, de las fortalezas, de las oportunidades y de las amenazas con las que cuenta el candidato. ¿Es la persona idónea? ¿Cuenta con las suficientes cualidades como para ser el cabeza de lista? ¿De qué se arrepiente? ¿Qué volvería a repetir y qué no? ¿Cuál es su currículum vitae personal y profesional?
Y debe ser el primer análisis en el que hay que detenerse, porque, en ocasiones, nada tiene que ver la imagen externa que del candidato se tiene con la autoimagen que tanto él como su equipo creen proyectar. No es tanto lo que dice, cuanto lo que puede hacer sentir.
Definir su misión, sus valores y principios, su liderazgo, su talento, su coherencia, su trayectoria personal y profesional…, servirán para que la ciudadanía encuentre en él un candidato honesto al que entregar su voto, porque, aunque a muchos les pese, la gente vota gente más que ideologías. A quien conocen, a quien se acerca, a quien escucha, a quien atiende, al que ofrece su mano…, a ese votarán.
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